Prólogo

Año 1400 a.C.

Muchos han escuchado la historia de cómo la iglesia quemaba a las brujas en la hoguera, pero ésta misma fue la responsable de ocultar la verdad de lo que pasó en Salem. Se ha dicho que fueron millones de brujas que murieron quemadas en la hoguera, pero la verdad es muy diferente, las mujeres que murieron quemadas, fueron inocentes y algunas, simples experimentos de la misma iglesia. Pero, ¿por qué asesinar tanto por unas brujas? Aquellas cuatro mujeres que terminaron quemadas en una estaca; formando una hoguera; no eran cualquier tipo de brujas o de mujeres, eran las cuatro brujas originales y las cuatro matriarcas de las familias más poderosas del mundo antiguo y actual. Aunque aquellas familias han prácticamente desaparecido, aún hay algunas en el poder, no podemos decir que todas, aunque tampoco podemos negarlo.

En Salem, y alrededor del mundo, la iglesia siempre ha querido dominar, inculcan su religión, crean corderos para ser manipulados a su antojo, nunca nadie se ha impuesto ante su poder, hasta que descubrieron el secreto de las familias originales de Salem. Cazaron a estas mujeres por décadas, asesinaron a niñas, jóvenes y madres inocentes, solo para ocultar el control que ejercen sobre la población. Cada papa en el vaticano, se ve obligado a escribir la verdad en un pergamino, ocultarla en lo más profundo de éste lugar, hasta que el siguiente papa lo encuentre y continúe su misión. Pero en 1400 sucedió el evento que la iglesia estaba esperando tanto, oyeron que el hijo de Dios pronto iba a bajar a la Tierra, pronto iba a venir a poner orden, el Vaticano sabía que no eran solo rumores, sabían que ese momento iba a llegar, pero desde que el primer papa tomó el poder, la misión cobró sentido, tenían que asesinar a las brujas para que el hijo de Dios descendiera de los cielos. Por años los intentaron, sin lograr avances, hasta que el rumor se volvió realidad, aquello que antes era un simple susurro en las bocas de los pocos creyentes del cristianismo, ahora eran gritos que atormentaban las puertas del Vaticano. Pietro, el papa a cargo del momento, sabía que él era el destinado a acabar con las brujas, pero no tenía ni una sola pista de ellas, solamente había abusado de su posición asesinando inocentes, una vez que entró en cuenta de lo que debía hacer, no le quedó más que acudir al ángel más precioso que ha podido existir, al mismo que expulsaron del cielo, Lucifer.

Lucifer nunca había sido convocado a la Tierra, desde el momento en que fue desterrado, Dios lo obligó a hundirse en la culpa y arrastrarse en el mismo infierno por toda la eternidad, sufrir los pecados de cada ser viviente en la Tierra, repetir su destierro una y otra vez. Y en la Tierra nunca se había convocado a un ángel, mucho menos a uno de tan alto rango y tan alejado del plano terrenal, Pietro sabía que la única manera de convocar a un ángel, era por medio de una bruja, y no cualquier bruja, la hechicera celestial, la bruja más poderosa que ha pisado la tierra, la única que posee un poder propio. Era imposible que un papa y una bruja trabajaran juntos, aunque todos tenemos un precio, la enemistad que existe entre la iglesia y las brujas trasciende el dinero, así que Pietro se vio obligado a ir él mismo a buscar a su vieja amante y engañarla de la peor manera.

Pietro y Taris, tenían un pasado, habían estado enamorados cuando jóvenes, pero ahora, cada uno había tomado su bando, y debían respetar sus destinos y creencias, aunque al corazón nunca se le engaña, y su amor era fuerte, por más lejos que estuvieran, éste crecía cada vez más. Cuando Taris abrió la puerta y vio a Pietro, su instinto fue asesinarlo, pero de su boca no pudo salir ni el más simple hechizo. Pasaron la noche juntos, cada uno faltó a su promesa, Pietro traicionó a la iglesia, pero también al mismo Dios al acostarse con una bruja, un demonio encarnado en el cuerpo de la belleza. Una vez que Taris dormía tranquila en el pecho de Pietro, él sacó del bolsillo de su pantalón un pequeño fragmento del mismo árbol de la sabiduría, bendito por el mismo Dios, que fue entregado al Vaticano por el mismo ángel Miguel, para que lo ocultaran y nunca lo utilizaran, era la comunicación directa entre Dios y la Tierra, fue ocultada con el pergamino de cada uno de los papas anteriores. Era prohibido usar aquella rama, aquel que la usara iba a recibir un castigo peor que el de Lucifer mismo. Pero Pietro no dudó en usarla, la colocó sobre la piel de aquella bruja, la fuente de poder más fuerte para el resto de brujas, la explosión que hubo en aquella habitación casi asesinó a Taris, la debilitó lo suficiente para que Pietro pudiera llevarla al Vaticano. Taris no pudo defenderse, por más hechizos que salieron de su boca, ninguno tenía efecto, ahora el poder de Dios corría por sus venas, debilitándola cada vez más, ella sabía que, al tocar esa rama, las cuatro brujas restantes iban a quedar expuestas, sin fuerza, pero no pudo hacer más que ver cómo los soldados destrozaban el aquelarre más fuerte que ha existido, a las tres mujeres con las que ella había crecido y aprendido sus habilidades. Pietro utilizó esa distracción para obligar a Taris a convocar a Lucifer, la mujer no pudo resistirse, el dolor que le causaba solo de estar cerca de lo que quedó de la rama, era insoportable. Taris sabía que al convocar a Lucifer iba a abrir una puerta que había sido cerrada siglos atrás, una puerta que impide que los demonios puedan entrar a este plano, incluso sabía que, si decidía morir, Pietro iba a usar su cuerpo para invocarlo, así que decidió hacerlo, pero todas las brujas son tramposas, al igual que sus hechizos. Invocó a Lucifer, y con su último aliento, le arrebató el pequeño trozo de madera de la mano al santo padre, para así lograr su último hechizo, convirtió al papa Pietro en la puerta entre el mundo de los demonios y el plano terrenal, pero su hechizo no actúo de inmediato, por lo débil que se encontraba, aunque, a fin de cuentas, funcionó.