Browbeater (intimidante)

Capítulo 10

Su cuerpo tiritó inevitablemente cuando Saul oprimió la compresa con hielos sobre su mejilla. Sentía el frío calándole la piel del rostro, pero no fue suficiente incentivo para que levantara la mirada. Desde que Saul le pidiera tomar asiento, lo único que había hecho había sido mirar la superficie de la mesa como si fuera el objeto más interesante en la faz de la tierra. La verdad, por supuesto, era otra, una muy diferente que osaba ocultar su vergüenza al saberse en casa ajena.

—Eso bajará la hinchazón.

Noah asintió mecánicamente, dio las gracias y jugueteó con sus manos en señal de claro nerviosismo. No era para menos, estaba en la casa de Saul Clifford, siendo atendido por él y sometido a un escrutinio profundo que no hacía más que acrecentar sus, ya de por sí, crispados nervios.

El trayecto había sido silente. Luego de que Saul reparara en el cardenal que se había formado cerca de su pómulo, había entrado con expresión furibunda a su apartamento, buscado en cada escondrijo, pese a las insistencias de Noah de que el responsable no había entrado, que solo lo siguió algunas calles tras intentar robarlo.

¿Qué más podía decirle?

Ya había tejido una nauseabunda telaraña de mentiras desde el primer día en que Saul le ofreció su ayuda afuera del colegio. Desde entonces Noah no había dejado de mentir, lo había hecho una y otra vez con el firme propósito de repelerlo. Pero ahora era diferente, si antes mentía para alejarlo, actualmente mentía para evitar que se apartara de su lado.

Sabía que irremediablemente lo haría al enterarse de su penosa situación.

Además, si antes no lo miraba con lástima, lo haría al darse cuenta de todo, de cómo día con día su vida se había ido fragmentando, de cómo sus seres queridos y amigos se habían apartado de él, de como ellos lo acusaban y amedrentaban.

De como él lloraba y lloraba...

—¿Tus padres? —saliendo de su profunda meditación, Noah atinó a mover los labios, sin articular nada.

Hasta que se forzó a hacerlo con un ligero pellizco junto a la rodilla.

—Ellos...ellos. —su voz se fue apagando hasta volverse un susurro lejano—. Murieron. —confesó, sin querer entrar en detalles, notando como Saul le devolvía la mirada entre sorprendido y escéptico—. Mi padrino no está en la ciudad, viaja constantemente para escribir novelas. Ahora mismo no he podido contactarlo, pero...

—¿Llamaste a la policía? —Saul contuvo su frustración al ver a Noah negar suavemente—. ¿Por qué? ¿Cuántas veces han intentado asaltarte? ¿Por qué mierda no me dices nada? —finalizó con los puños firmemente apretados y los labios rígidos.

Odiaba sentirse impotente, y más detestaba no haber estado allí cuando Noah lo necesitaba.

—No sabía lo que iba a ocurrir. —objetó Noah con el rostro ligeramente ladeado, el golpe aún punzaba, pero no se comparaba en nada con la sensación de asco que lo invadió al saberse sometido. Ya había tomado una decisión, y aunque no era la mejor ni más prudente, por lo menos le ayudaría a pensar claro sus siguientes pasos—. Voy a dejar la escuela.

—¡¿Qué?!

—Dejaré de asistir unos meses y cuando reúna lo necesario, me iré a otra zona de la ciudad.

—¡¿Estás escuchándote?! —más alterado, Saul se volvió hacia la barra hincó las uñas en los extremos y razonó cada palabra oída—. Puedes vivir aquí. Solo estamos mi hermano y yo, además él está ocupado todo el tiempo por sus estudios.

Noah, incrédulo por la propuesta, siguió mirando el mantel.

—No quiero ser una carga para ustedes...

—Nadie dijo que lo fueras. —tajó el pelinegro—. ¿No piensas preguntarme por mis padres?

Noah parpadeó, ruborizándose cuando Saul se aproximó a la mesa y tomó asiento junto a él.

—¿En dónde están tus padres? —apretó los labios al verse reflejado en las irises oscuras.

Saul sonrió de medio lado, ya fuera con ironía o en auténtico regocijo.

— Mi mamá se fue de la casa cuando todavía éramos unos niños. —relató—. Mi papá era alcohólico y desde que ella se fue, no hizo más que empeorar cada día. —su nuez de adán ascendió ante los retazos difusos del recuerdo—. Se embriagaba en los bares, nos dejaba solos y cuando regresaba no hacía más que querer descargar su furia en nosotros...

Horrorizado, Noah abrió más los ojos, boqueó, sintiendo perder el habla por aquella confesión y de pronto, de pronto deseó que parara, no quería saber nada más, pero sus labios no estuvieron de acuerdo con sus pensamientos.

—Él te...

«¿Golpeó?»

—No. —negó Saul y por unos instantes su mirada se volvió opaca—. Ian recibía el castigo en mi lugar. Una y otra vez, hasta que un día me harté de oír sus gritos, me cansé de tener miedo y de vivir escondido en mi propia casa, oculto en el armario o bajo la mesa, rogando que no pudiera encontrarme.

Noah bajó la mirada.

—¿Qué hiciste?

—Lo denuncié. —respondió Saul tomándolo de las manos para transmitirle un mínimo atisbo de confianza—. Ian se emancipó y aunque estamos solos, todo ha mejorado. Ahora dime. —endureció la mirada y afirmó los nudillos del rubio entre sus manos—. ¿Quién te está persiguiendo? ¿Es algún conocido?




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