Hasley
En una semana estaríamos en el mes de diciembre. A mamá le encantaba, aunque ¿a quién no le
gustaba? Navidad, una de las épocas favoritas de casi todo el mundo. A ella le gustaba poner el
árbol antes de que fuera primero de diciembre, y acababa adelantado los detalles y la decoración
en la casa.
—Hasley, ve sacando las esferas —ella indicó mientras elevaba las luce a la altura de sus
hombros—. Iré por una extensión más larga.
Con las luces en sus manos, caminó hasta el fondo de la casa y desapareció de mi vista. Solté un
suspiro agotador y, sin levantarme, tomé la caja con las esferas, eran de un color dorado con
plateado, combinaba con la sala. Algunos adornos con forma de botas yacían colgados sobre los
estantes, pues no teníamos chimenea.
Unos pequeños golpes provinieron desde la puerta principal y fruncí el ceño. Mamá no estaba
cerca para abrir y eso implicaba que tendría que ponerme de pie para saber de quien se trataba.
Gruñí por lo bajo y con pereza me levanté de la alfombra.
—¡Ya voy! —grité cuando volvieron a tocar.
Al momento de abrir, mi piel hizo contacto con la perilla, la pieza metálica estaba fría por lo cual
envió un escalofrío por mi espina dorsal.
Automáticamente, mis labios se curvaron y sentí una gran ola de felicidad.
—Espero y no sea un mal momento para venir —Luke murmuró con
una mueca—. Es solo que… En mi casa están discutiendo.
—No, para nada —negué y tomé su mano para incitarlo a entrar—. Mi madre está decorando para
navidad, ¿nos quieres ayudar?
—¿Tan rápido? —preguntó incrédulo—. Falta una semana para que sea diciembre.
—Dile eso a mi mamá —reí. Luke negó con una sonrisa.
Él me miró y por inercia me sonrojé, dio un paso hasta mí y me envolvió en un fuerte y cálido
abrazo, aspiré su olor varias veces y me sentí confundida. Esta vez no olía a marihuana, para nada.
Ahora, era un olor a ropa guardada en algún rincón de su armario.
Enrollé mis brazos alrededor de su torso y ejercí fuerza, la cual no fue nada para él. Luke se
separó de mí y besó mi frente, pude sentir como una sonrisa de formó en sus labios.
—Dime en qué quieres que te ayude —susurró.
Me alejé de él para ir a las cajas que anteriormente estaba abriendo y las apunté. —Hay que sacar
las esferas y quitarles el polvo que tienen. Mi madre ha ido por una extensión para poder conectar
las luces y ponerlas alrededor del árbol.
—Está bien —asintió y cogió una caja para caminar con ella hasta el sillón de la sala.
—¡Ya la encontré! —la voz de la mujer irrumpiendo en el lugar hizo que ambos dirigiéramos la
mirada a ella. Su vista tropezó con la de Luke y le regaló una sonrisa—. Oh, hola.
—Buenas tardes, señora Bonnie —saludó él, poniéndose de pie—. No regañe a Hasley, fue mi
culpa por no avisar que vendría. Disculpe.
—No te preocupes, hijo. ¿Quieres algo de tomar? ¿O de comer? Estaba haciendo chocolate
caliente, ¿te gusta?
Yo carcajeé. No tenía ninguna duda de que a mi madre le agradaba Luke.
—Ajá —balbuceó—, quiero decir, si me gusta el chocolate caliente.
—Perfecto. —La mujer sonrió—. Traeré una taza para cada uno —
avisó. Antes de que entrara a la cocina, me miró—. Diane, ¿por qué no invitas a Zev? Ya tiene
como un mes que no lo veo por aquí.
Todo en mi interior se heló y me sentí un poco vulnerable al oír el
nombre del castaño. Mi madre no sabía nada sobre todo lo que había ocurrido hace un mes, sobre
el drama y mis ataques de lágrimas. Y honestamente no quería que lo supiese.
—Él… —inicié—. No creo que pueda. Está muy ocupado, ya tiene novia.
—¿Ya tiene novia? —Enarcó una ceja—. Vaya, no viene a visitarme y ya hizo de su vida toda una
obra —rio negando—. Está bien, iré por lo que iba a buscar.
Yo asentí y dejé salir un gran suspiro. Caminé hasta Luke y me senté a su lado, sentía mis ojos
arder avisándome que las lágrimas comenzarían a descender, los cerré al instante y sujeté mi
cabeza entre mis manos.
—Tranquila. —La voz serena de Luke musitó cerca de mi oído—. Él es un estúpido.
Entreabrí mis ojos y giré mi rostro hacia él, quien me miraba con una pequeña sonrisa sin
despegar sus labios.
Acercó su rostro al mío y besó mis labios, no fue uno duradero, tampoco uno donde nuestra piel
chocase de una manera pegajosa, sino uno suave, sin ruido y lento. Un beso en donde él cierra los
ojos y tú puedes mirar como las venas de sus párpados se hacen notables, donde sus pestañas se
erizan y su nariz choca con la tuya.
—Te amo —murmuré mirándole y él aún con los ojos cerrados—, más de lo que creía que podía
llegar a amar.
—Y gracias a eso, tú eras la razón más grande para que yo siga de pie
—confesó volviendo abrir sus ojos.
Esbocé una sonrisa y dejé caer mi cabeza contra se pecho. Escuché como mamá entró de nuevo a
la escena y nos acompañó, y ahí nos encontrábamos los tres. Hablando de cosas, la mujer siendo
tan cálida con él y Luke sonriendo cada vez que algo gracioso se presentaba.
Y este era el Luke Howland que había descubierto. Sin embargo, amaba cada faceta de él, porque
lo conocí en la peor, descubrí la más frágil, me enseñó la honesta y me dejó explorar la verdadera.
Y en cada una de ellas, lo amé aún más de lo que ya lo hacía.
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—Tú estás alto, hazlo —ordené apuntando la corona navideña—. Mi madre y yo somos bajas de
estatura.
—De acuerdo, lo haré. —Elevó sus manos en forma de inocencia y cogió el adorno para
acomodarlo en la puerta principal—. ¿Así está bien?
—Perfecto. —Mamá alzó los pulgares—. Terminen de acomodar el arbolito, voy a sacar los
últimos adornos.
Luke formó un rostro incrédulo y yo reí. —Tiene miles de ellos.