Tal y como Tareck había predicho, la asquerosa escena se repitió frente a sus ojos. Cinco días exactos en los que vislumbró terriblemente ofuscado como esos dos empezaban lo que podría catalogarse a todas luces como un genuino idilio amoroso. De lunes a viernes los vio pasear por los diferentes módulos del colegio, ambos intercambiando miradas cómplices.
Saul aprovechando el menor atisbo de distracción en el menor para tomarlo firmemente de la mano, lo mismo cuando se hallaban en la cafetería, sentados uno frente al otro y compartiendo todo tipo de anécdotas, comentarios superfluos sobre los gustos de cada uno, así como el evidente coqueteo entre cada gesto.
Caricias imperceptibles se hacían presentes en la menor oportunidad por parte de Saul, quién, valiéndose de su ruin faceta de seductor, acortaba cada tanto las distancias entre ellos para susurrar palabras que lograban arrebatar sonrisas y sonrojos al crédulo rubio.
Cada sonrisa, cada rubor y cada mirada enamoradiza captada por los ojos de Tareck Lennox, equivalía a un nuevo revoltijo estomacal anexado a las fuertes e irresistibles ansias por terminar con semejante espectáculo exhibicionista.
El ambiente distante con Noah había despertado deseos ocultos en él. Ganas por generar un sufrimiento indescriptible en uno y otro. Sin embargo, había hecho erradas suposiciones iniciales, creyendo falsamente que Noah se convencería por sí mismo de la clase de patán, arrogante y frívolo que era Saul Clifford.
Supuso, de manera falaz, que Noah terminaría alejándose por cuenta propia, que mantendría su distancia y eventualmente dejarían de frecuentarse.
Pero que estúpido había sido...
Claramente Noah sería acreedor de un buen castigo por sus acciones. Por comportarse como un cualquiera delante suyo, mientras que a él...
¡A él lo había rechazado infinidad de veces!
A pesar de haber intentado acercarse por todos los medios posibles, había acabado del mismo modo, defraudado, herido y molesto.
Experimentando un tic de irritación en su ceja derecha, producto del recibimiento afectuoso de Noah hacia el pelinegro, Tareck procuró calmarse al hincar las uñas en las palmas de sus manos.
Viró hacia su casillero y se concentró visualmente en el interior del cubículo metálico que guardaba recelosamente cada una de sus cartas anónimas. Catorce sobres que albergaban sus sentimientos hacia el bello ángel que ahora se enredaba en los brazos de un simple cualquiera.
Todas sus misivas las había introducido en el casillero de Noah.
Tres sobres a la semana, acompañados de algún obsequio banal, chocolates, arreglos florales, bombones confitados, perfumes importados y alguna pieza de joyería, todo lo cual Noah rechazó vez tras vez, ya fuera obsequiándolos a alguien más o simplemente dejándolos intactos fuera de su casillero.
Una sola vez leyó una de sus cartas y.… se había reído.
Se atrevió a burlarse de él y sus sentimientos.
Pero Tareck no se dio por vencido y decidió darle otra oportunidad, a la cual siguieron trece más, todas fallidas.
Entonces vino el reencuentro. Había decidido dejar de observarle desde las sombras para ser partícipe de una reacción directa. Fue así como terminó presentándose en una ocasión. Y maldito fuera dicho acercamiento, porque fue lo que marcó su fatídico destino.
Desde el primer día que lo había visto, Tareck había quedado prendado de su belleza, de su mirada inocente y esa sonrisa brillante, capaz de competir con el sol mismo. Y si de lejos Noah era bellísimo, de cerca lo era diez veces más.
Tan encandilado había estado que no reparó en su burdo error que le costaría una dolorosa indiferencia. Quería pedirle su número, nada más, un paso a la vez, pero su torpe lengua se había trabado hasta volverse una copia auténtica del vil tartamudeo de su prima, lo mismo que sus pensamientos se volvieron discrepantes e inconexos. Para cuando Tareck quiso darse cuenta, la invitación al baile de graduación había salido de su boca, propiciando la negativa contundente que dio Noah después.
No había vuelta atrás.
En aquel momento se dijo que lo prudente sería recopilar información de todo tipo, analizar, estudiar y observar cada aspecto en la vida de Noah para no cometer el mismo error más tarde. Investigó su domicilio, sus calificaciones, se hizo con su correo electrónico, lo vio inclinarse más por la comida chatarra y los postres que por cualquier otra cosa, supo discernir cada uno de sus gestos hasta el punto de lograr anticipar en qué momento Noah bostezaría, reiría o se ruborizaría.
Al cabo de unas semanas, estaba preparado para un nuevo acercamiento, no obstante, quiso ser racional, enviar una nueva misiva escrita que de igual forma terminó en la basura. El rechazo había sido anticipado de nueva cuenta.
De esta manera Tareck había decidido hacerle experimentar a Noah el mismo rechazo multiplicado al máximo. Y lo había conseguido, poniendo a sus amigos en su contra, pero al verlo sonreír una vez más mientras se dejaba envolver en los brazos del oportunista Saul Clifford, comprendió que no había sido suficiente.
Noah requería una disciplina más seria. Solo así entendería, que con Tareck Lennox no se juega...
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Editado: 17.01.2024