Blackwood

El sótano

No tenía ni idea de qué criatura la perseguía, pero Emma sabía con certeza que algo siniestro la acechaba. Corría a toda velocidad en medio del espeso bosque, sin tener ni la más mínima pista si era de día o de noche, pues las densas copas de los árboles bloqueaban toda luz. Los pasos de aquella misteriosa criatura resonaban detrás de ella, cada segundo que pasaba, se acercaba más y más. Emma sentía el corazón en su pecho latir como un tambor desenfrenado, no había escapatoria aparente, pero no podía detenerse, debía seguir corriendo.

El bosque parecía extenderse infinitamente, y los árboles eran testigos mudos de la aterradora persecución. Emma gritaba pidiendo ayuda, pero sus llamados se perdían entre los murmullos del viento y el crujir de las hojas bajo sus pies. La soledad y el miedo se abrazaban a ella como sombras inquietantes.

En un momento de descuido, sus pies tropezaron con una rama oculta en el suelo y cayó de bruces, completamente asustada y sin poder levantarse. Temblando, no se atrevió a mirar hacia arriba, sin embargo, pudo sentir el aliento helado de la criatura en su nuca. Con un escalofrío recorriéndole la espalda, su corazón palpitaba con fuerza.

Entonces, la criatura se abalanzó con ferocidad y Emma sintió cómo un dolor punzante invadía su cuello. Un grito ahogado escapó de sus labios antes de caer en la inconsciencia.


 

Emma se despertó sobresaltada, su corazón latiendo con fuerza tras otra pesadilla inquietante. Miró a su alrededor en la oscuridad de su habitación y pudo distinguir los afiches de películas en la pared y su guitarra reposando en su estuche junto a la puerta. Ver su guitarra siempre la reconfortaba después de una pesadilla, pero esta vez era diferente; los últimos días habían estado plagados de sueños perturbadores.

Emma Blackwood, es una chica delgada con cabello rubio corto y estatura baja, siempre llevaba un collar con una piedra roja que su madre le había dado de niña. Aquella piedra era una especie de amuleto que la hacía sentir segura. Esa noche, había dejado el collar en la mesita de noche junto a su cama, pero al sentirse inquieta, lo tomó y se lo puso para buscar consuelo.

Intentó volver a dormir, pero justo al cerrar los ojos, escuchó un golpe resonar desde el piso de abajo. Sobresaltada, abrió los ojos y percibió otro ruido similar. Emma sabía que solo podían venir del sótano. Tomó su móvil y encendió la linterna, decidida a averiguar qué ocurría. Con valentía, abandonó su cama y se dirigió hacia la puerta de su habitación, procurando hacer el menor ruido posible. Recorrió el pasillo y descendió las escaleras, hasta que frente a ella se mostró la puerta que daba al misterioso sótano.

Siempre le habían prohibido la entrada a ese lugar, sus padres le decían que la casa era vieja y que el sótano podría ser peligroso. Aunque una vez mencionó a sus padres los golpes que escuchaba, ellos negaron haber oído algo y atribuyeron los ruidos a su imaginación. Desde entonces, Emma había dejado de hablar sobre el sótano, pero su curiosidad no cesaba y crecía con el paso de los años.

Ahora, se encontraba a escasos metros de descubrir el misterio que ocultaba el sótano. Con la cerradura de la puerta entre sus manos, las luces repentinamente se encendieron, revelando a una mujer con cabello rubio ondulado, delgada y ojos azules. Era su madre, Sophia Blackwood.

-¿Emma, qué estás haciendo aquí? - preguntó su madre con sorpresa.

-Nada, mamá... Solo... quería tomar agua - respondió Emma rápidamente, tratando de ocultar su propósito.

Sophia la miró con expresión inquisitiva y dijo: - Será mejor que vuelvas a dormir pronto.

Sophia subió a su habitación sin decir más. Emma regresó a su dormitorio, se recostó y finalmente pudo conciliar el sueño sin pesadillas esta vez.


 

Emma despertó con los rayos del sol iluminando su habitación. Después de darse una ducha, bajó a desayunar con sus padres. Su madre estaba absorta en su teléfono mientras su padre, Will Blackwood, un hombre alto con cabello rubio, barba corta y lentes, miraba las noticias en la pequeña televisión del comedor.

Emma se sentó con ellos en la mesa, pero parecían tan distraídos que decidió ver la televisión. Las noticias hablaban sobre la desaparición de un hombre llamado Anthony Carter en Willow, y la única pista era su anillo, encontrado en el patio de su hijo Michael Carter. En la pantalla, mostraron una imagen de Anthony, un hombre mayor de piel morena con una chamarra de mezclilla.

-¿Puedes creerlo, Emma? - dijo Will.

-¿Qué sucede? - preguntó ella.

-Otro desaparecido en Willow. Cuando yo tenía tu edad, este era el pueblo más seguro del país. Y ahora, con el señor Carter, van tres personas desaparecidas en el último mes - expresó el padre de Emma, visiblemente preocupado.

Emma miró su reloj y se dio cuenta de que ya era tarde. Apuró su desayuno y se dirigió hacia la entrada de la casa.

-Emma, cuídate - le dijo su padre.

Emma salió y encontró su bicicleta esperándola afuera. Se subió rápidamente y miró hacia su hogar, una antigua casa de ladrillo gris de dos pisos con techo negro y enredaderas en las paredes. La casa había sido heredada de sus padres, por lo que era bastante antigua, pero Emma desconocía su edad exacta.

Dirigió su bicicleta hacia la escuela, que se encontraba algo alejada de la casa de Emma. Aunque el camino era largo, a Emma le gustaba recorrerlo en bicicleta.


 

Unos minutos después, Emma divisó su escuela, un imponente edificio de ladrillo de varios pisos. En lo más alto, unas letras metálicas proclamaban el nombre: "Escuela Secundaria Willow". Se acercó hasta llegar y aparcó su bicicleta junto a las demás, cerca de la entrada.
 

A pocos pasos, avistó a Sarah Clark, su mejor amiga, de largo cabello castaño y ojos verdes, un poco más alta que ella. Sarah se le acercó rápidamente al verla, y Emma le contó sobre su sueño inquietante y los misteriosos golpes en el sótano.



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En el texto hay: fantasia, adolescentes, misterio

Editado: 06.08.2023

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