—P-Por aquí. —balbuceó, doblando en uno de los pasillos, caminando a pasos cortos y pausados.
El anciano se sostenía difícilmente de la pared mientras apoyaba su otro brazo en el hombro de la muchacha.
—C-Casi llegamos. —Thalía se frenó en seco, mirando en ambas direcciones con cautela.
Estaba tan asustada que, por momentos, se olvidaba incluso de cómo se respiraba.
Había bajado al sótano tras haber escuchado aquel lúgubre ruido, y casi sufre un infarto al encontrar al pobre hombre mayor atado en una silla, sangrando y delirando a causa de la inanición y los golpes. Thalía había querido huir, seguir sus impulsos cobardes, subir corriendo las escaleras, apagar las luces y fingir que no había visto nada. Pero el cargo de consciencia era más fuerte, mucho más fuerte. Tanto, que ni siquiera le preocupó el ser descubierta por su primo.
Tareck…
Él era extraño, se comportaba siempre de forma misteriosa, jamás comía con la familia y desde que había llegado de visita a la mansión meses atrás, no hacía más que permanecer en su recámara encerrado con su computadora por horas y horas.
A Thalía no le molestaba su rutina en lo absoluto. Solo hablaba con él cuando era estrictamente necesario, aunque ahora...
Ahora no estaba segura de qué pensar.
—Ha-Hay un e-escalón. —tartamudeó, sujetándose de la barandilla al descender.
El adulto arrastraba a duras penas las piernas, no dejaba de agradecerle a cada segundo. Sin embargo, Thalía se limitaba a hablar solo lo estrictamente necesario. Podría llamar a la policía, pero al hacerlo estaría yendo contra las normas de su propia familia.
—¿En dónde estoy? —Jonathan trató de fijar la mirada en la oscura calle, pero de nada le sirvió. Estaba mareado y enfermo, apenas si podía caminar.
—T-Tome. —con manos temblorosas, Thalía depositó unos billetes de dólares entre las de Jonathan —. Perdón… —repitió lo mismo varias veces mientras retrocedía, dejándole varado en la calle.
Jonathan se quedó de pie, desorientado y temeroso de ser interceptado nuevamente.
***
—Noah... —lo miró dormir sobre la camilla, semi rígido, sus párpados vibrando constantemente a causa de las pesadillas. Pero lo que terminó por turbarlo aún más fueron los golpes en su rostro.
Por un segundo, Saul no supo de sí. Oprimió sus labios en una mueca de odio e impotencia. Hasta dónde tenía entendido, habían sedado a Noah debido a su insistencia por salir del hospital. Hablaba incoherencias, pedía disculpas a sus padres por haber intentado acabar con su vida.
Le pedía perdón a él por romper su promesa...
Irónico.
Todo era malditamente hilarante, empezando porque el hecho se suscitó a raíz de su partida. De haberse quedado ahí, quizá esto no habría pasado.
No había sabido, tampoco pudo ayudarlo. Esa era la única verdad. Hiriente, pero cierta.
—Quienquiera que lo haya hecho. —se acercó a la camilla y apartó unos mechones rubios del rostro de Noah. Acto seguido se inclinó y lo observó fijamente, recorriendo cada golpe y cicatriz plasmados en su faz—. Lo pagará muy caro.
***
Saul entró hecho una furia. No veía rostros, sino sombras, no oía murmullos, sino burlas.
Risas a uno y otro lado. Pero en realidad nadie estaba riendo.
Era allí donde había ocurrido todo. Poco a poco las imágenes se agolparon en sus pensamientos. Había estado tan ciego todo este tiempo, pero la venda se había caído en su totalidad. Lo veía todo muy claro.
Las gafas oscuras, los constantes retrasos, la ausencia de la mochila.
Sus puños se cerraron en automático. Si hubiera espabilado mucho antes.
Le recordó vistiendo aquel atuendo femenino, hurgando en los contenedores de basura, rehusándose a ingerir la comida.
El odio se acumulaba en su interior, y ansiaba desbordarse pronto. Era como veneno quemando su interior.
Noah riendo, después llorando. Siempre apartado del resto, tan solitario y roto.
—Saul... —Ava vaciló en acercarse, viendo en la expresión del pelinegro un deje sanguinario, vengativo. Se quedó de pie, titubeando frente a él, hasta que Oliver y Lucas también los interceptaron en la entrada.
—¿Saul? —preguntó Lucas, desconcertado por la mirada hostil de su compañero.
Saul miró en derredor, atento al mínimo movimiento.
—Quiero que me ayuden con algo.
***
—No me sorprende que no viniera. —comentó Zoe en tono despectivo, disfrutando en demasía de la brisa que alborotaba su larga cabellera rubia a cada paso que daba.
Cora caminaba a su lado, cabizbaja e insegura, pensando en todo momento en el terrible desplante de Saul delante de ella. La había hecho a un lado, sin más, tan solo la dejó botada en la fiesta para buscar a Noah, sin darle oportunidad alguna de acercarse a él o conversar.
—Ojalá no viniera nunca más. —deseó, apurando el paso hacia el baño.
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Editado: 17.01.2024