Extrañamente no hay nada. No hay ojos, no hay nariz, no hay boca... no hay nada. No tiene rasgos faciales, ya que no posee un rostro. Toda la zona donde debería estar su cara y componentes faciales está en color negro, muy oscuro, es como si fuese una sombra.
Con un poco de temor, intento acercármele, pero da un paso hacia atrás con una pequeña risa, y a medida que me voy acercando, se va alejando más y más hasta quedar recostado contra la barandilla. Se detiene un momento, ambos nos quedamos en silencio, y, sin pensarlo dos veces, el ser frente a mí se deja caer al abismo, en un profundo jolgorio y gozo, expulsando a su vez un grito de felicidad que me provoca escalofríos.
Quedo anonadado, confundido y un poco asustado. No es fácil lo que acabo de presenciar. Aunque este suceso ya lo he experimentado en mis pesadillas, no es lo mismo vivirlo en sueños que en carne propia.
Trago saliva y trato de acercarme a la orilla para poder visualizar si hay algo en el jardín, ya que no he escuchado ningún ruido, y debería de haberse oído un fuerte estruendo, ya que es imposible que su cuerpo no haya producido sonido alguno al caer a la superficie terrestre desde gran altura.
Me asomo con cierto temor de lo que voy a encontrar en el suelo, pero no hay nada. No hay absolutamente nada sobre el césped del jardín, lo cual hace que me confunda aún más.
¿Qué era eso? ¿Acaso era una sombra?
Trato de darme una seguidilla de fuertes cachetadas en el rostro para ver si todo esto es un sueño y así poder despertarme, pero no lo consigo. Esta es la realidad, la cruda y dura vida real que, aunque nos hace pasar grandes momentos, esos se ven superados por las tragedias. Siempre terminamos opacando y enviando esos felices recuerdos al rincón más oscuro de nuestro corazón, dejando como dominante a las acciones que nos han hecho sufrir y nos consumen de odio y tristeza.
Me encuentro enfocado en el suelo, mirándolo cabizbajo y confundido. Siento que todas las dudas que tengo me terminarán matando. Entre toda esa tranquilidad, silencio y soledad en la que permanezco, siento a una mano posarse sobre mi hombro, y reacciono inmediatamente.
—¡No me toques! —espeto mientras de manera brusca quito la mano que me ha tocado.
Miro de quién se trata y veo que es Dressler.
—¿Keyland? —Me mira extrañado por mi violenta reacción.
—Ah, eres tú. Perdona.
—No, perdóname tú a mí. No era mi intención asustarte. —El rostro de de Dressler permanece algo confundido.
—¿Qué quieres? —le pregunto de forma directa.
—No, nada. —Niega con la cabeza—. Sólo que estaba haciendo mis necesidades, ya sabes, estaba defecando, y cuando salí del sanitario vi que te encontrabas recostado a la barandilla, mirando hacia el abismo, así que temí de que te fueras a suicidar, y me preocupé. Por eso vine hasta acá arriba lo más rápido que pude.
—No seas tonto, yo no me iba a suicidar. Tan sólo estaba pensando un poco. Quería estar un rato a solas, y este lugar es bastante solitario, lo cual me gusta.
—Sólo me preocupo por ti. No me gustaría que te pasara algo malo. —Vuelve a colocar su mano sobre mi hombro—. Tú, a pesar de que a veces seas muy repugnante y odioso conmigo, me has brindado tu amistad, y eso es algo que te agradezco. La mayoría de personas siempre me juzgan por mi forma de ser, y aunque tú lo haces a veces, siempre me sigues hablando.
—Tampoco es para tanto —le digo apartando mi mirada.
—Sí lo es. —habla ilusionado—. Siento que nuestra hermandad puede fortalecerse aún más. ¿Te imaginas a nosotros de viejitos sentados en unas mecedoras tomando café mientras miramos el atardecer y esperamos a que la muerte nos llame?
—Mejor vámonos, ya vas a empezar con tus estupideces —digo con una pequeña sonrisa mientras empiezo a caminar con destino a las escaleras.
Si bien Dressler me parece muy fastidioso y bastante infantil a veces, siento que puedo contar con él para lo que necesite. Él es una buena persona, es muy comprensivo y siempre le gusta quedar bien conmigo, pero aún así, yo no confío en nadie, ni siquiera en mi propia sombra.
Dressler permanece mirando la habitación número mil, la última de todas, la cual está alejada de las demás y junto al abismo.
—¿Te imaginas que nos hubiese tocado en esta habitación? —comenta mientras inspecciona la habitación con la mirada—. Se ve muy solitaria y tenebrosa, además parece que está abandonada.
—Es dichoso el que la tenga. Está alejada del fastidioso ruido de la gente y tiene a su vista el amanecer y atardecer —le digo mientras empiezo a bajar las escaleras.
—En parte tienes razón, pero no me gusta. Hay algo en ella que no me da buena espina —habla mientras mira fijamente la habitación.
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Editado: 16.11.2019