Capítulo 15
Emilia
Habían pasado tres días desde nuestra visita al casino, la cena y la sesión de BDMS con Alessio, donde no solo me ato y me provoco dolor placentero, sino que también me dio caricias envueltas en fuego y pasión y me sentía tan bien solo de recordarlo.
Sentía que había una paz nueva en mí, cálida y vibrante, que buscaba la calidez de Alessio a cada momento.
Mi cuerpo pedía más de él, como si me hubiera hecho adicta a él y al el placer que me daba, en estos días y noches habíamos tenido más sexo del que pudiera explicar a mi yo del pasado, nunca pensé que un hombre pudiera hacerlo tanto como Alessio, pero yo no me quejaba, quería más y más.
Justo ahora estábamos teniendo un desayuno tardío, conmigo aun en bata y Alessio ya con su traje de tres piezas, a pesar de que fue el culpable de levantarnos tarde, porque al despertar lo hice con Alessio entre mis piernas y terminamos lo que empezó.
—Hoy me quedare en la casa, necesito analizar la posibilidad de un nuevo socio. — dijo mientras cortaba un trozo de carne.
—¿Algo difícil?
—Se podría decir, tenemos que analizar todo cuidadosamente.
—¿Y de qué es?
—Tema de logística y ganancias. Los Morosini están por abrir una nueva ruta de contrabando para garantizar protección a su mercancía que sale hacia Estados Unidos. Cargamentos delicados… cosas que no pueden “perderse” en el camino.
—¿Y tú vas a encargarte de eso?
—Si el trato se cierra, sí. Es una jugada grande. Puedo meter a uno de mis hombres en los puertos. Quiero ver si este tipo tiene la cabeza fría o si solo quiere ganar puntos con Basilio.
—Pero… ¿Cómo?, ¿No se supone que solo te dedicas solo al lavado de dinero?
—Es mi fuete si lo quieres ver así, por los casinos, pero también tengo una red pequeña de contrabando, no es mi mercancía, por ejemplo mi último socio fue tu abuelo, le proporcione rutas terrestres y marítimas para trasportar diamantes, armas o lo que quiera llevar de un lugar a otro y me aseguró que llegue sin contratiempos.
—Wow, no creí que también hicieras eso.
—Si, y antes, con el anterior Capo, también los Manfredi tenían otro negocio… ofrecían protección.
—¿Protección? ¿Cómo guardaespaldas o así?
—No, ese es el término más bonito para decirle al cobro de piso por protección. Pero Basilio dejo en claro que quería que eso terminara, puede llamar mucho la atención de la policía y por mí no hubo ningún problema.
Asentí, aunque seguía sin saber muy bien cómo funcionaba todo esto. Pero me gustaba que me lo contara. Que me hiciera parte, aunque fuera un poco.
Terminó su café y se levantó.
—Estaré en el despacho por un rato. Si ocupas decirme algo, no dudes en interrumpir.
—Claro. —respondí sonriendo.
Cuando salió del comedor me di cuenta que dejó su teléfono sobre la mesa y lo miré un instante. Dudé, pero al final decidí llevárselo, puede que alguien lo llame para algo importante.
Pero justo cuando me puse de pie para tomarlo, la pantalla se iluminó. Y la notificación de un mensaje llego. No iba a abrirlo, no era mi asunto, pero el nombre de la persona que le mando el mensaje me clavo una espina de curiosidad.
Silvana… ¿Quién era ella y por qué nunca he escuchado de ella?
No lo pensé más y abrí el mensaje.
S: Hola Ale. En dos días estaré de regreso en casa. Espero que vengas a verme, durante todo este tiempo lo pensé muy bien y la verdad no me importa si estás casado o no. Te quiero y eres lo más importante que tengo en la vida y no te quiero perder, por nada en este mundo. Ya no hay que estar enojados... Además yo también sé que me quieres y me extrañas y traje regalitos, así que tienes que venir a verme.
Me congelé y sentí que el aire me faltaba.
Sentí cómo se me paralizaban los dedos, la espalda, la garganta. El mundo se volvió pequeño y sofocante.
Me di cuenta que no podía respirar.
El mensaje quedó grabado como un tatuaje en mi retina.
Te quiero.
No me importa si estás casado.
Eres lo más importante que tengo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas sin que pudiera detenerlas. La traición se sintió como una bofetada. No tenía sentido. No después de todo a pasado entre nosotros.
No después del sexo… de sus caricias… de sus palabras. ¿Era todo una mentira? ¿Una fantasía para distraerme mientras él tenía a otra mujer todo este tiempo?
Fue entonces cuando escuché sus pasos acercándose al comedor. Volvía por su celular ¿No quería que viera sus mensajes por error?
Me giré para enfrentarlo, con su teléfono aún en la mano. Cuando me vio frunció el ceño y se detuvo en seco.
—¿Qué tienes?, ¿Por qué lloras, Emilia? — preguntó con un toque de preocupación, maldito hipócrita.