Alejandro y Jason llevaban varias horas en la habitación del joven Wintt, Jason esperaba a que Alejandro reaccionara, tenía al menos veinte minutos sentado en la cama, con la mirada fija en la pared, Jason no quería molestarlo, sabía que tenía mucho qué pensar, toda la vida de él había sido una mentira. Además, Jason también necesitaba tiempo para procesar lo que el papa Santiago le había confesado, su vida también había sido destruida, pero al menos, su padre no era el ángel de la muerte. Ambos estaban disfrutando el silencio, pero no podían seguir así, debían enfrentar lo que estaba pasando, tenían que buscar la manera de frenar a Han y Santiago, sea lo que sea que estaban planeado, iban diez o al menos veinte pasos delante de ellos.
Jason sabía que a las brujas que había ayudado a liberar, no les había ido bien contra Han, si no hubieran vuelto por ellos, o al menos él. Las brujas nunca habían sido de confiar, pero nunca quedaban en deuda con nadie, el joven Wintt sabía que si no hubiera sido por Han, Jessica lo hubiera liberado. Fuera lo que fuera que les hizo, no debió ser algo bueno, al momento, eran las únicas aliadas en las que podía pensar, no tenía cómo enfrentar a su padre y la directora solo, Alejandro apenas estaba descubriendo sus poderes, no podía confiar en que él lo fuera a salvar, además, no conocía de todo este mundo al que recién entraba, tenía que aprender muchas cosas. Jason conocía un hechizo muy sencillo con el que podía pasar toda la información de cerebro, a la de otra persona, pero eso dejaría a Zarzakovich aún más perdido, debía procesar todo a su tiempo. Jason no quería dejarlo, sentía que ambos tenían algo en común, sus mundos se habían derrumbado con solo una mezcla de palabras, y en un período muy parecido de tiempo, ninguno de los dos tenía a dónde ir, pero ambos querían detener una catástrofe. Jason estuvo pensando en el libro que su padre tenía en la oficina, hablaba de todos los demonios que existen, pensaba que eso le podría ayudar en algo a Alejandro, al menos, a conocer un poco sobre su padre, y quizás de él mismo. Ambos habían decidido quedarse en el Vaticano, porque sabían que ningún padre los atacaría y Han y Santiago se habían ido, no sabían dónde, pero ya no estaban ahí y algo les decía que no iban a volver pronto.
—Ya vuelvo, voy a traer algo de comida y un libro que creo que te va a ayudar. —dijo Jason y se levantó de la cama, para después salir de la habitación.
Alejandro soltó una pequeña sonrisa, parecía algo forzada, pero la amabilidad de Jason logró que al menos soltara una sonrisa.
El joven Zarzakovich pensaba en todo lo que había pasado en unos pocos días, pensar que las personas que lo criaron no eran sus padres, le rompía el corazón, su madre; la mujer que creyó era su madre; siempre lo apoyó en todo, incluso cuando su padre se burló de él por querer ser papa, y ahora se enteraba que su madre nunca fue ella, ni siquiera sabía quién era su verdadera madre, pero el hecho de pensar que su padre era el mismo ángel de la muerte, le hacía poner los pelos de punta. Cuando Alejandro enfrentó a su padre, prácticamente su cuerpo estaba respondiendo por sí mismo, como que algo en su interior le decía qué hacer, sus poderes se activaron solos, él no hizo nada para que se activaran, pero ahora, sentía ese poder correr por sus venas, no era como que quisiera corromperlo, era como si fuera parte de él, como que algo siempre estuvo dormido en su interior, y ahora finalmente había despertado, pero, ¿a qué costo? Su vida era una mentira. No podía dejar de pensar en eso, su vida fue un engaño, pero no podía culpar a nadie, él mismo tomó por sentado que el ángel que le hablaba en sus sueños era un mensajero de Dios, él era el que se había hecho esas ilusiones, que ahora solo eran eso, ilusiones. Alejandro sentía que su corazón estaba destrozado, pero sentía algo en su interior que lo hacía sentir bien, como que finalmente su vida cobró sentido.
El joven Zarzakovich se puso de pie, analizó su ropa, estaba quemada y sudada, la salida del Garg no había sido fácil, recorrió la habitación y revisó con su mirada cada centímetro del lugar, era espacioso, olía muy bien, y estaba perfectamente ordenado. No conocía muy bien a Jason, pero estar en esa habitación lo hacía sentir como que lo conocía de toda la vida. Fue al armario del joven Wintt, abrió una de sus gavetas, sacó una camisa y la olió, el aroma era exactamente el mismo que Jason emitía, como si ni siquiera hubiera lavado la camisa. Lo que Azrael le había dicho a Alejandro, no dejaba de darle vueltas en la cabeza, ¿en realidad de le gustaba Jason? Nunca se había hecho esa pregunta, nunca se interesó en nadie, solamente quería servirle a la iglesia, su madre le había dicho que había varias chicas que querían hablar con él, y tal vez empezar una relación, pero a Alejandro nunca le interesó, él solo pensaba en conocer el Vaticano. Pero no puede negar que cuando Jason lo llamó “guapo” se sintió extraño, nadie nunca lo había llamado así, mucho menos un hombre, pero Jason no lo decía como si lo sintiera, en la cabeza de Alejandro sonaba como si fuera casi una burla. Zarzakovich nunca se había preocupado por su físico, el joven caminó y se posó frente al espejo que tenía Jason en su habitación, se analizó de pies a cabeza. No se consideraba obeso, ni delgado, más bien, grueso, esa era la palabra que lo describía. La imagen de cuando curó la herida de Jason vino a su cabeza, el hombre tenía un abdomen musculoso. La duda invadió el cuerpo de Alejandro, si realmente sintiera algo por Jason, ¿le correspondería? Nunca había intentado nada con nadie, y mucho menos con un hombre, no sabía mucho de Jason, pero juzgando por su físico era obvio que buscaba a alguien igual a él. Además, Alejandro era el hijo de un demonio, uno de los más fuertes que existe, y Jason se dedica a asesinar demonios, si al menos existiera la mínima posibilidad de ellos llegar a ser algo, sus personalidades los separaban. Algo que le había enseñado los años que leyó la biblia, era que de los físicos no había que enamorarse, pero de este nuevo mundo, no sabía nada.