Año 4, Mes 3, Día 7 D.G
Lady
La tierra árida y el polvo se levantan con la fuerte brisa que se manifestaba a esas horas de la tarde; una brisa fresca, tierna, en contraste con el caliente sol del desierto.
El desierto está sumido en silencio, en dónde miles y miles de kilómetros a la redonda solo hay tierra, una carretera vieja y un desolador paraje que no tenía fin.
Solo desolación y tristeza han sido anclados en el mundo, después de que la guerra terminó.
O eso, es lo que se cree.
La guerra, ¿Qué había sido del mundo antes de la guerra? Era un lugar "tranquilo", dónde las elites más altas lo habían gobernado, y que, por desgracia en sus luchas por la ambición, se habían llevado consigo a la humanidad.
Una humanidad vacía y carentes de ambiciones –lo cual, si se analiza bien, no habría sido una peligrosa ni grandiosa pérdida–, habían luchado de la mano con aquellos que solo querían tener poder y el control total del mundo...uno que ya casi no existía.
Ya ha pasado mucho de ello, y muchas almas quedaron allí, enterradas entre las arenas del desierto y lo olvidado de la carretera.
El silencio se mantiene sin precedentes en la "ciudadela", el nombre que los "dueños de la guerra" le pusieron a su fortaleza, llena de dolor, riqueza y poder.
Siempre, el maldito poder.
Sin embargo, el mundo no quedó solo a la merced de la mafia –la facción ganadora de una guerra sin cuartel y con clara desventaja social– sino que, aún quedan vestigios de lo que en algún momento se les llegó a llamar la Resistencia. Pero, ¿Quiénes son estos? Son el bando contrario de la mafia; un grupo que cada cuanto arman sus escándalos solo para que los "Dueños de la guerra" salgan de su fortaleza, y así, iniciar otro derramamiento de sangre sin sentido.
Esta vez no iba a ser diferente, pienso con una sonrisa mientras manejo mi auto Ferrari Portofino descapotable rojo, el cual se redobla en las curvas de la carretera empolvada, dejando que el aire choque contra mi cara y eleve mi cabello, por la fuerte brisa del momento.
El auto no va vacío ya que junto conmigo están 3 personas más. De igual modo, tampoco vamos solos, ya que tras de mí se movilizan otros tres Jeeps Wrangler Van color negro, los cuales se aproximan a gran velocidad a una Minivan que está estacionada a un lado del camino, tratando inútilmente estar escondida tras unos matorrales secos.
—¿Es ese el auto? —Hablo a la vez que derrapo el vehículo a un lado del camino y me bajo del mismo de un salto, sin siquiera abrir las puertas. —Los demás presentes, aseguren el perímetro y verifiquen que estemos solos a un radio de 5km, ¡Vamos! —Los Jeeps se detienen tras de mí, y los chicos comienzan a obedecer mis órdenes, mientras observo la camioneta estratégicamente detenida a un lado de la carretera.
—Pues, según los informes hackeados de la Resistencia... sí, es este. — El hombre que está en el asiento de copiloto baja del auto mientras examino unos papeles y se acerca a la Minivan. — Una Camper Van azul marino, a un lado de la carretera...—Él saca una navaja maestra de sus vaqueros rotos y empieza a hacer pericias hasta lograr abrir una de las compuertas laterales del auto.
Esta abre del todo mostrándonos una pequeña vista al gran arsenal armamentario que se encontraba dentro: desde revólveres calibre 38, hasta AK-47, pasando por escopetas Beretta, y rifle de francotirador. Salto emocionada y me quito el chaleco negro dejando a la vista un top de satén con tirantes que me llega a un poco más abajo de los pechos y un shorts negro de látex que me llega a la mitad del muslo, acompañado de unas botas de cuero del mismo color que me quedan a la rodilla.
—Wow jefa...Menos mal que somos de confianza, de no ser así...habría pasado algún problema entre nosotros. —Mike, mi copiloto me sonríe entre socarrón u divertido, antes de sacar una Magnum Colt Python 357 del auto y entregármela.
No había terminado de salir de su mano cuando se la quito y le apunto con la misma en la cabeza; los demás chicos se detienen de sus tareas y observan la escena con algo de gracia expectante y divertida, mientras le hago un exámen a mi acompañante, o mejor dicho, a mi mano derecha.
Sus ojos café se posan sobre los míos con diversión y confianza, su cabello negro liso y algo largo le roza el cuello y se revuelve por la brisa; su tez es morena y sus labios delgados contrastan con su mandíbula fina, pero de estilo varonil, el cual se ve adornado con el rastro de una incipiente barba naciente, producto de nuestra estadía fuera de la base. La contextura de Mike es gruesa y su altura es bastante considerable, sin embargo, para mí, él es la personificación de la confianza; a pesar, de que a veces hace comentarios que me provoca vaciarle un cartucho completo en su cabeza.
Digamos, que mi carácter es bastante volátil, y él lo sabe.
¿Y lo peor? Le encanta jugar con eso.
Él porta el uniforme que casi todos en el grupo cargan: vaqueros azules raídos en las rodillas y camisas de lino semiabiertas a la altura del pecho en dónde se deja ver una pequeña marca "LR" tatuada a la altura de su corazón.
La marca que indica que pertenecen a La Rebelión.
¿Y quien es La Rebelión? Pues digamos que somos un grupo toca pelotas que nos encanta jugar con la paciencia de la Mafia y la Resistencia, solo por estar aburridos.
Sí, esa es la definición que ellos tienen de nosotros.
¿Y quien soy yo para cortarles la inspiración con esa patética idea sobre nosotros?
¡Ah sí! La maldita jefa de la Rebelión.
Y ahora, es el momento de partir unas cuantas cabezas solo por...diversión.
Sonrío ante ese pensamiento y le quito el seguro al arma. Él no se inmuta, mientras que todos los demás están esperando con expectativa, más no con miedo.