Black

CAPITULO 13: Freyja

 

Giselle

“Alguna vez has sentido que todo lo que estás viviendo es una burbuja de sueño, o que los sueños son recuerdos, verdades ocultas para apaciguar el sufrimiento”.

En algunas ocasiones me pregunto si estoy pagando alguna deuda que el destino se está encargando de hacerla cobrar, o si mi Dios divino me está haciendo pasar por todo esto. Soy biomédica, se supone que sé que no existe ninguna deidad que sacrifique el cosmos, pero no encuentro una respuesta clara y convincente para mí.

Mi madre murió el día en que me dio a luz, mi padre se suicidó años después y me repudió gran parte de mi niñez, en parte lo entiendo, mi nacimiento le quitó a la mujer que amaba. Y como si no fuera suficiente, Verónica, mi hermana, murió en el hospital a causa de un accidente tras dar a luz a su descendencia quien heredaría su enfermedad y a la cual tendría que buscarle una cura a como diera lugar.

Alguna clase de universo negro está empeñado en arrebatarme a los que más amo de forma drástica y brutal.

El rugido del animal parado en medio de la vía me horroriza, más cuando el auto no se detiene y va directo a él, Elián gira el volante hacia la izquierda rápidamente para evitar impactarlo, saliendo de la carretera.

—¡Detenlo! ¡Detenlo! —grito cuando nos aproximamos a un precipicio.

Mis alaridos es lo último que se escucha, seguido de un grito, y posteriormente un fuerte chasquido del impacto de la camioneta en el agua.

 

La camioneta comienza a sumergirse y el agua a introducirse en el interior por los pequeños orificios, las ventanas están cerradas y la presión del agua evita que pueda abrir la puerta. Mi desespero me activa mirando a todas partes buscando algo que pueda utilizar para romper el vidrio. Intento utilizar los implementos que traía para la recolecta de las muestras, pero ninguno logró romper el vidrio.

El agua no da espera y se filtra de forma rápida hasta el punto de tapar completamente nuestros cuerpos, esta como hielo y el frío cala mi cuerpo hasta entumecer algunas partes.

Agarra mi muñeca en un fuerte apretón, es el mayor de los Keynes quien me sujeta arrastrándome hacia fuera del auto. No sé en qué momento ha roto el cristal de la ventana de su lado.  Nadé hasta afuera y en un parpadeo ya no lo veo por ninguna parte. Pero qué se hizo. Me pregunto empezando a preocuparme. Tal vez él ya subió. Me convenzo.

Continúe nadando hasta la superficie, cuando saco mi cabeza del agua, las olas nocturnas arrastran con fuerza mi cuerpo hacia atrás, mi espalda choca contra una enorme roca dándome un fuerte golpe en la parte trasera de mi cabeza.

El golpe desata un fuerte dolor, la vista se me nubla y pierdo fuerza, me hundo de nuevo, hago un mínimo intento por no dejarme hundir, pero los músculos de mi cuerpo no funcionan, me hundo cada vez más y empiezo a desesperarme por la falta de oxígeno en mis pulmones.

Me siento cansada y mi cabeza parece que va a estallar con aquel zumbido molesto que se ha producido en mis oídos posterior al golpe. El sonido de un monitor fetal y los latidos de un corazón retumban en mi cabeza continuamente. Todo empieza a oscurecerse y pierdo el conocimiento.

 1… 2… 3…

Escucho un conteo continuo entre susurros y jadeos. Vuelve, te exijo que vuelvas. Escucho susurrar repetidas veces.

 Estoy inmóvil, pero siento una sensación extraña en todo mi cuerpo, parece que mi garganta se hubiera encogido prohibiendome respirar, en mi estómago todo se me revuelve y siento unas inmensas ganas de vomitar. Cobro el conocimiento y rápidamente aparto hacia un lado el rostro de la persona que está inclinada dándome respiración boca a boca, y expulso violentamente un líquido por la boca. Agua exactamente.

 

Expulso un montón de agua, mientras toso descontroladamente, me pica y arde la garganta, mi respiración está agitada y mi pecho sube y baja. Estoy empapada de pies a cabeza y mi cuerpo tiembla del frío.

 

Se me dificulta ver por lo borroso, pero sé que estoy fuera del agua, en una zona rocosa y mojada, el agua choca violentamente contra las rocas salpicando agua por todos lados. Tengo todo el cuerpo entumecido al punto de no poder moverme con facilidad. Los sentidos se me apagan viendo negro por unos segundos, me siento mareada y el zumbido insoportable se mantiene ahí. Siento mucho frío y mis dientes castañean al intentar decir algo.

—¿Qué ocurre…?

Elián Keynes lleva su mano a mi cuello tomando mi pulso, y parece poder respirar, el dorso de su mano toca mi cuello.

—Estas muy fría y la piel está morada, tienes hipotermia, no aguantara hasta que llegue la guardia costera.

Desliza esa misma mano a la cremallera del plumífero, lo baja y lo abre, luego el suéter y por último la camisa antifluidos dejándome solo en el sostén.

Se acuesta de medio lado a mi costado, pasa su mano por debajo de mi cabeza dejando que ésta repose en su bíceps metiendo mi cara bajo su cuello y la otra mano la lleva hasta mi espalda para atraer mi cuerpo a su torso desnudo. Piel con piel. Es sorprendente que él esté hirviendo, el calor que emana su cuerpo es como medicina para el mío, disfruto de esa calidez plácidamente.

En otros casos esto sería incómodo, pero ahora no podría sentirme más cómoda y aliviada.

Los minutos pasan en silencio, mientras solo se escuchan las olas chocar contra las rocas, tengo los ojos cerrados y tarareo una canción sin pronunciar palabras. Cuidadosamente arrastro un poco más mi cuerpo al suyo pegando mi pelvis a su entrepierna.

Reparo su torso desnudo, la musculatura de sus brazos y pectorales, su abdomen marcado, definido y duro como una roca pegado a mi estómago. Una de mis inquietas manos se desliza por su piel, me fijo en su cabellera negra ondulada, agarró un mechón entre mis manos, está húmedo, pero es sedoso y suave, incluso parece que tuviera algo de brillo así mojado.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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