Hasley
Lunes en la mañana. Y el único sonido que podía oír entre las paredes de la minúscula cocina de
mi casa era el crujir del cereal que creaban mis molares al aplastarlos.
La cabellera oscura de mi madre hizo presencia al entrar, haciendo que el olor de su perfume se
impregnara en el aire ocasionando que llegara hasta mis fosas nasales, tranquila, comenzó a sacar
algunas cosas de la despensa, y de igual manera, del refrigerador para prepararse un emparedado.
Sus ojos se quedaron anclados sobre mi pequeño cuerpo y, cautelosa, me observó.
—Últimamente te has estado despertando más temprano, ¿a qué se debe? —preguntó con sumo
interés pasando sus dedos por el pan. En ese momento, no quería contestar a sus preguntas, por lo
cual, me limite a encogerme de hombros, dando por hecho mi cansancio. Ella, dejando salir un
poco de aire de sus pulmones, movió las cosas a un lado y me miró fijamente poniendo sus manos
sobre el mesón—. Hasley, ¿me puedes decir qué es lo que ha ocurrido? Llevas un par de semanas
así, los sábados te despiertas hasta tarde, los domingos no sé siquiera si comes o haces el intento
de salir de tu cama —soltó un poco irritada por mi actitud—.
Pareciera como si yo fuese la única que vive aquí.
Llevando otro poco de cereal a mi boca, sacudí mi cabeza de un lado a otro, pero ella me
reprendió con la mirada, tragué hondo y decidí
contestarle.
—No ocurre nada —mascullé.
—No mientas —con la voz más fuerte habló—. No he visto presencia de Zev por aquí, o si quiera
del pelirrojo que te llevó al cine la otra ocasión, o el rubio con la que fuiste una completa grosera. —Al oír que mencionó a cada uno sentí como el nudo en mi garganta se formó y la presión en mi
pecho se presentó, aunque de igual manera, le dio acceso a mi furia emanar mis venas—. Cariño,
puedes decírmelo.
—Estoy bien, ¿sí? —espeté bajándome del taburete para darle una mirada fría—. No soy uno de
tus pacientes, no me trates como uno.
Sus ojos azules se abrieron con asombro, estática en su lugar, entreabrió los labios, pero nunca
dijo nada. Ella estaba perpleja. Yo sabía que esa no era la forma para contestarle, pero estaba
harta de darle vueltas al mismo tema, solo ya no lo quería recordar y ella se daba la desdicha de
hacérmelo saber nuevamente.
—Hasley…
—Me tengo que ir —avisé cortándola.
Sin mirarla, salí de la cocina a pasos rápidos y tomé mi mochila, colgándola por encima de mi hombro cerré la puerta principal detrás de mí. Comencé a andar por la calle sin detener el paso ni
un segundo, sentía como mis piernas se impulsaban cada vez con más fuerza, el aire de invierno
golpeaba suavemente mi rostro.
Traté de respirar hondo y superar el hecho que le había contestado de una manera fatal a mi
madre. Calmándome por lo sucedido me fijé en la hora, la cual, sin ningún apuro, era temprano.
Últimamente me despertaba antes de mi hora habitual, y se debía a que en casi toda la noche no
podía conciliar el sueño, ni unas cuantas horas, tenía en mente que mi imagen cada día iba de mal
en peor, no era la mejor y honestamente, me importaba un carajo.
En tan poco tiempo mis pies tocaron la entrada del instituto, y una oleada de nerviosismo como de
inquietud se asomó por mi mente, me tocaba clases con la profesora Kearney, alargando una
inhalación me di la valentía de entrar sin preocupaciones, pero una voz me impidió que lo hiciera.
—Hasley. —La voz pronunció firme mi nombre y me giré para encarar a la persona—. ¿Te has
enterado de que Matthew tiene nueva novia?
Karla. Una chica de piel bronceada me miraba fijamente junto a otra, eran unas de las porristas
del equipo de rugby, el perteneciente de Zev. Sus miradas eran burlonas, así como sus sonrisas,
quise volcar los ojos, pero me contuve.
—No me interesa —mascullé entre dientes.
—Tanto le dolió que le fueras infiel que a la semana ya se había buscado a otra —se burló
ignorando por completo lo antes susodicho por mi parte—. Se nota lo reemplazable que puedes
llegar a hacer.
Y su comentario por alguna razón dolió. Obtuve una postura más firme y apreté las mangas de mi
sudadera intentando no querer ir contra ella y estampar mi puño contra su rostro, aunque sabía que
no lo haría por el simple hecho de que era débil y que la agresividad no era parte de mí.
Algunas personas ya estaban presenciando la escena y no quería que otro escándalo más se
armase.
—Te dije que no me interesa —repetí en un balbuceo con mi voz ronca.
—¿Qué se siente que te reemplacen, Hasley? —reafirmo mi nombre, volviendo a ignorar lo que
dije—. Por fin se deshizo de la basura, ¿no es así?
Aunque esta vez no dejé que siguiera.
—No, no lo hizo porque aquí sigues, maldita perra.
Se escuchó un coro de «uh» y su boca se abrió al igual que sus ojos, me miró indignada para
después, la furia gobernar su rostro y ponerse roja del enojo.
—Me las vas a pagar —siseó a cascarrabias, para darse la vuelta e irse de allí.
Las miradas se posaron sobre mí y me arrepentí de haber dicho lo anterior, así que opté por lo
primero que mi subconsciente me gritó. Huir.
Girando sobre mi propio eje entré al salón de clases, en donde mi cuerpo se heló, el del rubio ya
hacía presencia y su rostro tenía una media sonrisa que se fue desvaneciendo en un fruncido de
labios poco a poco, agradecí en mis adentros al notar que no éramos los únicos en el aula, así que
rápidamente tomé mi asiento y esperé a que la profesora llegara.
Mi día estaba comenzando con el pie izquierdo y aseguraba que no terminaría con el derecho.
Y lo confirmé cuando a la cuarta hora ya no pude soportar a otro profesor regañándome por mi
distracción y falta de concentración tan fácilmente, resignándome me fui hasta el campo para
poder liberarme un poco de todo, desvaneciendo todos mis recuerdos y echando mis
preocupaciones hacia el fondo de mi cabeza.
—¿Si sabes que lo que estamos haciendo está incorrecto?
A mí al frente, Neisan repitió una vez más, volviendo a enarcar unas de sus pobladas cejas. Se
había unido a mi escapada cuando me vio cruzar la puerta que daba hacia las canchas, y no era la
primera vez que pasaba algunas horas de fuga conmigo.
Bajando la mirada inflé una de mis mejillas mientras con una voz baja le susurré un porqué,
aunque ya tenía le repuesta por mi cuenta solo quería seguir matando el tiempo.
—No está bien que faltes a clases, Hasley, y yo no debería estar pasando la hora contigo —se
lamentó dando un respiro hondo—. Esto ya se está haciendo una costumbre.
Tirando de la hierba del campo, desinflé mi mejilla, aún sin contestarle le devolví la mirada, sus
ojos tropezaron con los míos y lancé un poco de los residuos que había arrancado a su dirección.
Él torció sus labios e hizo tronar su lengua indicando que mi acción le disgustó, sin embargo, solo
se sacudió. Aún en silencio de mi parte, el chico estiró unas de sus piernas colocándose con ellas
en forma de v y volvió a hablar:
—Deberías de hacer algo por ti misma —pronunció ladeando la cabeza, le dediqué una arqueada
de cejas y él echó una risita—. No te ofendas, pero te ves pésima.
—Lo sé —hablé después de mantenerme callada desde que mi trasero y el del chico habían
tocado el pasto.
Desvié mis ojos a lo lejos del campo, el cual se encontraba en completo solitario sin ninguna
persona andando allí. Dediqué unos cuantos segundos más a ver la nada dejando que el aire fresco
de invierno diera contra mi cara causando que mi piel se erizara, pero lo pasara por alto. De
nuevo, la voz intranquila de Neisan volvió a irrumpir.
—¿En qué tanto piensas? —inquirió, su voz suave más el acento británico me hacía querer pedirle
que me cantara una canción para que yo pudiese dormir.