Blue Diamond #1 ( Saga Luz y Oscuridad: El Surgimiento)

50. Una noche de luz...

 

 

Trato de pararme pero el aturdimiento me gana. Sus brazos pasan por debajo de mis piernas, elevándome con tanta rapidez que lo siguiente que siento es el aire revolviendo mis cabellos hasta caer con fuerza en el suelo. Expulso un jadeo. Lo observo venir a mi, esta vez actuó más rápido.

Esquivo su primer golpe tal como el segundo y el tercero. Eso lo irrita. Lo veo en su mirada, en cada parte de su cuerpo.

—¿Qué es lo que crees que haces? —cuestiono, en tono agitado. Me agacho para esquivar otro de sus tantos golpes. Paso mis pies por los suyos, logro hacerlo caer—. Lección número uno, Reynolds: Jamás creas que has ganado hasta que tú oponente no tenga pulso o ánimos de ganar.

Se levanta. Admito que la bala que dispara llega a rozarme parte del cabello. Pronto, las balas vuelan por su parte. No voy a decir que su puntería no es certera, lo es. Si no utilizará la espada de cristal para evitar cada disparo, ya estaría tirada en el suelo con un rastro de sangre como acompañante.

Voy a él.

Envío una patada en dirección al arma que lleva en mano. No le doy tiempo a responder; doy una vuelta a su alrededor, lo suficientemente veloz para confundirlo. Aprovecho para lanzar uno de los asientos que no están lejos de mi, lo cojo tan desprevenido que lo último que hace es caer. Antes de que se levante, dirijo la punta de la espada a su cuello.

En un principio su mirada es seria, poco después, su pupilas se dilatan y una sonrisa cínica se dibuja en su rostro.

—No puedes hacerlo ¿o si, Diamond?

—Creí que no me podías recordar.

—Me han informado lo suficiente como para saber lo que Blue Diamond representa para nosotros —espeta, ampliando su sonrisa—. Solo que, ahora que la veo no es nada más que una adolescente asustada. Una niña cobarde que no puede enterrar su espada de princesita mágica porque no quiere matarme —una risa irónica sale de él. Aprieto mis labios en una fina línea—. ¿Sabes qué? Apuesto a que no has enterrado esa espada nada más que en las personas que puedes salvar. ¿Me equivoco? —chasquea la lengua—. No puedes matar, tienes miedo de hacerlo.

A pesar del nudo en mi garganta presiono más la punta de la espada en él.

Reynolds suelta una carcajada que retumba en toda la estancia. Se inclina, hasta que su característico olor a lavanda, coco y loción varonil se filtra por mis fosas nasales.

Su aliento choca contra la piel de mi oreja.

—Lección número dos, amor: cuando vayas a matar a tu oponente, no dudes —dicho esto, sus manos no tocan la espada, como si supiera que tocarla quema. Coloca sus manos sobre las mías, empujándome con una fuerza que no tarda en enviarme por los aires. Caigo con un estruendo lejos de él, y con la espada a varios metros de mi.

Limpio con mi brazo la sangre que se desliza por mi nariz. Intento incorporarme para ir en búsqueda de la espada, no obstante, antes de que lo haga el aire sale de mis pulmones. Llevo mi mano a la zona afectada al mismo tiempo que ruedo por el suelo. Eso ha sido una patada...

—Me decepcionas. Esperaba más de ti —atesta otra patada en mi estómago, mucho más fuerte que la anterior—. Cuando Young me habló de Blue Diamond y de su puta espada mágica pensé que me iba a enfrentar con un ser de otro mundo —suelto un jadeo, cuando la última patada llega.

Espero la siguiente; sin embargo, cuando abro los ojos me doy cuenta del porqué no llega rápido.

He llegado al final. Hemos llegado al final.

Este lugar no tiene ventanas, tampoco una baranda; no es un balcón ni nada por el estilo, esto es el ala superior del castillo con nada más que un precipicio al final.

Suelto un jadeo de dolor, cuando las manos de Reynolds me dan la vuelta para estar frente a frente. Veo el cielo de esta noche detrás de él, y aquella mirada abismal...

Me sostiene de mis hombros y una parte de la chaqueta que llevo puesta, pero si me suelta, mi cabeza no tendrá ningún suelo que tocar hasta al menos cuatrocientos metros.

—Últimas palabras, Blue Diamond.

Una especie de bocanada de aire se me escapa. No mires al vacío, Blue. Lo único que impide que caiga es él. Un él que no conozco.

—Reynolds, este no eres tú. No puedo hacer nada para traerte de vuelta.

—Lindas palabras —esboza una sonrisa corta. Hace ademán de lanzarme y antes de que lo haga llevo una mano a su pecho.

—Reynolds, no eres nada de lo que yo u otros piensen. No somos las críticas que recibimos, los rumores que rondan con nuestro nombre, o lo que hacemos por tratar de agradar a los demás —. Aprovecho que se ha quedado callado, mirándome a los ojos, para colocar una de mis manos en su mejilla—. Lo que trato de decir es que tienes que recordar. Recuerda lo que tú eres. Ni yo, ni tus amigos, nadie sabe cómo y quién eres excepto tú. Eres la música que escuchas, lo que ves, lo que sientes, cómo percibes las cosas. El modo en el que sueles actuar utilizando la cabeza y guiado por la calma. No te puedo decir cómo eres porque lo que sé de ti no basta, y probablemente hay algunas cosas de ti que tú no sabes, pero necesito... —sacudo mi cabeza en negativa. Puedo sentir su corazón a través de su pecho. Me permito escuchar sus latidos también—. Quiero, que recuerdes lo que sabes de ti. Lo que hablas, lo que opinas, lo que dibujas y pintas... No importa si es de color blanco o negro. Claro u oscuro. No importa si me tiras o no ahora, si muero o no; solo.... solo no permitas que lo que sea que te controla te venza. No dejes de ser el Christopher Reynolds que sabes que eres...



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En el texto hay: peligro, accion, amor

Editado: 02.07.2019

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