Jalisco, 17 de noviembre 1976
Anoche visité a mi pequeño hermano Matthew, él es una versión mía cuando era pequeño, según mi madre quien osa presumir a su más pequeño hijo, alegando que ambos tenemos un gran parecido. No puedo saber si eso es verdad, mi padre quemó todas las fotografías en las que aparezco de pequeño, me dijo que la culpa fue mía. No entiendo porque dijo eso, he hecho todo lo que ha querido, me comporto continuamente de manera decente; cuido mi manera de hablar o vestirme, si tenemos visitas me encierro en mi cuarto y permito que papá presuma a Matthew como su mayor orgullo, mientras los observo a distancia.
Mamá dice que no le tome demasiada importancia, pero sé que al igual que a mí, no le agrada que papá no me quiera de la misma forma en como lo hace con mi hermano.
Hace semanas dejé de intentar ganarme su cariño, de esforzarme para que papá vea en mí lo que ve en Matthew. Esta mañana volví a visitar a Matthew en su habitación. Me sorprendió encontrarlo despierto. Sus manos se encontraban en los barrotes de madera de la cuna, sus ojos verdes me miraron de una forma en la que solo los bebés pueden mirarte... ternura, sonrió y balbuceó al verme. Quería tomarlo entre mis brazos, arrullarlo y hablarle como solía hacerlo, cuando era únicamente un recién nacido. Sin embargo no fue así, lo observé con odio, deseé volcar la cuna junto con Matthew, le susurré que lo odio por elegir nacer en mi familia. Me alarmé por haber dicho esas cosas, no soy así. Corrí de su habitación, y me prometí a mí mismo no pensar de esa forma hacia mi hermano.
Las promesas no funcionan, hace un rato Ana preguntó por mi hermano, el simple hecho que Ana lo nombrara, provocó que me lanzara sobre ella e intentara estrangularla. Por algún motivo sonreí por lo que estaba haciendo, los profesores me separaron de ella, me aplicaron un correctivo por mi violento comportamiento. No funcionó, continúo creyendo que Matthew es mi enemigo y no me arrepiento de haber lastimado a Ana.
Sé que algo está ocurriendo conmigo. Me aterra pensar que al entrar a casa el mismo sentimiento de odio continúe allí, negándose a dejarme, provocando que haga algo malo a mí hermano.
Trato de aclarar mis pensamientos y me concentro en lo que ocurre dentro de casa. Papá llegó mucho antes de lo que imaginé, creí que llegaría cerca del anochecer. Está molesto, grita a mi madre pidiendo saber por qué no he llegado a casa, sabía que entretenerme tanto en el parque traería consecuencias.
No quiero que grite a mamá por mi culpa, pero mi cobardía me impide moverme de mi lugar, no quiero que mi padre me encierre de nuevo en el sótano, no me gusta ese lugar, es mejor que no entre ahora. Estando en el sótano ocurren cosas malas, ese niño siempre está allí, susurrándome cosas, atormentándome y habla mal de Matthew. Creo que he estado escuchando sus acusaciones hacia mi hermano, quizá ese es el motivo por el cual mi actitud hacia Matthew esté cambiando. Es culpa de él que yo no vea a Matthew como un simple bebé inocente, ¡su culpa!
Miro a papá desabrochar los botones de su camisa con torpeza, quitársela y arrojarla al suelo.
—José, la ropa...
— ¡Que importa la ropa! —Le interrumpe papá—, ¿Cómo es que no fuiste por ese niño?
—Tiene siete años, puede venir solo —mamá levanta la camisa del suelo y la cuelga en la silla de madera—. No puedo salir con Matthew, él bebé no puede enfermarse. ¿Acaso pretendes que enferme al niño?
El tono de voz que usa mamá hacia mi padre le ha molestado, lleva ambas manos a la cabeza y tira las puntas oscuras de su cabello.
— ¿Qué pretendes?—Le riñe—, ¿culparme si el niño enferma, únicamente porque te he mandado a recoger a Bemory?
—Yo no...
—No seas tonta. Puedes dejar al niño dormido —se ha enojado con facilidad, mamá lo nota. Agacha la cabeza y entrelaza sus dedos—. Dejas que Bemory, haga lo que le plazca, ¡Lo estas maleducando!
—No José, Bemory es un hijo ejemplar, es inteligente —eleva la voz, sabiendo que eso lo enojará aún más.
Niego con la cabeza. No soy ejemplar y no obstante si lo fuera, mi padre siempre me repetirá lo torpe e inútil que soy. Desde que tengo uso de razón, se ha dignado a recordarme el gran estorbo que represento para él. Sé que me quiere o, al menos lo demostraba cuando era un bebé, según las palabras de mi madre.
—Hijo ejemplar, que absurdo —ríe sin gracia—. ¿No debería estar aquí sí así lo fuera?
— ¡Basta!, es solo un niño, debe estar con sus amigos.
Me siento en el amarillento césped, cruzándome de piernas. Los gritos de ellos dos aumentan. Mantengo mi vista en la ventana, preguntándome si debería entrar ahora o esperar que papá suba a su cuarto y se calme estando un rato solo.
— ¡Lo dejaré en el sótano! —grita con odio, consiguiendo estremecerme.
— ¡Esa no es la forma! —noto el miedo en su voz.
No podrá evitar que me lleve, sé que terminaré en ese sótano.
— ¡Por favor, no hagas eso! —suplica, oh mamá, yo tampoco quiero que lo haga, sin embargo es papá quien manda en la casa y hará lo que quiera conmigo.
Me remuevo impaciente de mi sitio, ¡No quiero ir al sótano!, estar en ese lugar empeoraré, no quiero estar allí. Pido mentalmente que mamá evite que sea llevado a ese lugar.
No he hecho nada malo.
—Esto no está a discusión, corregiré a ese niño.
Un gran ruido dentro de la casa consigue sobresaltarme, papá debió haber arrojado algo, segundos después escucho la última advertencia de mi padre; prometiendo que pasaré la noche en aquel oscuro lugar.
No hay nada que pueda hacer.
Exhalo, dejo escapar el aire de mis pulmones, provocando un humo blanco, como si estuviese fumando. Acerco mis manos al humo antes de que este consiga esparcirse entre el frio aire que agita los árboles con violencia. La temporada de frio se acerca, las personas caminan por la calle; cada uno con abrigos, gorros de lana que cubren sus cabezas. Los niños juegan atrapándose entre ellos, mientras sus padres los observan con diversión. ¿Por qué papá no es así?, comúnmente llega tarde, en ocasiones ebrio y el poco tiempo de descanso que tiene lo dedica a Matthew. Me gustaría recordar, cómo me trataba cuando era un bebé.
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Editado: 17.07.2020