Las miradas se cruzan, se enredan, se esquivan, se sostienen.
Las miradas conocen el camino para encontrarse y, como lo saben, toman otras rutas. ¿Qué piensan los dueños de aquellos ojos, que se niegan a encontrarse? ¿Qué creen que piensa el otro?
Una sonrisa se escapa, a regañadientes. Una sonrisa cansada y un poco dura, como si hubiesen olvidado cómo sonreír.
Los ojos se conectan, fugaces, y la sonrisa se borra.
Los rostros serios pretenden que no se conocen.
Los rostros serios se niegan, se evitan, por más que las miradas tiren y tiren, y no paren de tirar en esa dirección.
Los ojos se esconden, preocupados.
Los ojos se encuentran, aliviados.
Han visto la sonrisa y han creído lo que quisieron creer.