Dolor.
Para ese entonces habían pasado años desde la última vez que sentía aquello.
Mucho dolor.
Este no era físico, era mucho peor, porque no existían medicinas, remedios, pociones o cuidados que pudieran mitigarlo. El fuego de mi interior me estaba quemando viva desde que escuche salir esas palabras de la boca de mi nuevo maestro.
El funeral fue horrible, era uno colectivo, de muertos en batalla, tuve que escuchar durante horas como rendían homenaje a los valientes brujos que dieron su vida por el aquelarre.
Los llamaron héroes.
Luego de esa tortura mente mis sentidos estaban saturados, no quería ver a nadie, solo quería gritar y llorar, como una vez lo hice al perder a mi familia.
Pero ya no era una niña, no era una ingenua niña a la espera de que alguien se apiadara de su alma. Era una adulta que se había graduado de una de las academias más importantes de magia, con el más alto de los honores.
Era una adulta que recibía una de las peores noticias cuando creía que ya había alcanzado su propósito.
Como ya no podía lidiar el dolor llorando, lo hice de la única forma en que lo hacen los adultos. Me embriagué, lo hice durante una semana, mis sentidos olvidaron el dolor de perder a la persona que más amaba.
Yo era miserable otra vez.
—¿Ya terminaste con la autodestrucción? —dijo Kai una mañana.
Ahora que no era mi maestro de combate, estábamos en el mismo rango.
—Porque me estoy cansado de ver tu asquerosa cara de borracha —siguió.
Estábamos en mi casa, era un desastre, a pesar de que siempre había sido pulcra, desde que la conseguí durante mis años de estudiante. Ahora se encontraba con restos de comida y botellas en todas partes. Olía asqueroso
—Ya lárgate —conteste con voz patosa seguido de un montón de frases sin sentido y lamentos indescifrables. Él escucho cada cosa pacientemente.
Kai era realmente guapo, un brujo de miles de años que podía controlar a gusto la edad física que aparentaba, cabello azabache como el mío, piel porcelana y facciones masculinas marcadas. Sus ojos cafés eran realmente intensos.
En medio de mi borrachera pude apreciar por primera vez que era un hombre, un apuesto hombre que estaba lidiando con mi estupidez.
Sigo sin entender como me aguantó tantos años.
—No voy a dejar que te hundas en tu miseria.
Luego de esas palabras me arrastró a la ducha y lavó con cuidado a pesar de que el agua estaba helada. Cuando estuve vestida y sentada en mi cama, me dio de beber un brebaje de sabor asqueroso.
Era bueno para la resaca.
Lo observe recoger el desorden de mi casa en silencio.
—¿Por qué haces esto?
El me regalo una sonrisa divertida.
—Ya te lo dije —respondió—. Necesito una compañera de batalla.
—Espero algún día comprender tu obsesión por eso.
***
Con el tiempo no solo entendí porque Kai estaba tan obsesionado con ellas, también la volví mía.
Durante un par de años hice una vida normal, como bruja graduada con honores tuve muchos trabajos de un lado a otro, conocí personas, hice contactos, tuve muchas aventuras de una noche.
Creo que esas ultimas llenaban momentáneamente vacíos que no podía llenar nadie más. Rendirme a las pasiones fue algo que me mantuvo cuerda. El sentirse deseado daba cierto tipo de poder que en mi juventud disfrutaba.
También ayudaba a personas y criaturas que no podían pagarme, pero lejos de cualquier motivo altruista que creían que tenía solo lo hacía para sentirme mejor conmigo misma. Nivelar el karma.
Una parte de mi creía que haciendo aquello, dejarían de pasarme desgracias.
Cumplí treinta años, estos fueron acompañados por la visita de mi viejo amigo, que reclamaba una antigua promesa.
—Vengo por mi compañera —dijo como saludo.
Solo pude reír y llamarlo de la misma forma, realmente era una de las pocas promesas que había hecho, la cumpliría costase lo que costase.
Además, Kai era el amigo más viejo que tenia.
—Reconozco el potencial en cuento lo veo —admitió cuando le pregunte porque me había escogido y esperado todos esos años.
Así fue como el pelinegro y yo nos embarcamos en una aventura que no tenía nada de lindo, las batallas fueron feroces y crueles. Ambos teníamos lo justo para enfrentarlas, mucho poder.
Mucho dolor dentro de nosotros.
Aunque no me lo dijo todos esos años que compartimos juntos, sé que el también cargaba con la muerte de un amor. Lo veía en sus ojos cada vez que tocábamos el tema, cada vez que veía a una mujer pelirroja.
Despues de tantas batallas nos volvimos invencibles.
Literalmente leyendas.
Nuestros dotes de lucha mágica fueron conocidos por todas partes, los brujos nos admiraban y temían por partes iguales, sabían que una batalla con nosotros estaba asegurada para el bando en el que participáramos.