Astoreth no estaba viajando por el mundo por querer hacerlo, no podía estar más de dos días en el mismo lugar, correría el riesgo que Astaroth apareciera en cualquier momento. Sabía que Olsen la protegería, pero ella misma era lo suficientemente fuerte como para asesinar a Olsen, aunque podría ser un poco difícil.
En este momento, Olsen y Astoreth se dirigían al Vaticano, después de ver la liberación de los demonios, sabían perfectamente que Astaroth estaba armando sus tropas, el Vaticano era un lugar seguro, donde podían estar al menos hasta que pasara la primera ola de ataques, además, Astoreth aún tenía ciertos asuntos a tratar con el papa Santiago.
Al llegar, la puerta del lugar estaba abierta de par en par, Olsen invocó un arma a sus manos, una especie de espada, pero hecha de magia oscura, el hombre colocó delante del demonio, entró al lugar y se encontró con un baño de sangre, miles de padres y monjas muertas, había sangre por todo el lugar, entrañas desparramadas en el suelo, algunos no tenían piernas, otros, tenían sus cabezas abiertas, dejando ver todo el cráneo roto y el cerebro abierto. Algunas monjas estaban abrazadas, pero sin cabeza, simplemente los cuerpos enrollados. Olsen y Astoreth levitaron para evitar pisar todo la sangre y cuerpos, se movieron hasta las escaleras que llevaban a la oficina del papa.
Arribaron donde el papa, y nuevamente, la puerta de la oficina estaba abierta, había sangre en ella. Olsen volteó hacia Han en espera de su confirmación para que entrara, lo único que recibió fue un asentimiento de cabeza. El señor Dynomarc entró al lugar, había otro baño de sangre en el lugar, al menos cinco padres muertos había, sangre en las ventanas que opacaba la luz que quería entrar. Olsen se movió hacia el escritorio de la oficina, debajo de éste estaba el papa Santiago, un aruñazo enorme pasaba por todo su cuerpo, una especie de bestia lo había atacado, Santiago apenas se movía, sostenía un arma nueve milímetros en la mano, al ver a Olsen, bajo su defensa.
—¿Qué pasó? —pregunta Olsen al papa, mientras lo levanta.
—Demonios Belwok. —contesta el papa apoyándose sobre el hombro de señor Dynomarc.
Los demonios Belwok era una especie agresiva, asesinan por diversión, disfrutan ver la sangre de sus víctimas y una vez la ven, desean más. Son del al menos dos metros de altos, tienen dos piernas con garras de oso, brazos humanos con garras también, un cuerpo peludo y una cabeza humana con cuernos, se mueven tan rápido que a veces ni con un hechizo logran verlos. Siempre andan en manadas de cincuenta o más, pesan media tonelada, cuando atacan, utilizan su peso y su velocidad para hacerlo. Se mantienen en una especie de jerarquía, si matas al jefe, todos se rinden, pero el jefe nunca se mueve con ellos, siempre está escondido esperando las ofrendas de sus súbditos. Asesinar a un Belwok conlleva al menos cinco brujas, si un humano se encuentra con ellos, nunca podría sobrevivir.
—Pensé que este lugar estaba bendecido. —dice Olsen.
—Lo estaba, después de… —el papa apenas tenía aire. —Después de todo lo que he hecho, fuimos abandonados por Dios.
Olsen saca al papa de la oficina, una vez afuera, Santiago se congeló al ver a Han frente a él, sabía que Astoreth quería asesinarlo por la traición que había cometido.
Han volteó su mirada hacia Olsen, el señor Dynomarc pasó su mano sobre las heridas de Santiago y las sanó al instante. El papa recuperó el aire y se postró ante Astoreth, suplicando su perdón.
—Levántate. —le dice Han al papa. —No vengo a asesinarte, no por ahora.
—Gracias mi señora. Lamento todo lo que hice, jamás…
—Cállate. —interrumpe Han. —Si alguna vez vuelves a pensar en traicionarme, ni siquiera un Belwok te hará sufrir lo que yo. —escupe el demonio.
—Por supuesto mi señora. —contesta el papa. —¿En qué les puedo ayudar?
—Veníamos a escondernos acá. —dice Olsen.
—¿Esconderse? —pregunta el papa completamente desconcertado.
—Astaroth nos está buscando. —aclara el señor Dynomarc.
—Pero su magia está conectada. —empieza a decir Santiago.
—Sí, descubrimos una forma de mantenerme fuera del radar, algo que creo, no te importa. —contesta Han.
Los tres presentes, comienzan a caminar hasta bajar las escaleras y analizar el baño de sangre frente a ellos.
—Mi señora, si Astaroth abrió las fosas, va a tener ojos en todas partes. —dice Santiago.
—Los demonios también me obedecen a mí. —interrumpe Astoreth. —Si mi deseo es no ser descubierta, ellos deben cumplirlo.
El lugar se llenó de silencio. El olor a muerte comenzaba a ser molesto para las narices de los presentes.
—¿Nadie sobrevivió? —pregunta Olsen.
—No. Yo apenas pude sobrevivir. —contesta Santiago.
El papa parecía más cansado, no podía negar el terror y la tristeza en sus ojos, todo su imperio se había caído frente a sus ojos y en ese mismo momento se enteró lo pequeño que era para la guerra que se avecinaba. Santiago llevaba su túnica blanca cubierta en sangre.
—Debo ir… —dice Han.
—No, Astoreth, no puedes ir. La bruja dentro de ti es tan débil que podrías quedarte encerrada. —contesta inmediatamente Olsen.