Black

CAPITULO 3: Los hermanos Keynes McLean.

Giselle

Año 2019, noviembre.

"Entonces, como una magnífica nota musical, se insinuó en mi imaginación la idea del inefable reposo que nos espera en la tumba".

Terminé el libro de hoy, El pozo y el péndulo, haciendo mención de una frase propia del autor. Edgar Alan Poe. Sin duda es uno de los mejores escritores que he leído hasta ahora, sus cuentos son más que historias; en las que abarca el terror, el suspenso, la muerte, esa influencia gótica, es... es simplemente arte.

Cierro el libro el cual contiene varios de los cuentos del escritor. Solté un suspiro y subí la cabeza para mirar a la mujer frente a mí. Inevitablemente me fijo en su cabello blanco como un copo de nieve, que hace una perfecta combinación con el azul cielo de sus ojos. Sus mejillas están flácidas, ojitos apagados y la boca entreabierta, su aspecto es como una marca que deja el paso de la edad. Es una marca que a todos nos dejará en algún momento nuestras vidas.

—Qué te pareció la historia, Sra. Margaret —le pregunté, provocando que diera un saltito y abra sus ojos mirando a todos lados un poco desorientada.

Sus ojos se detienen en mí y me analizan, ensancha la comisura, regalándome una afable sonrisa.

—Me ha encantado —contestó con una voz suave y pausada.

Solté una corta risita por su respuesta, sé que no me ha puesto ni una pizca de atención, porque se ha quedado dormida. No sé cómo se puede dormir, en mi caso hace un efecto contrario, cuando toco un libro simplemente no puedo parar de leer ni siquiera para dormir.

—Bueno, me alegra mucho porque para la próxima leeremos Corazón delator —le aviso.

—Bueno —responde con una suave voz.

—Bien, entonces guárdalo tú.

Le extendí el libro.

—¿Cómo es que se llama usted, doctora bonita? —preguntó la Sra. Margaret, recibiendo el libro y llevándolo a su pecho.

—Ya le he dicho mil veces que me llamo Giselle, Sra. Margaret.

—Giselle —repitió en un susurro—, es un hermoso nombre.

—Sí, lo es. Lo escogió mi madre, antes de que yo naciera —le comenté con una sonrisa.

—Las madres siempre son buenas escogiendo nombres, los padres no mucho.

—Sí, creo —me puse de pie—. Es hora de volver a las habitaciones. —dije, metiendo los recipientes y los cubiertos de nuevo en la lonchera de mano.

La señora Margaret es una mujer de 72 años, es una 'Beta' y pertenece al Estado Canadiense. Las Betas viven en bloques que separan las por edades, en total son cinco bloques que son una especie de edificios con habitaciones amplias. Estas personas son voluntarios, simplemente donan su cuerpo a la investigación para todo tipo de experimentos, pruebas, análisis y exámenes.

Me gradúe de medicina hace dos años y medio e hice un maestría en Ciencias Bioquímicas y aspiro próximamente a realizar un doctorado, quiero ampliar mis conocimientos lo más que me sea posible.

Empecé a ejercer en Baldorpharma una Industria farmacéutica, biotecnológica y de investigación. Mi trabajo es investigar el cuerpo del ser humano, hallar la cura a enfermedades severas, desarrollar vacunas para el ser humano o a veces realizar pruebas para comprobar los efectos de los fármacos o medicamentos. Varía dependiendo del área donde me asignen la industria. 

Esta industria nos es del todo desconocida, pero el mundo desconoce las grandes investigaciones que se llevan a cabo, aquí se realizan las investigaciones más importantes, son como el corazón del planeta tierra. Por eso mismo se mantiene en desconocimiento para evitar que criminales o corruptos interrumpan la investigación.

Lleve a la mujer al bloque tres, en la entrada la deje con una enfermera para que la lleve a su respectiva habitación. La señora Margaret ha sido la Beta más resistente hasta ahora, lleva aproximadamente doce años aquí y la conocí cuando trabajé con ella en los laboratorios, le he agarrado un gran cariño, aun sabiendo que no se permite desarrollar ningún afecto hacia las Betas.

Después de mi almuerzo vuelvo al bloque de investigación, laboratorio de la plata tres, donde ya hay compañeros trabajando muy concentrados en lo suyo. Me acerco al termociclador el cual sirve ampliar los genes de una manera precisa, miro mi reloj, solo han pasado una hora y diez minutos

Mientras se cumplen las dos horas me acerco al microscopio confocal y analizo unas muestras de cerebro que he tomado unas semanas antes, las muestras están marcadas con diferentes fluoróforo que son una molécula que emite fluorescencia, mi objetivo es tomar varias fotos para luego contabilizar aquellas neuronas que se han marcado con lo que a mí me interesa.

—¡Buenas, buenas, alegría! —la entusiasta actitud de Danae llega a mi estancia. Ella le pone color a mis días.

Lleva puesto su uniforme vinotinto y por encima una bata quirúrgica, su larga cabellera aún está húmeda. Danae Stevens es alta, delgada y tiene una preciosa piel color oliva oscuro, ella es hermosa. Estudiamos en la misma universidad, gracias a Alex nos conocimos y somos amigas desde entonces. Danae estudió antropología forense, e hizo un par de estudios más como la criminología y un par de semestres de psicología en su ciudad natal antes de venir a Halton Hills. Es más preparada que Alexis y yo.

Detrás de ella entra el rey de roma con una sonrisa de oreja a oreja tarareando una canción de Michael Jackson mientras invoca sus pasos. Alexis Washington, es alto, tiene un cuerpo atlético, piel morena, cabello corto por lo carrasposo y ojos marrones oscuros, es muy atractivo, usualmente lleva un pendiente en la oreja, pero cuando ejerce su trabajo se lo retira. Con Alex estudié la medicina, luego yo hice la maestría en ciencias bioquímica y él en biomedicina teniendo ambos, objetivos distintos.

Él también tiene una pinta de recién bañado, lo sé por lo fresco que se ve y el olor a jabón masculino. Me coloco analizar un poco la situación, mi mente trabaja muy rápido y no pongo en duda lo que imagino porque sé que ambos han tirado en mi propia casa, en mis narices y sin una pizca de vergüenza.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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