LO QUE FUE Y SERÁ, ES POR TI.
Incorporándome en la cama, tallé mi cabeza para poder desvanecer el dolor, había desventajas de
despertar todos los días, recordar a Luke era una de ellas.
Miré a mi lado y él no estaba.
Apreté mis labios reteniendo las ganas de querer llorar. Cerré los ojos para desaparecer el ardor
que había comenzado a plasmarse en ellos. Aún no me acostumbraba, tenía la necesidad de correr
sin destino alguno en busca de él, aún podía oír sus risas, sus gruñidos, aún tenía en mi mente su
semblante vacío, su voz… Y el olor que desprendía su ropa. La nicotina mezclada con su perfume.
Eché todos mis pensamientos al fondo de mi cabeza y quité las sabanas que cubrían mi cuerpo
para comenzar a vestirme. No quería ir al instituto, hoy empezaban las clases después de las
vacaciones de diciembre. Me negaba a tener que presenciar muchos lugares que me hacían
recordar a Luke, pero, sobre todo, las gradas. Aquellas donde lo conocí, esas en las cuales mis
ojos y sus ojos se encontraron por primera vez.
Había pasado Navidad sin él. Estuve esperando a que tocaran la puerta y detrás de ella se
encontrara su angelical rostro con una sonrisa lánguida diciendo algo que para mí me resultase
muy lindo, pero nunca pasó.
Y año nuevo, también. La pasé en mi habitación encerrada admirando el collar que me había
regalado.
Abrí mi closet encontrándome con su suéter, y no pude evitarlo, di un
jadeo. Lo cogí entre mis manos y lo apreté sobre mi pecho soltando unas lágrimas, cavilé que lo
mejor era secarlas y salir de mi habitación tomando mis cosas sin dejar el suéter de Luke.
Mamá se encontraba en la cocina y al sentir mi presencia su mirada se dirigió a mí. Me dedicó una
sonrisa cálida, ella colocó mi desayuno sobre el mesón y siguió buscando en la alacena, me senté
sobre el taburete sin muchas ganas de querer comer y di un profundo suspiro.
—Este año Luke iría a rehabilitación —pronuncié en un susurro.
Me dolía decir esas palabras, de hecho, me dolía todo lo que viniera del chico, porque no había
nada más doloroso que recordar algo que ya no estaba, pero era demasiado necia, para querer
olvidarle y tratar de seguir con mi vida sin que su recuerdo me lastimara.
—Y yo tendría que ser fuerte por él.
Mi madre no dijo nada solo se quedó quieta, dándome la espalda.
Ella había intentado hacer de todo para que yo pudiera tratar de dejar a Luke en el pasado, Neisan
siempre intentaba sacarme de mi habitación, indicando que hiciéramos algo que me gustara, como
antes. Pero no entendían. No podía dejar en el olvido a alguien que me había marcado para
siempre.
Luke se había alejado de mí, llevándose consigo mis gritos, arrasó como el peor de lo huracanes
llevándose mis sueños en murmullos, fue el más grande incendio en mi vida y tan solo me dejó
cenizas. Ella anhelaba que siguiese mi vida como antes de conocerlo, pero él había tomado gran
parte de ella y sin darse cuenta me hizo dependiente a su persona, sujetó mi corazón y lo guardó
para que nadie más lo hiciera. Se encargó de tomarlo de una manera tan bella e inocente para
adueñarse de él.
—Y lo iba a hacer por mí —murmuré.
Escuché como suspiró mi madre antes de darse la vuelta y hacer que nuestros ojos se encontraran,
los suyos ya estaban cristalizados, me dio una mirada triste después de un jadeo y se acercó a mí.
Tomándome de las manos dio un beso suave a mi frente haciéndome sentir débil.
—No sabes cuánto me duele verte así —confesó, en un pequeño gemido.
—¿Cómo alguien, solamente en unos meses se puede convertir en tu
todo? —pregunté al borde del llanto—. ¿Cómo es que empiezas a depender de esa persona? Pero,
¿cómo puede llegar a doler de esta forma?
Ella bajó la mirada y negó unas cuentas veces, vi como una lágrima se escapó rodando por su
mejilla y cayó al suelo.
—No sé… no sé —musitó dándose la vuelta—. Dios, se supone que soy psicóloga y no puedo
responderle a mi hija —dijo en un tono casi inaudible sin que yo pudiese escuchar, pero lo hice.
Alejé la comida de mí levantándome del taburete, caminé unos cuantos pasos para salir de la
cocina y antes de cruzar la puerta, regresé mis ojos a mi madre y la llamé.
—Yo sí —pronuncié ganándome su mirada, relamí mis labios y observé el suéter negro de Luke —. Ahora sé que la droga más fuerte de un ser humano es otro ser humano.
Finalizando lo pasé por mis brazos, recordando la noche en que me lo dio, diciéndome lo diminuta
que me veía con él puesto, cuando vi aquellos hematomas y esa misma noche sintiendo la
vibración en su espalda cuando carcajeó. Todo parecía tan real. Di una sonrisa melancólica ante
tal recuerdo y salí.
??
Neisan venía a mi lado, platicándome sobre algo de lo cual no estaba prestando atención, me
encontraba pensando en cómo todo ahora era tan penumbroso, absolutamente todo el instituto
sabía de mi existencia y la de Luke. Después de su muerte dejé de asistir al instituto, no presenté
los exámenes finales y eso causó que mis calificaciones decayeran.
Suspendería historia.
—Cálculo, ciencias sociales e… historia.
—¿Historia? —reí—. ¿Quién suspende historia?
—¡Luke Howland!
Y no pude seguir fingiendo que era fuerte, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos,
sintiéndome tan débil ante tal recuerdo, uno de los últimos.
—¿Hasley? —La voz del chico sonó, tomándome del hombro y
obligándome a que lo mirara—. No, por favor, tranquilízate.
—Quiero estar sola —pedí—. Solamente quiero pensar, pero a solas.
Él dio un suspiro.
—¿Estás segura de ello? —preguntó y yo asentí—. Está bien, pero te aviso que yo te llevaré hasta
tu casa, y entra a las siguientes clases, preguntaré a los profesores si lo has hecho. Te veo en la
salida, ¿bien?
Yo asentí una vez más y me di la vuelta.
Neisan era el único acompañante que tenía en el instituto, justamente como los días en que todo el
peso del drama con Matthew.
Antes de que comenzara a sollozar caminé hasta donde mis pies me llevaran, pero al parecer mi
sentido común no estaba en esos momentos, porque me dirigía al campo.
Fue tan poco el tiempo cuando todo empezó a atacar mi mente, los recuerdo venían en largos y
rápidas ráfagas de imágenes con sonido. Mi mirada fue hasta las gradas y visualicé el primer día
que lo conocí, cayendo torpemente de ella, él me miró teniéndome su mano y aquel fue el primer
tacto que tuve con su piel. Ardía, ardía no volver a sentirlo nunca más.
Yo solo quería saber que había sacado de su bolsillo aquel chico.
Subí cada grada y me dejé caer en una donde caía la sombra, me acomodé a horcajadas, puse mi
mochila entre mis piernas, intenté sentir el calor de su suéter, pero no era lo mismo, no se sentía
igual, no me proporcionaba la calidez que sus brazos me brindaban.
Lloraba destrozada, ¿dónde estaba él para decirme que no me dejaría sola?, ¿que no me dejaría
caer? Lloré y nunca escuché el « aquí estoy».