Mi cuerpo se mantenía estático sobre algún lugar que en ese momento no me preocupé en reconocer, pero era duro, había ciertos objetos diminutos que se pegaban a mi piel y me producían un pequeño deje de dolor, algunos incluso rasguñaban mi piel. Pero no podía abrir los ojos, aunque lo intentase, aquellas ganas de por fin dejar de ver oscuridad eran fuertes, sin embargo, el temor que mantenía paralizado a mi cuerpo no me permitía abrirlos, pues la idea de encontrarme a aquella mujer de nuevo frente a mí era simplemente aterradora.
Su sonrisa era perturbadora. Aquellos labios impregnados en el color del líquido que había manchado el cuerpo de los fallecidos me producían pesadillas, y su voz, quizá era su voz lo que me mantenía en ese estado donde mi cerebro se negaba a reconocer que lo que había estado rodeando a Grier esos últimos días era un peligro mucho más duro y pesado de lo que cualquiera podría imaginar.
¿Quién era aquella mujer?
Me lo había preguntado muchas veces, en todas, la única respuesta que mi confundida cabeza le daba era: Una persona de tu invisible pasado.
«Me conoces, tú me perteneces»
No entendía nada, y le hubiese preguntado todo a mi madre, porque era claro que algo grande sucedía y estaba todo relacionado con nosotras, sino hubiese sido por el cese de energía de mi cerebro que me había mandado, en un momento tan crucial como este, a dormir. No sabía que me sucedía, o si lo sabía, pero no lo entendía, era su forma de protegerme de los recuerdos olvidados. Era el resultado del estrés al que había sometido a mi cerebro aun cuando ni siquiera recordaba qué había sucedido cuando era pequeña.
Era extraño pensar en que vivía con un trastorno que siempre estaba limitando a mi cerebro a guardar información. Y siempre parecía escoger la menos importante, pues los recuerdos de mi infancia permanecían bajo un manto delgado e invisible que parecía ser más duro de lo que pretendía. Y aun así me daba igual no recordar, todos esos años me había dado igual, hasta ese momento. Hasta que ella apareció.
«Me conoces, tú me perteneces»
Me dolió la cabeza. Mis ojos cerrados se apretaron y mis uñas se enterraron en las palmas de mis manos intentado desviar el dolor de mi cabeza.
—Stacey— llamaron a mi nombre, sonaba lejano, una voz suave y preocupada mientras sentía toques en mi cuerpo. — no te hagas daño.
El agarre en mis manos cesó. Y por fin una luz atravesó mis ojos haciéndome cerrarlos con rapidez por el ardor. Ni siquiera fui consciente de haber despertado, un segundo estaba observando aquella oscuridad angustiante y peligrosa y al otro observaba los árboles del bosque frente a mí que parecían moverse con ligereza mientras el viento cálido del medio día rozaba las hojas.
¿Medio día?
—Has estado inconsciente algunas horas— respondió la misma voz suave cuando, al parecer, mis labios habían preguntado en voz alta. Busqué con mis ojos a la persona que pronunciaba las palabras y estos hallaron a mi madre a centímetros de mi— has despertado en la madrugada un tiempo corto y luego volviste a desmayarte.
Asentí, tocando la superficie donde me encontraba con mis manos. Había piedrecillas, había ramitas, y mucha hierba verde oscura que acompañaba a los árboles en el bosque. Porque ahí nos encontrábamos, en el bosque, en medio de los árboles mientras la brisa nos estremecía los cabellos y me hacía preguntarme por qué estábamos ahí siendo el medio día, y por qué carajos mi madre estaba sudada, sucia, y con los cabellos desordenados y las mejillas sonrosadas y llenas de suciedad. Como si hubiese estado huyendo de algo.
«Huye del peligro»
Miré mi cuerpo. Y solo entonces entendí que sea lo que hubiese sucedido, era malo. Las manos de mi madre temblaban, las mías lo hacían igual, sus ojos estaban rojos e hinchados, mi cabeza dolía como nadie podía imaginar, sus ropas estaban sucias y su cuerpo permanecía agitado, mi cuerpo temblaba con suavidad y tenía la piel rasguñada.
—¿Qué sucedió? — le pregunté por fin, cuando pude pararme del duro suelo y descansar mi espalda contra la madera de un árbol. —¿Qué hacemos aquí y por qué parece que hemos corrido un maratón?
Sus ojos detallaron los míos con desesperación. Por la iluminación del sol aquellos destellos verdosos que algunas veces podía observar en sus ojos se hicieron presentes, no eran muy llamativos, pero en ese momento se me parecieron hermosos aun cuando estaban plagados de miedo y desesperación.
—Debemos irnos— sus palabras salieron atropelladas. Estaba agitada, su pecho subía y bajaba con una rapidez alarmante y pronto aquello se me contagió también. — sé que estás adolorida, se quizá estás confundida, voy a contarte todo, hijita, pero necesito ponerte a salvo primero.
No entendí sus palabras, y tampoco las entendí después, cuando sus manos temblorosas agarraron las mías y me obligaron a ponerme de pie. A mi alrededor todo tembló, sin embargo, me obligué a recomponerme cuando mi madre me jaló y me obligó a perseguirla por el bosque. Los árboles eran gruesos, el viento pegaba con mi cuerpo con rapidez y muchas veces hasta me impedía observar adelante, pero corrí hasta que mi madre también lo hizo.
Al terminar ni siquiera sabía dónde nos hallábamos, los árboles eran todos iguales, gigantescos, la flora era abundante, pero era así en todo el bosque y eso me impedía diferenciar que dirección tomar para volver al pueblo, y honestamente, cuando observé a mi madre mirando con desesperación los árboles, supe que volver al pueblo no era una opción para ella.
Algunos pasos se escucharon a nuestro alrededor, y yo al recordar la noche anterior y como unos muy parecidos a esos me habían llevado al temor, temblé y observé con recelo a nuestro alrededor. Mi madre pareció tranquilizarse un poco, yo lo hice igual cuando de detrás de un árbol la presencia misteriosa y atrayente de Dave se dejó observar.
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Editado: 12.09.2024