—Seirin...
Era incapaz de prestar atención a la voz que seguía llamándola. Aquel bosque le provocaba una extraña atracción. Era incapaz de apartar la vista de la luz azulada que bailaba oscilando entre los árboles.
Una mano se posó sobre su hombro, arrancándola de su parálisis y causándole un gran sobresalto. Como acto reflejo, sacó la daga y apuntó a su atacante. Jack. El recién llegado levantó sus brazos en son de paz. Seirin se serenó y bajó el arma. Exhalaron con tranquilidad.
—¿Nunca te han enseñado que debes llamar antes de entrar? —gritó alterada—. Además, ¿a qué ha venido eso?
—¿No crees qué debería preguntártelo yo a ti? —Se masajeó la frente frustrado—. Pensé que estaba a punto de morir... —susurró.
Ella desvió la mirada avergonzada, sabiendo que era lo que había estado a punto de hacer.
—¿A qué has venido? —demandó.
—Solo que, desde allí… —Señaló uno de los tantos pasillos acristalados de la casa—, te he visto y te he estado llamando. Parecía que no reaccionabas, me he preocupado y he vendido a verte. —La observó con detenimiento—. ¿Te encuentras bien?
—Sí... Solo… —Dejó de observarlo. El espeso bosque parecía cernirse sobre ella. Ya no veía esa extraña luz azulada—. Solo estaba observando el bosque. Es realmente hermoso.
No había mentido. El bosque tenía un atractivo único y desde los ojos de Seirin, este tenía una extraña fuerza que parecía darle vida. Cada partícula de cada hoja, rama e incluso del aire que albergaba parecía moverse con una extraña magia para nada común.
—¿Otra vez con Morrigan? —refunfuñó. Seirin asintió en respuesta. Suspiró frustrado—. No puedes ni debes ir. Ya te dije que el bosque está maldito. Todos los que han entrado allí no han vuelto a salir de él, y los pocos que lo han conseguido han acabado enloqueciendo. Es mejor que te olvides de él, es un lugar muy peligroso.
Acababa de descubrir sus intenciones, era como si le hubiera leído la mente. Aunque no había conseguido apaciguar su curiosidad, sino que las había intensificado. Algo en ella le decía que debía ir. Costase lo que costase.
Jack se adentró a la habitación observándola con detenimiento.
—Esta habitación es increíble y he de admitir que nunca antes había visto ninguna igual. La mayoría son bastante caóticas o muy extravagantes. Aunque eso va según la personas, pero esta… Parece que tiene algo único. —Se volteó y la observo detenidamente—. Siempre me pareció llamativa y no dejaba de preguntarme qué tipo de persona viviría aquí.
Se detuvo delante de la estantería y hojeó los lomos de los libros. Luego se giró sobre sus talones y le sonrió.
—Aunque el interior no se queda atrás. —Se acercó peligrosamente a ella—. Desde que estás aquí. Me he imaginado miles de veces como seria esta habitación. Como sería tu tú real. —Ladeó ligeramente su rostro sonriendo—. Si te soy sincero, esperé encontrarme con que tuvieras una mesa de tortura o que estuvieras algún que otro cuchillo tirado por la habitación.
—Tampoco soy tan sádica como para tener una mesa de tortura.
Seirin bufo y se volteó para alejarse de él. Debía admitir que ella misma se había percatado de la estabilidad y de la armonía que parecía reinar en esa habitación, nunca había creído que algo así pudiera existir dentro de ella. Y, realmente, seguía sin creérselo. Era demasiado inquietante para ella.
—Toda habitación describe a su dueño —continuó Jack, aunque Seirin ya empezaba a impacientarse y ya apenas le prestaba atención. Había vuelto a acercarse a la barandilla. Sus ojos destellearon mientras la observaba atentamente—. Dime, ¿en qué te describe a ti? O más bien… ¿Qué es lo que quieres esconder a los demás?
Volvió a acercase y añadió:
—Una habitación así debe de tener a una dueña muy peculiar —insistió observándola atentamente.
—No intentes psicoanalizarme, y mucho menos manipularme. —Se giró y lo encaró—. Pero, sobre todo, no intentes meter tus narices en asuntos que no te incumben, que por lo que veo, eso tampoco es que te lo hayan enseñado.
—Estoy teniendo toda la paciencia que puedo contigo, Seirin. Pero intento ser el mejor Alpha que haya tenido esta manada. Y preocuparme por los míos, por los miembros de la manada, es mi prioridad. Y hasta lo que tengo entendido, usted, señorita Eros, también es un miembro de esta manada.
—Que haya accedido a quedarme aquí no significa que puedas ser un entrometido.
—Que te quedes aquí tampoco significa que puedas hacer todo lo que tu quieras. Ante todo, me debes respeto.
Calló. Había dado en el blanco. Jack se sentó en la cama victorioso y le dio unos golpecitos invitándola a sentarse junto a él. Se sentó a regañadientes.
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Editado: 19.08.2019