Black

CAPÍTULO 51: ¿Quiero saber...?

Giselle

Regresé a casa, la oscuridad y soledad en ella me llenaron de sentimientos. El mundo se me estaba viniendo abajo, la vida se me está derrumbando y no sé qué hacer. Encendí las luces y el silencio me castigó. Algo tuve que haber hecho muy mal para que las cosas me estuvieran saliendo así, para que la vida me estuviera quitando una a una a las personas que hacían mi existencia, porque sin ellos yo no era nada, yo no era nadie.

¿Quiero saber... quiero realmente saber qué fue lo que hice?

—Nada —respondió una voz a mi espalda—, no has hecho nada, Giselle.

Él era lo único que me acompañaba, lo único que en este momento me hacía sentir menos sola y me hacía sentir que aún me quedaba algo. Aunque mi orgullo jamás permitiría aceptar que realmente lo necesitaba y lo necesitaba tanto.

—Ahora también puedes escuchar mi pensamiento, a poco ni en mi cabeza puedo tener privacidad.

—No, no puedo escuchar tus pensamientos, quisiera, pero no entra en mis capacidades como Parca. Solo lo sé porque te conozco y sé que te estás mortificando con el pensamiento.

—No sea estúpido, usted no me conoce.

Volvió a instalarse el silencio, solo se escucharon nuestros pasos y cuando soltó las maletas en cualquier lugar de la sala. Me molestó, no quería que se callara, quería que dijera cualquier mierda, pero que no dejara mi estancia en un total y tortuoso silencio. Minutos después se escuchó rechinar la puerta al abrirse y volverse a cerrar. Se fue.

Baje al cuarto subterráneo en donde se encontraban todos trabajando incluida Katharina quien llevaba ropa corriendo y encima una bata. Tiene el cabello un desastre y unas ojeras bajo los ojos, se le nota cansada y estresada. Los miro a todos trabajando arduamente y no puedo sentirme más miserable.

Me quedo observando hasta que mi tía se percata de mi presencia y retira la atención del computador para venir a mí.

—Hola, Giselle —me habló con una voz que la sentí tan cálida que no dudé en lanzarme a sus brazos y recostar mi cabeza en su hombro—. Niña, pero ¿qué pasó?

No podía, no podía decirle que todo el trabajo que habíamos hecho hasta ahora iba a ser en vano. Así que me silencie y deje que ellos siguieran haciendo lo suyo hasta que ya no haya necesidad.

—Nada —suspire—, estoy muy casada.

—Pues ve a descansar, yo me estoy encargando de todo, estamos a nada de lograrlo, ella estará por siempre con nosotros. Te lo prometo.

Un nudo se me hizo en la garganta, cerré por un instante los ojos y asentí con la cabeza, para que después una sola y simple palabra saliera de mi boca en un aludido:

—Gracias. Pero quiero que tú también descanses, tía K, por favor.

Cuando regresé a la habitación le pedí a mi tía quedarse por un momento al menos hasta que me durmiera. Sentía la total necesidad de al menos contarle algunas cosas que me aquejan.

—Me enamoré de él.

Ella apretó sus labios y los ojos en una expresión lastimera.

—El amor y el enamoramiento son asuntos muy complejos del universo, Giselle, tiene sus pros y sus contras. El amor es lindo, es apasionante, pero también es un dolor de cabeza. Te hace débil y te hace fuerte. Se tiene que mantener en un constante balancín porque o si no, duele y duele mucho, como la muerte.

—¿Cómo hago para olvidarlo para no amarlo más? —pregunté limpiando las lágrimas que empezaban a brotar.

—No lo sé.

—¿Tú cómo hiciste para olvidarlo?

—Es diferente, Giselle. Yo me casé con él, compartí cinco años de mi vida con él, vivimos bajo el mismo techo. Al principio era una maravilla, estábamos enamorados, había desacuerdos sí, pero lográbamos solucionarlos. Pero luego las cosas fueron cambiando, él cambió y poco a poco se fue convirtiendo en otro hombre que yo no amaba, me cansé a tal punto de que cuando tomé la decisión de marcharme, de dejarlo, no me dolió, porque estaba dejando a otro hombre, no al hombre del que me enamoré porque ese ya no estaba, ya no existía.

—Lo odio.

—Lo de ustedes era una aventura momentánea quizás. Las relaciones se construyen sobre bases sólidas y reales, él jamás podría ofrecerte eso.

Sus palabras rondaron mi cabeza hasta que pude lograr conciliar el sueño a los pocos minutos.

—Giselle… —El llamado me hizo abrir los ojos. Pude ver una silueta humana a través de la oscuridad.

Me senté lentamente para esclarecer mi visión. La silueta caminó lentamente hasta la ventana y la luz lunar iluminó su rostro.

—Billie —susurré con terror.

—Esta vez sí vendrás conmigo y será mía —volteó de repente la cabeza hacia mi dirección y sonrió.

Sollocé sin lograr mover ni una sola parte de mi cuerpo, me había congelado.

—No.

—Sí.

Él comenzó a acercarse, se subió a la cama y metió sus manos bajo el edredón, las sentí en mis tobillos y ascendiendo por mis piernas hasta llegar a mis muslos.

—No.

Aparte sus manos, pero se aferró a mi cuerpo con más fuerza hasta que me lastimaba, empecé un forcejeo brusco para liberarme y en eso terminé rodando hasta salir de la cama y caer en el suelo dándome un fuerte golpe en la frente.

—Giselle.

Volví a escuchar mi nombre y sentí una mano posicionarse en mi espalda.

—No, no me toques —grité horrorizada.

Me levanté del piso y seguí a forcejear cuando pegó mi espalda a su pecho, intentó inmovilizar mis manos rodeando sus brazos por mi torso y pegando su mejilla a la mía.

—Giselle, amor, amor, soy yo… está todo bien, estás bien.

Era su voz, era él, era Black.

Disminuí el forcejeo, lo miré para asegurarme de que fuera él y sí, era Black. Me derrumbé en el piso y dejé que me envolviera en sus brazos, me sentara sobre sus piernas y recostara mi cabeza en su pecho. Me encontraba agitada, todo mi cuerpo temblaba de miedo, el aire me faltaba y sentía que moriría por falta de oxígeno.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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