Hasley
—Esto es basura —susurré al instante que mis pies tocaron el suelo de aquella casa.
—Venga, Hasley, anímate —Zev chilló por lo bajo.
Me limité a rodar los ojos, entrando completamente con él de su brazo, esquivando a todas las
personas para poder llegar a donde fuese el destino que mi amigo quisiera.
—¿Crees que haya venido? —pregunté acercándome a su oído.
—¿Lo dudas? Por el amor a Dios, Hasley —dijo irónico negando varias veces con la cabeza—.
Matthew no se pierde estas fiestas, aparte nos invitó o, para ser exactos, a ti. ¿Crees que no me he
dado cuenta de que solo me está utilizando? Pero realmente no me molesta mientras no te haga
daño, claro.
Miraba a Zev con el entrecejo fruncido, no me esperaba que él dijera aquello. Solía pensar que
era muy ingenuo con sus amistades, pero creo que estuve equivocada todo este tiempo. Después de
todo yo soy la única ingenua porque no se me había cruzado por la mente de que eso podía ser una
razón por la sorprendente amistad que se formó entre ellos dos.
Dejaba de concentrarme en todo y esperaba por Zev, a que se detuviese en algún lugar. A los
minutos, llegamos junto a Dylan y otros chicos.
Matt nos invitó a una fiesta que habían realizado los integrantes de su equipo de baloncesto, al parecer para celebrar algo. No sé qué pretendían
estos chicos al hacer fiestas en días de clases pero casi todo el instituto asistió y ni uno tenía cara
de que les preocupase que mañana habría escuela. Asistí por dos cosas: una de ellas es que Zev
insistió en que lo acompañara ya que no salía mucho y con lo estricta que era mi madre
prácticamente le rogó para que me diese permiso, y la segunda tenía nombre y apellido: Matthew
Jones.
—¡Esto está a reventar! —Dylan alzó los brazos un poco mareado por el alcohol.
Podía contar la cantidad de vasos ingeridos con tan solo oler.
—No creo que solamente haya personas del instituto aquí. —Un chico rubio, de nombre Eduardo,
opinó mirando a su alrededor—. Les recomiendo que no vayan al patio trasero, hay chicos
vendiendo droga.
—¿Droga? —pregunté incrédula recibiendo un asentamiento de cabeza por parte suya.
Por un instante, Luke vino a mis pensamientos pero fueron borrados cuando Zev habló.
—No te separes, ¿bien? —se dirigió a mí.
—Sé cuidarme —refunfuñé.
Algunos rieron, pero el rizado me miró serio. Odiaba su sobreprotección. Tendría que estar a su
margen si quería salir viva de aquí.
Fue todo lo contrario.
Empezaron a platicar sobre cosas sin sentido, como los partidos, equipos, chicas y problemas que
algunos tenían con sus novias, comiéndose el tiempo tras vasos y más vasos con alcohol en ellos.
Mi niñero ya perdería la cordura y sería yo quien cuidaría de él, de eso estaba segura. Se
sumergían en su plática y decidí dejarlos, probablemente Zev se daría cuenta dentro de media
hora… o nunca.
Caminé entre todos los chicos que olían a alcohol, sudor, cigarrillos y, puede ser, a semen…
¿Acaso el semen tenía olor? Eliminé, en definitiva, aquella pregunta tan absurda y me concentré en
mi camino; busqué la mesa donde había varios tipos de bebidas y decidí llenar mi vaso con un
poco de ponche. Fresa, a juzgar por el color. Me apoyé en la mesa mirando al frente, sería parte
de todo aquel grupo de chicos bailando si supiera bailar. Observé mi vaso por unos cortos
segundos, los hielos chocaban
entre sí creando pequeños movimientos en el líquido. Con esto podía confirmar cuán aburrida me
encontraba.
Suspiré hondo y regresé hacia donde dejé a Zev. No supe si yo fui la distraída o la otra persona,
pero mi ponche se derramó sobre mi blusa causando que los hielos me dieran un escalofrío al
hacer contacto con mi piel.
—Yo he sido el culpable. —Matthew levantó las manos con una sonrisa tímida y no pude evitar
que la comisura de mis labios formase una sonrisa.
—Yo… —Me callé.
Sentí mis mejillas calentarse al grado de taparme la cara.
—En serio, lo siento tanto. Ven.
Él me cogió de la mano y, definitivamente, quise gritar de la emoción.
El chico me pasó un trapo para que me pudiera secar. Esto quedaría pegajoso, aunque mi obsesión
con el chico ganaba y no me importó en lo absoluto. Matthew me indicó que me sentara en una
silla para que estuviese más cómoda y pudiera limpiarme bien.
—¿Quieres ir arriba para limpiarte mejor? La casa es de un amigo y la conozco como la palma de
mi mano —ofreció mirándome con aquellos ojos que tanto me gustaban y no me cansaría jamás de
verlos.
—No, gracias —reí retirando mi vista de él hacia mi blusa, la cual era tallada por un trapo azul.
—Estarás pegajosa y eso no es nada cómodo —insistió.
—Lo soportaré, en serio no te preocupes. —Alcé mi mirada y él hizo un mohín.
—Bien, para ser honestos te tropecé a propósito para tener una excusa con la cual pudiera hablar
contigo y sin muchas personas. No me fijé en el ponche —confesó Matthew.
Eso podía sonar y ser estúpido, pero en él era todo lo contrario.
« Soy tan patética», gemí en mis adentros.
—No sé qué decir al respecto.
—Solo acepta mi ayuda. —Él hizo énfasis en la última palabra causando que soltará una risa tan
boba.
Finalmente, asentí poniéndome de pie. En el camino pude fijarme en
que Zev me vio, pero no reclamó nada. Subimos las escaleras y nos detuvimos en una de las
puertas. Matt me indicó que entrara y así fue para después cerrar la puerta tras él. Era una
habitación, no un baño como yo esperaba. Lo miré, tenía una sonrisa traviesa y me sentí incómoda
ante su gesto.
—El baño está en aquella puerta.
—Gracias —murmuré, dirigiéndome.
Rápidamente me limpié lo mejor que pude tratando de quitar el líquido que ya se estaba poniendo pegajoso. Me observé en el espejo por unos segundos, las ojeras eran tan visibles que ni con
maquillaje se quitaban.
Salí del baño y Matthew miraba su celular en el centro del cuarto.
—Listo —avisé.
Él giró sobre su eje y guardó su celular en el bolsillo de su pantalón, sonrió haciendo que sus
finos labios se viesen delgados y más rojos de lo común. Matt se acercó a mí y soltó una risita. No
me alejé.
—Me siento menos culpable —susurró cerca de mis labios.
Sentí como los vellos de mi piel se erizaban, acortó un poco la pequeña brecha causando que mi
respiración se entrecortara y me pusiera nerviosa.
Su nariz rozaba la mía, obligándome a cerrar los ojos, sabía lo que pasaría a continuación y no
quería que se detuviera.
No. No.
Oí como la puerta se abrió de golpe, dejando que mis tímpanos se llenaran de la música ruidosa
que albergaba la casa. Él se separó y maldije miles veces al causante que estropeó el momento.
Mis manos se hicieron puños y quise golpearlo apenas lo vi. Luke se apoyaba de lado en el
margen de la puerta con su mirada tan típica. Esto se estaba volviendo tan común en él para mí,
desde que lo conocía había estado encontrándomelo en casi todos los lugares a los que yo iba.
Podía comprender sus apariciones, pero en ocasiones todo parecía tan a propósito y jamás lo
descartaría. No me imaginaba que él asistiese a fiestas así, por su forma de ser podía creer que no
era de aquellos chicos que iban de fiesta en fiesta todos los días, mucho menos en días de escuela.
Su cabello se revolvía, vestía con unos pantalones y un suéter negro.
—Buscaba un baño, lo siento por… —Él dejó la frase en el aire como si estuviese pensando en
algo—. No, la verdad no siento nada, solo busco un baño en esta estúpida casa y me he
equivocado de puerta.
—Pues aquí hay uno. —Matt indicó sonando lo más amable y paciente.
Luke no le respondió y caminó sin mostrar la cara hasta el baño en donde yo había salido hace
unos minutos atrás—. No creo que se haya equivocado.
—Lo mismo pensé —apoyé pero, a diferencia de él, fastidiada.
El rubio salió del baño y se posicionó en frente de nosotros dos.
Quería golpearlo.
Elevé mi vista para dejarle en claro con mi cara de que me comenzaba a estorbar. Ay, no. Mis labios se separaron de la impresión: el lado izquierdo de su cara mostraba un claro moretón cerca
de su ojo, al igual que un pequeño corte en su labio. Me acerqué a él para poder verlo mejor,
podía suponer que no tenía muchos días.
—¿Qué te pasó?
—Un pequeño accidente que ocurrió ayer. —Luke tocó la herida y me miró.
—¿Te duele? —Sonaba preocupada y en realidad lo estaba.
No entendía mis emociones con este chico.
—No —musitó sin despegar su vista de la mía.
—Bien, voy abajo —Matthew interrumpió—. Ojalá te recuperes, Luke.
Miré al chico pelirrojo, un poco decepcionada, aunque solo me dedicó una sonrisa a medias y
salió de la habitación dejándome sola con el más alto. No quería que se fuera. Regresé mis ojos a
Luke.
—¿Estabas a punto de dejarte besar por él? —demandó antes de que yo pudiese pronunciar algo.
—Creo. —Mordí mi labio y me alejé.
—No lo vuelvas a hacer.
—¿Perdón? —pregunté.
—No lo hagas, tómalo como un consejo, Weigel. —Se encogió de hombros y puso todo su peso
sobre una de sus piernas.
—No me hacen falta, sé lo que hago —espeté irritada.
—No seas tan tonta, sé lo que te digo pero si no quieres tomarlo para
añadirlo a tu block de consejos, me vale un carajo. Tienes suerte de que no sea de las personas
que dicen te lo dije. —Luke tenía un filo en sus palabras.
Me sorprendía lo directo y crudo que sonaba, manteniendo siempre sus palabras claras y sin
colarse ningún tartamudeo. Me llegaba a sorprender que tuviese las palabras correctas y soltar
todo lo que pensaba, sin enseñar algún rostro de arrepentimiento.
—Te detesto. —Por fin después de unos segundos en silencio, fue lo único que salió de mi boca,
sin quitarle o sumarle nada a él.
—El sentimiento es mutuo. —Pasó su lengua por su labio, estaba lastimado y observó mi blusa.
Estiró uno de sus brazos y sus dedos rozaron la tela.
—¡No toques! —reprendí alejándolo de mi pecho.