Annie Wilters siempre había sido una chica que hacía todo lo que sus padres le decían, incluso cuando ésta no estaba de acuerdo, siempre quiso complacer a sus padres, hasta cuando tenía que elegir universidad y carrera. La chica todo lo hacía para mantener a sus padres felices, aunque a veces esto le costara su propia felicidad.
Hacía unos años la chica Wilters se estaba cansando de que sus padres decidieran sobre su vida, en la casa de los Wilters había peleas y discusiones diarias, los padres de la chica estaban preocupados por la chica, creían que alguien le estaba metiendo ideas erróneas en la cabeza. Annie quería empezar a vivir su propia vida, desde hace mucho tiempo que lo quería, pero nunca había tenido el valor para enfrentar a sus padres, los amaba, pero también la aterraban.
Una noche, la chica estaba estudiando es su habitación, toda la casa estaba oscura, solo estaba ella y su madre, su papá había dicho que se tenía que quedar en una cena de negocios, a su madre y a ella les pareció normal, era muy común que su padre no estuviera en las noches en la casa; o en el día. Eran casi las cuatro de la mañana, Annie no se había percatado de la hora, la chica empezó a guardar todo en su escritorio, luego apagó las luces, sacudió las sábanas de su cama pero antes de lanzarse sobre ella, escuchó los frenos de un auto frente a su casa; de seguro era su padre; pero la chica quería confirmarlo, por lo que se asomó por la ventana para ver a su padre besando a su tía; la que todos creían vivía al otro lado de la ciudad; se besaron por varios minutos, luego su padre entró a la casa. Annie lo escuchó caminar por las escaleras hasta el cuarto de su madre.
Aquella noche la chica Wilters casi no pudo dormir, su padre siempre había asegurado amarlas sobre todas las cosas, pero sus acciones decían lo contrario, era como si ya no lo conociera más. Miles de pensamientos acribillaron la cabeza de Annie; quería irse de la casa con su madre, quería irse ella sola, quería suicidarse. Pero no fue hasta en la mañana cuando vio a su padre que la idea correcta llegó a su cabeza. Mientras ella y su madre desayunaban, Annie se disculpó y se fue para la habitación de su padre, lo despertó de un movimiento, luego le contó todo lo que había visto. Annie prometió no decirle nada a su madre, con la condición de que empezaran a dejarla vivir su propia vida. El señor Wilters no tuvo otra opción más que aceptar.
Annie sabía que con lo que había hecho casi estaba apuñalando a su madre por la espalda, pero era la única manera de salir de esa casa, quería irse, conocer el mundo, empezar a vivir, y nunca iba a poder hacerlo si sus padres la controlaban. Amaba a su madre, la quería tanto que daría la vida por ella, pero en algún momento tenía que decidir si ella o su madre, y en este momento la decisión estaba más que clara.
Por muchas semanas Annie pareció tener que convivir con una total extraña, ella misma, hacía cosas que nunca antes siquiera se le hubieran pasado por la cabeza. Pero un día, mientras caminaba por la calle con un batido en una mano y su celular en la otra algo la desconcertó. Miles de cuerpos flotantes en el cielo no dejaban de mirarla fijamente, cada vez la cantidad de cuerpos aumentaba y con ellos las miradas aterradoras, la chica casi sentía que le hablaban. En aquel momento Annie comenzó a correr por toda la calle, se metió en diferentes locales, pero nadie parecía ver lo que ella estaba viendo, todos la veían como si fuera un fenómeno. Lo único que la chica Wilters pudo hacer, fue devolverse a su casa, quería contarles a sus padres, pero ellos reaccionarían de la misma manera que todos aquellos en los locales.
Pasaron varios días y Annie no salía de su cuarto, tenía las ventanas cerradas, estaba completamente a oscuras, no quería siquiera hablar con sus padres. La chica investigó, pero cada vez que tecleaba en el computador, algo más desconcertante encontraba, leía los libros que tenía, pero todo la aterrorizaba cada vez más. Cuando sus padres la obligaron a salir de la habitación, la chica no dejaba de gritar locuras por lo que el señor Wilters no desaprovechó la oportunidad de clasificarla como loca y querer internarla en un manicomio, de esa manera jamás podría chantajearlo más. Pero cuando iban camino al manicomio; la madre conducía; Annie saltó del carro y corrió por la calle, en segundos fue atropellada por un carro frente a un hospital.
—No, no quiero que mis padres me olviden. —le decía Annie Wilters a Evangeline.
Annie, Eva y Kevin se las habían ingeniado para salir del hospital, la chica Wilters batallaba con aceptar que era una bruja, por lo que los hechizos no funcionaban al cien por ciento. Kevin no quería preguntar nada, pero estaba aterrado de estar cerca de las chicas, quería irse, pero también tenía curiosidad de lo que fuera que estaba pasando.
Annie quería su vida propia, pero no una completamente diferente, no podía ser una bruja, ellas solo existían en la televisión y libros de terror, pero ahora aquella chica junto a ella le decía que era una bruja, era imposible. Annie Wilters quería seguir negándolo, pero no podía hacerlo, era obvio, podía ejecutar hechizos, no podía negarlo más. Aunque eso no quería decir que podía aceptarlo, ni mucho menos entenderlo. Necesitaba procesar todo lo que estaba pasando, pero Eva no dejaba de insistir que no tenían tiempo.
Kevin simplemente caminaba con las chicas, analizaba todo lo que pasaba, miles de preguntas rebotaban en su cabeza, pero ninguna de las cuales siquiera pudiera gesticular. El chico no podía ocultar que se preocupaba por Eva, que la quería, pero todo lo que estaba pasando era como de una película, incluso no estaba seguro si era real o no. Pero Kevin quería mantener su promesa de no hacer más preguntas de las necesarias, quería ayudar a Eva, aunque eso lo estuviera volviendo loco.