Una luz la cegó. Se sentía algo extraña, era una sensación nueva, como si su cuerpo estuviera flotando.
Algo se movía.
No había sido consiente hasta el momento. Se movía a su alrededor, intentando alcanzarla. Pero ella no debía moverse, no estaba segura de lo la rodeaba. Deseaba con todas sus fuerzas que aquello que estaba allí con ella no fuera un demonio ¿Sería un demonio que quería comérsela? O peor aún… ¿y si era uno de Ellos? Solo de pensarlo sintió un miedo tremendo que se removió entre sus entrañas con la sola idea de que estuvieran allí. Ya había pasado por mucho y no permitiría que volvieran a atraparla. Su mejor opción era hacerse pasar por muerta hasta que tuviera una oportunidad de escapar.
Algo la volvió a agarrar y, esta vez, consiguió tirar de ella hasta que sus pulmones volvieron a llenarse de aire. Los obligó a mantenerse a raya mientras sentía como la intentaban arrastrar hasta la superficie. Algo húmedo y liviano que se deslizaba entre sus dedos y el aroma a tierra húmeda hicieron que los recuerdos de sus últimos instantes le vinieran a la mente. Recordaba haber estado corriendo durante días, de haber cruzado casi todo Seiðr en un intento desesperado por zafarse de Ellos. También recordaba haber llegado a un lago en medio de la nada y haber caído al agua en un intento inútil por huir. Pero luego de aquello, no recordaba nada. Eso significaba que muy probablemente la persona que estaba intentando tirar de ella podría ser uno de sus captores.
«¡Esto no puede estar pasando!» se horrorizó al borde del pánico. Si esto seguía así volvería a su oscura vida y todo su sacrificio y el de sus compañeros no serviría de nada. Habían trabajado muy duro para poder llegar hasta allí.
Un bufido de cansancio consiguió llamar su atención. Su captor volvía a ponerse en marcha. La alzó en sus brazos y retomó su camino. Ahora sabía que alguien la llevaba en brazos, podía sentir su aliento chocar con su piel y no el típico gruñido que hacían los demonios. Eso la alivió en parte, ya que ellos solían comportarse como humanoides.
Las pisadas de aquel extraño que la cargaba resonaban en la quietud del bosque mientras ella percibía como su cuerpo se balanceaba de un lado a otro. En aquel preciso instante todo se detuvo. Él se había detenido y el único sonido que se escuchaba era un lejano crujir de las ramas y hojas secas que avanzaba hacia ellos con gran rapidez.
Asustada, la joven golpeó con todas sus fuerzas a su captor que gritó de dolor y aflojó el agarre que mantenía alrededor de su cuerpo, y, sin pensárselo dos veces, echó a correr.
—Maldita sea… ¡Oye, tú, detente! —La voz de un joven le llegaba amortiguada por los árboles y sus acelerados pasos. Pero ella no se detuvo y siguió corriendo. Cruzó gran parte del bosque. Y cuando echó un vistazo hacia atrás para asegurarse de que no la seguía, chocó contra un cuerpo fornido.
Sorprendida, se alejó un par de pasos para poder enfrentarse a su contrincante. El corazón se le detuvo.
Delante de ella se encontraba un joven que respiraba agitadamente. Una gota de sudor se deslizaba por su rostro. Ella no pudo apartar la mirada, resiguiendo el camino que iba marcando hasta desaparecer por el cuello de su sudadera. Alzó la mirada encontrándose con unos ojos grises e hipnóticos que resaltaban contra su piel bronceada y su melena oscura. Era mucho más alto que ella, con hombros anchos y músculos marcados que se podían apreciar a través de su ropa algo desarreglada. Era gigantesco e intimidante. Pero sin saber cómo ni porqué este desconocido conseguía atraerla.
Los dos jóvenes se observaban hechizados, ninguno de los dos era capaz de procesar aquella fuerza que los atraía. Se negaban a aceptarla, era algo irracional. Pero, aun así, el tiempo se había ralentizado y lo único que parecía que existía en aquel preciso instante eran ellos. No había forma de escapar de aquellos ojos grises, por más que intentara reaccionar no podía apartar su mirada de aquellos ojos. Influían en su persona como lo hacía el imán al acero. Y, sin embargo, la magia de aquel momento se desquebrajó ante la llegada de otro joven.
Ella reaccionó. Arrancó a correr mientras los gritos y pasos de los dos chicos resonaban detrás de ella.
Sus dientes castañeaban por culpa de la humedad impregnada en su ropa. Se reprendió por ello, por su absurda actuación momentos antes y por su debilitado cuerpo, que empezaba a sentirse entumecido. Rezaba a Theós para poder librarse de aquellos chicos lo antes posible y poder seguir su camino sin ningún percance. Y mientras seguía divagando entre pensamientos, llegó a un gran precipicio desde donde se podía observar como el bosque se extendía hacia el Seiðr .
Estaba atrapada.
Los jóvenes no tardaron en llegar, parecían exhaustos y alterados. Ella echó un vistazo al precipicio algo desesperada. Era una gran caída, pero merecía la pena intentarlo. Sabía que si salía mal quedaría pegada al suelo como una calcamonía. Era arriesgado.
Los dos chicos se acercaban, esta vez aún más alterados al descubrir sus intenciones. Podía ver como el temor bailaba en sus ojos. Pero ya era demasiado tarde, ya había tomado una decisión.
Saltó confiada. Sintió un débil hormigueo por todo su cuerpo. El viento empezó a arremolinarse a su alrededor, provocándole ese cosquilleo que tanto conocía mientras se deslizaba a un lugar seguro. Con lo que no contó fue que el joven de ojos grises saltara para alcanzarla. Él atrajo a la chica hacia sí, protegiéndola y esperando el fuerte impacto de la caída, mientras intentaba controlar los forcejeos de la chica.
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Editado: 19.08.2019