La existencia de los magos negros siempre ha sido una leyenda para los escépticos, historias inventadas por gente que tiene gran imaginación hacía lo paranormal y el ocultismo, dejándose convencer por testimonios antiguos. Se describe que estas personas oscuras atacan de muchas maneras, artes oscuras aprendidas por las tinieblas y una forma muy común de atacar a alguien es mediante los sueños. Sueños tan reales que terminan al despertar.
Los brujos se juntan en los bosques y hacen cadenas circulares, nombran palabras poderosas y oscuras, mientras mantienen a su víctima dentro del círculo. El fuego los rodea y la noche es testigo de sus crímenes hacia la luz. En esta ocasión, una joven inocente está atrapada dentro del círculo, quién llora despavorida al mirar a un hombre moreno, robusto y asqueroso, sonriendo victorioso, ya qué, la chica dentro del círculo, había descubierto sus crímenes oscuros.
Vivían en ciudades diferentes a ocho horas de distancia de un estado a otro. El hombre no había tenido el placer de conocerla en persona, pero, si la tenía atrapada en un círculo de personas con poderes ocultos, significaba que se había enterado de alguna manera, que ella había descubierto la verdad, de un lugar que usurpaba la luz con mentiras. Nunca pronunció su nombre, porqué no lo sabía, pero, amenazaba a la fémina diciéndole que la atormentaría en sueños hasta que regresará a su secta.
La muchacha lloraba, pidiéndose a si misma despertar de aquella pesadilla tan horrible y real. Pedía al Padre fuerza y protección para zafarse de aquel ritual, implorando invisibilidad para escapar; sin embargo, la invisibilidad no llegó y tuvo que soportar imágenes horrorosas plasmadas en su mente unos minutos más, los cuales le parecieron una eternidad.
Sin previo aviso pudo salir de aquel circulo de personas con túnicas negras. Nunca pudo ver sus rostros porqué eran cubiertos por una capucha muy ancha. Al despertar en su oscura habitación se sintió a salvo, pues miraba el techo blanco de su lecho; sin embargo, miró de reojo que no estaba sola, a su lado derecho al lado de su cama, una silueta similar a los magos negros cubiertos con su túnica negra, le contemplaba sin moverse; estuvo a punto de pedir ayuda a su compañera de cuarto con un grito de pánico, al recordar que si gritaba, podría ser contraproducente su pedida de auxilio porqué no era propio gritar a las tres de la mañana por una sombra en su lecho. Recordó qué, su compañero canino dormía plácidamente a su lado, en su propia cama.
— Sí él no ladra es porqué no existe… — Se dijo. — Si él no ladra es porqué no existe. — Dicho esto, cerró los ojos con fuerza girándose hacía el lado izquierdo de su cama y oró con la ansiedad y el miedo a flor de piel, que toda oscuridad desapareciera de su habitación; sin el valor de comprobar que estaba a salvo.