El sonido del agua al pasar el bote resonaba por los pensamientos de Nathe, había partido desde la isla de Elba apenas hasta hace unos minutos, pues se había dedicado a recorrer la ciudad y los puertos, buscando, pensando, imaginando… recordando. El tiempo transcurrido desde la última vez que había visitado esa isla le había cambiado poco a poco Reciente habían arribado barcos en sus costas, Nathe no disfrutaba la brisa del mar en sí, pues le recordaba un doloroso momento del pasado, más tampoco le incomodaba, resultaba difícil no encontrar algún recuerdo doloroso entre le inmensidad de sus pensamientos. Sus manos manchadas de sangre durante años, la frialdad y la gélides con la que trataba a la gente después de tanto tiempo, era algo que él no podía cambiar, ni tampoco lo deseaba. Azrael no se había equivocado al describirle, era verdad que un gran peso lo carcomía, no solo por lo perdido, sino también por sus acciones, pues no existe bien sin pecado. El agua continuaba corriendo por la fuerte corriente en su camino, y lo que Azrael intentaba era algo que no entendía del todo, ¿para qué mostrarle su mismo rostro como un espejo?, tantos años han pasado y aun no podía lograrlo, y al parecer, Azrael nunca podrá imitar esas tres cosas: el color de sus ojos; una marca propia de su maldición, teñido en un dorado único, semejante a oro fundido, cristalino, inexistente. Su mirar, la gélides de su ser, después de todo, le habría gustado poder ver esa expresión que Azrael mencionaba siempre en él, aun cuando se mirara al espejo, ni siquiera él lograba distinguirla entre su indiferencia y por último lo que Azrael no mencionaba jamás; Nathe guio su mano derecha hacia sí, colgándole del cuello la tomo entres sus dedos, no dejaba de apretarla y nunca iba a ningún lugar sin ella, ni siquiera cuando abandono las armas. Su tesoro. “Plata” Un joven marino a su lado lo vio apretando su mano y quiso acercarse para ver lo que tanto cuidaba, Nathe se hiso a un costado y lo guardo nuevamente en su camisa. El muchacho trato de hablar con Nathe intentando hacer conversación, pero este no respondía más que para incitar a cortarla. Durante un rato, el muchacho continuó, hasta el final preguntar lo que en realidad le hacía curiosidad de tan enigmático ser, inquiriendo en qué hacía él aquí, en Italia.