Una semana antes.
Fuertes golpes en la puerta se hacían resonar por toda la casa a pesar de los insistentes gritos de un "ya voy" que parecían no importarle a quien fuera que estuviera del otro lado esperando a ser atendido.
Emma cruzó la estancia a grandes pasos segura de sí misma y creando un reclamo a su visitante, sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando una mano muy familiar la detuvo a punto de abrir la puerta.
—Creo que esta visita es para mí –Román la alejo poco a poco interponiéndose entre ella y la puerta-. Tal vez quieras revisar las flores del patio trasero, les hace falta agua.
Emma lo miro con extrañeza, su actitud había sido muy obvia, pero no quería retarlo porqué retar a Román era una pérdida de tiempo, él siempre ganaba.
Con un asentimiento de cabeza se alejó poco a poco hasta poder esconderse detrás de una pared esperando a que nadie la viera y poder observar de qué se trataba tanto misterio.
Román espero unos segundo antes de abrir, no quería que Emma viera a quién, desde una ventana había visto llegar.
—Hola –lo saludó al abrir la puerta y quedar de frente a él.
Como si de viejos amigos se tratase, ambos se dieron un corto abrazo después de chocar las palmas como saludo.
—Ha pasado un tiempo –dijo Román a quién, a pesar de todo, aún consideraba su amigo.
—Ya lo creo –Benjamín sonrió–. Qué bueno volver a verte.
Muy ajenos a ellos, Emma observaba con asombro a la persona que había entrado a su casa. Desde hace tiempo en su mente había desechado la idea de volver a verlo pero sin duda hacerlo le era difícil. Tal vez lo había perdonado para que su hermana pudiera salir de esa depresión que se había creado, pero ella también había sufrido y mucho.
— Necesito hablar contigo –informó Benjamín dejando a un lado el tono amable y feliz que tenía por ver a Román.
—Aquí no –indicó Román-. Salgamos.
Emma los vio salir sintiendo el nerviosismo disminuir. Unos instantes después recibió un mensaje de texto a su teléfono con un breve mensaje.
"Ahora vuelvo"
-Román.
Su mente comenzó a llenarse de dudas sobre lo que había ocurrido frente a ella. ¿Tendría que decirle a Nessa que Benjamín había regresado? No. Se contestó a sí misma. Nessa estaba lejos y estaba bien.
O al menos, eso era lo que ella decía.
Y aunque no era una verdad completa, tampoco era una mentira. A Nessa le agradaba estar rodeada de gente que tenía una meta similar a la suya. Chicos y chicas de su edad que le recordaban que no todos en el mundo eran seres extraños ni eran malos. Aunque había noches que no podía evitar recordar por qué termino ahí.
—Nessa –una voz somnolienta y cansada le hizo dar un ligero brinco en su lugar-. No puedes pasarte la noche frente en la ventana –siguió-. En unas horas comienzan las clases.
—Ya voy –se limitó a contestar.
Se había convertido en una rutina el dormir hasta tarde después de pasar horas y horas frente a la ventana, observando el verde césped y enormes arboles con copas frondosas que rodeaban a los edificios que poco a poco se convirtieron en su segundo hogar. Pero, esa noche, había algo extraño en el ambiente, algo que le impedía regresar a su cama y descansar.
Tal vez era la presión que sentía por sus clases, tareas y proyectos, tal vez era parte de sus traumas que no quería aceptar que tenía o tal vez, era la forma grande y redonda que tenía la luna esa noche. Pensó en mandar un mensaje de texto a su hermana, pero tampoco quería preocuparla, sabía que para Emma también estaba siendo difícil adaptarse nuevamente a la sociedad.
Camino a su cama, observo a su compañera de cuarto dormir tranquilamente. No pudo evitar sentir envidia de ver lo tranquila que se veía al dormir, sin pesadillas que la atormentaran cada una de las noches en que intentaba dormir, pero sobre todo, sin un corazón roto que al parecer nunca podría sanar. Al otro extremo, la cama de Yoi permanecía vacía, esa noche tampoco llegaría a dormir.
Fue la alarma predeterminada en su celular la que termino por despertarla, con el desliz de su dedo la cancelo y muy lentamente abrió los ojos.
—Ya es tarde, duerme más temprano.
Nessa sabía que aunque Cala le hablara con un tono serio era imposible que estuviera enojada. Era muy difícil verla molesta con alguien, o con algo.
—Yoi no regresó a dormir, otra vez.
La pelinegra se arreglaba frente al espejo mientras observaba a Nessa ponerse de pie y tomar sus cosas.
—No te preocupes por ella –contesto-. Siempre está bien.
Tomo sus jeans observando el reloj nuevamente y con una blusa lila de manga corta se encamino al closet que habían adaptado como un vestidor. Nadie más usaba aquel vestidor improvisado además de Nessa, pero ella no sé sentía segura mostrando las marcas en su cuerpo, mucho menos quería responder preguntas respecto a ellas. Después, se dirigió al baño.
—¿Desayunamos? –pregunto Cala al ver a Nessa salir.
—Vamos.
Nessa y Cala tomaron el elevador hasta la planta baja acompañadas de las demás chicas del edificio que iban hacia el mismo lugar. Nessa no pudo evitar ver que había muchos murmullos entre las demás y le extraño ver lo rápido que bajaban del elevador al llegar al destino indicado.
—¿Qué pasa? –pregunto Cala a una de las chicas que pasaba junto a ella.
—Nos han prohibido las salidas –contesto-. Hay un aviso sobre el tablero.
Cala y Nessa se miraron sin entender que estaba pasando y antes de que pudieran dar un paso más alguien las alejo del lugar.
—¡Yoi! –Cala se soltó-. ¿Dónde estabas?
—Hay desaparecidos –comenzó a decir sin importar lo que su amiga le estaba preguntando.
—¿De qué hablas? –preguntó Nessa.
—Por eso están prohibiendo las salidas porque hay desaparecidos, es un secreto a voces –repitió.
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Editado: 07.05.2021