Broken

4: Sonríe, es gratis

—Buenas.

Al principio su voz me sobresaltó, pero poco a poco fui relajándome de nuevo. Abrí los ojos y miré hacia abajo, observando a Bel con la mochila al hombro y las manos en sus bolsillos. El viento alborotaba su cabello rojo, y le daba un aspecto encantador. Era bastante guapa.

—No sé qué tiene de buenas—le dije.

Soltó un suspiró y miró detrás de ella.

—Escucha, no sé qué fue lo que hice, pero lo siento ¿vale?

—No tienes porqué disculparte. Nada de lo que sucedió es tu culpa.

No lo era. Ella no era adivina para saber que mi vida era un asco, así que no la culpaba por el hecho de mostrarme precisamente esa canción. En fin, de igual forma yo ya tendría que haber aprendido a superarlo. Bajé del árbol con una lentitud impresionante, cuidando de que los golpes no me dolieran más de lo que ya lo hacían. Sacudí mis manos en mi uniforme y me acerqué a ella. Su mandíbula cayó abierta formando una perfecta “O” mientras me miraba el rostro, y las manos.

—Santo cielo, niña, ¿Qué has hecho?—preguntó.

Sacó un pañuelo blanco de su mochila y se acercó lentamente, para limpiarme el rostro. Era extraño, me sentía bastante indefensa y expuesta mientras dejaba que me limpiara, pero agradecí el gesto. No deseaba que todo el mundo me viera el rostro manchado de sangre.

— ¿Por qué te has salido de clases?—le pregunté.

Se encogió de hombros.

—La clase era una verdadera tortura, y el profesor pidió que alguien viniera a por ti así que… Me le adelanté a mi hermanito—dijo, con una sonrisa.

Asentí. Uff, más agradecida estaba de que fuese ella y no “Jackie” quien se hubo atrevido a seguirme. Primero, porque eso le daría una razón más para creer que entre su hermano y yo pasaba algo, y segundo, porque no quería seguir soportando su sonrisita estúpida. Tomé mi mochila y me la colgué al hombro, y le devolví el pañuelo a la chica. Iba a lavárselo, pero ella me dijo que no había problema.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?—soltó de pronto.

—Está bien.

Podía imaginar de qué iba su pregunta.

— ¿Qué se traen tú y mi hermano?

¡Bingo!

—No sé a qué te refieres—mentí.

—Venga, claro que lo sabes. ¿Pasa algo entre ustedes dos?

Suspiré.

—No, no pasa nada.

Belinda suspiró, claramente decepcionada.

—Ya, que mala suerte. Me hubiese encantado llamarte cuñada, o algo—dijo, encogiéndose de hombros de nuevo—Supongo que tendré que conformarme con tenerte como amiga.

—No somos amigas—le solté.

Ella se encogió de hombros y entrelazó su brazo con el mío.

—Lo somos. Nadie más de este inmundo colegio me agrada, así que sí, eres mi amiga—dijo.

—Ese comentario te ha hecho sumar un punto en la escala de nuestra fulana amistad, pero debo insistir: No me conoces.

Si ella odiaba al resto del mundo, quizás se parecía un poco a mí. Y si se parecía un poco a mí, quería decir que podíamos llevárnosla bastante bien. Pero había un detalle, y es que yo era una persona bastante cerrada, bastante inestable. ¿Cómo mantienes una amistad así?

—Eso no importa, sé a primera vista que no eres como Melanie, y eso para mí es una maravilla. No podría decir lo mismo de muchas chicas por aquí.

—Entiendo…

—Bien. ¿Desde hace cuánto conoces a mi hermano?

—Ayer.

—Oh. ¿No sientes nada por él, no?

—Lo conozco de ayer.

—Sí, ya te he oído, te pregunté si sentías algo por él.

Puse mis ojos en blanco.

— ¿Cómo sientes algo por alguien que conoces de 24 horas?

Se encogió de hombro.

—Existe el amor a primera vista, ¿sabes?

Bufé.

—No creo en esas tonterías.

—Pues bien, porque mi hermano es una mierda. —No pude evitar mirarla perpleja mientras decía aquello. —Ya, sé que te dije que me encantaría llamarte cuñada, y es así, eres diferente a las plásticas, se te nota por encima. Pero no puedo negar que Jack es un jodido Don Juan; para él la “fidelidad” es un tipo de comida para perros, o algo así. La última vez que una de mis amigas terminó involucrada con él, mi rostro fue aplastado por una puerta. Literalmente. Estuve dos semanas en el hospital tratando de convencer al médico de que me hiciera una cirugía plástica porque mi nariz estaba completamente destrozada. No me la hizo, obviamente, soy menor de edad, pero en fin. El punto es que, si vamos a ser amigas, me alegra de que no sientas nada por él aunque quisiera. Porque, si vamos a ser amigas, mi trabajo es evitar que te lastimen. ¿Vamos a ser amigas verdad?

Nunca me habían dicho una frase tan larga en toda mi vida. La miré en silencio por unos segundos, sin saber realmente qué contestar.




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