Poco a poco su mirada se tornó vidriosa. Quiso levantarse inmediatamente de la cama, pero Brahim lo detuvo en apenas un parpadeo.
—Por favor, Noah. Recuéstate, él estará bien.
Noah atinó a asentir y posteriormente dirigió una larga mirada a la camilla de junto. Jonathan acababa de ser ingresado.
Y no lucía bien en lo absoluto...
***
Permaneció dos interminables horas oculto entre las sombras, siempre a la expectativa y con el objetivo fijo en mente.
No se oía ruido alguno en el exterior, ni tampoco podía divisar luz alguna proveniente del interior de la residencia. Todo estaba calmo, demasiado.
De un momento a otro, sucedió. La puerta se abrió lentamente para dar paso a la muchacha de larga cabellera negra y pálida tez, quien arrastraba dificultosamente una bolsa de basura hasta la acera contraria.
Saul aprovechó la mínima distracción para escabullirse al interior. Un descuido, dos segundos, tres parpadeos.
Y ya estaba dentro.
***
—Jonathan… Padrino… —caminó tambaleante hacia la camilla con los ojos rasos de lágrimas. Era real, no era un sueño ni mucho menos, verdaderamente su padrino estaba allí, herido, pero a salvo.
Se sujetó de los barrotes laterales del colchón y gimió quedito al ver como su ancho pecho subía y bajaba entre cada inhalación y exhalación que hacía.
¿Cómo había podido escapar? ¿Tareck lo habría liberado?
Noah guiñó para aclararse los ojos y se aferró con delicadeza al cuerpo de su padrino, ansiando que despertara cuánto antes para pedirle disculpas por no haberlo ayudado. Todo era culpa suya después de todo.
—¿Noah?
Se apartó despacio de la camilla. Aquella voz no era la de Jonathan. Poco a poco se volvió hacia la puerta, desde dónde Brahim le había llamado. Noah se incorporó de su sitio, la sorpresa, la incertidumbre y el temor hicieron mella en conjunto cuando vio al hombre uniformado, alto, fornido y de tez extraña. Junto a ellos y esbozando una sonrisa tenue, estaba Ian Clifford.
***
El soplo del viento susurraba constantemente a su costado. Torbellinos de tierra y hojarasca se levantaban por el caminillo de grava frente a la fuente de mármol.
Y Saul se vio forzado a agacharse cuando la muchacha de ojos perlas regresó de su corta travesía. La vio perderse en uno de los pasillos, rápida y ligera, pero terriblemente despistada.
Pensó por un momento el camino a tomar. El lugar era amplio en demasía y tiempo era lo último de lo que disponía. No podía, por tanto, inspeccionar habitación por habitación. Corría el riesgo de ser pillado a la mínima oportunidad posible, un diminuto descuido y todo se iba a la basura.
«¿Hacia dónde?» miró consternado en derredor. Había unas diez puertas tan solo en el primer pasillo, sin embargo, y cuando pretendía observar más de cerca, la tercera se abrió...
Y salió Hagler Lennox.
***
—Debe ser esta. —Brahim tomó la pequeña grabadora que yacía oculta bajo la computadora portátil. Estaba tan nervioso, que le temblaban las manos.
Había costado mucho convencer a Noah de que hablara, de que confiara en que todo iría bien y no lastimarían a nadie. Noah estaba tan trastornado con ello que se mostró renuente a hablar en un comienzo, a delatar a quién le había hecho tanto daño.
Al final no era quién, sino quiénes, pero había alguien en particular que merecía la mayor sanción de todas, un demente obsesivo, un acosador, un criminal que simulaba ser un inocente.
—Encienda la cinta. —pidió Karl Hauz.
Ian concentró la mirada en el pequeño objeto. Karl era un antiguo compañero y actualmente ocupaba el cargo de oficial. Había recurrido a él para que les proporcionara ayuda. Saul estaba bien, pero podía hacer una tontería si no se apresuraban.
Tomando un par de inhalaciones, Brahim oprimió el botón.
—Aquí va. —el resto no hizo más que escuchar el secreto que yacía tan recelosamente guardado.
***
Lo siguió silenciosamente a lo largo del corredor. Sigiloso, calculador, distante y reflexivo. Hagler iba ataviado con una bata de dormir, y parecía ajeno al entorno. Su mirada grisácea estaba fija en un punto en el suelo, a diez metros de dónde se encontraban.
Saul vaciló en dar otro paso, se apoyó de espaldas a la pared velozmente y aguardó a que el adulto abriera la puerta inferior oculta bajo la alfombrilla. Posteriormente lo oyó deslizarse suavemente escaleras abajo, fue en ese momento que se precipitó rumbo a las habitaciones para inspeccionar.
Dentro de la primera puerta, yacía Thalía Lennox, durmiendo plácidamente de costado. Silenciosamente Saul cerró la puerta y recorrió de igual forma el resto de las habitaciones. La última era la de Tareck, lo supo cuando, al hurgar entre los cajones de la cómoda, se encontró con nada menos que varios retratos enmarcados de Noah. Fue entonces que Saul oyó pasos en el exterior. Presuroso, fue a cerrar la puerta y se dirigió prontamente al escritorio donde yacía una pila de libros junto al computador portátil. Lo encendió, y una mueca de disgusto surcó sus pálidas facciones al dar con una de las pestañas anexadas al historial.
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Editado: 17.01.2024