Los minutos transcurrían de manera lenta y tortuosa, la pequeña Lilian no dejaba de llorar, de la misma manera que Elena no dejaba de sollozar, tanta tristeza le había sido contagiada a Jessid, quien intentaba consolar los corazones de las chicas.
Después de un tiempo, la puerta de esa habitación se abrió, permitiéndoles a los chicos ver lo que había sucedido con Jimena. A juzgar por el gesto de los médicos encargados, ellos hicieron todo lo posible, se encontraba estable.
A sugerencia de la enfermera, se le permitió a Lilian ir a ver a su madre, mientras su corazón se tranquilizaba un poco. La enfermedad de Jimena no tenía solución, eso era evidente, sus síntomas se habían agravado en demasía sin que hubiera cura para su mal.
Ella se había encontrado sola durante demasiado tiempo, se había centrado tanto en su hija que se olvidó de sí misma, además, no tenía conocimiento de con quién podría dejarla; en el corazón de Jimena estaba la esperanza de recuperarse para permanecer al lado de su hija hasta que ella pudiera valerse por sí misma.
Esa esperanza le había sido arrebatado un par de días atrás, al igual que el futuro de su hija.
—¡Elena, mira! —exclamó Lilian en un tono alegre de voz.
Eso era porque su madre estaba consciente de todo lo que sucedía, se encontraba bastante bien, solo tenía sed. Se alegraba de ver a su hija a su lado, saber que aún podía solucionar las cosas. Su corazón no estaba lleno de miedo, sino, de una paz gigantesca.
Al entrar a la habitación junto a Jessid, ella notó cómo el semblante de Jimena había cambiado, no hubo rastro de una persona enferma, sino de una alegre, completamente recuperada. Los ojitos de Lilian decía que era un milagro, que sus oraciones habían sido escuchadas y que podría estar con su madre un poco más de tiempo.
—Elena —balbuceó Jessid con dificultad mientras tomaba a su compañera por uno de sus brazos, ella necesitaba un poco de apoyo físico en ese momento.
—Dejémosla con su madre un rato, deben pasar tiempo juntas —dijo con una sonrisa muy chica.
—Pero antes de eso —afirmó sacando una carpeta con el documento que era necesario firmar.
En ese archivo se le concedía la custodia a Elena mientras la situación de Lilian se definía junto a su padre, si llegaba a ser el caso en el que él no la reconociera como su hija, ahí la custodia sería completamente de la joven abogada.
—Te debo una —dijo en un hilo de voz.
Ella aún se encontraba atónita por lo que estaba sucediendo con Jimena.
Después de solucionar ese pequeño detalle que, de seguro, les salvaría el trasero dentro de poco, ellos decidieron alejarse de madre e hija, para pensar cada uno de sus movimientos; además que ambos sabían cuáles eran las cosas que sucederían en las próximas horas.
—Estás segura, ahora sí… Ven aquí —dijo Jessid conociendo a la perfección la ola de sentimientos que arrasaban a Elena.
Ella no tenía necesidad de decirle nada a su compañero, pues él la conocía de tal forma que las palabras no eran necesarias en su relación. Ambos, a juzgar por los casos que vieron con anterioridad, lo que sucedía con Jimena era lo que se conocía como: «lucidez terminal» esa era una pronta y milagrosa recuperación de un paciente en estado terminal… solo que, no duraría mucho.
—Es injusto —decía Elena con un hilo de voz. —¿La viste? ¡¿acaso viste lo feliz que estaba Lilian cuando vio a su madre así?! ¡¿Cómo le podríamos decir a un niño que era una falsa noticia?! ¡Jimena va a morir!
Por más que Elena se quejara sobre las injusticias de la vida, Jessid la veía en silencio, sabía que ella no solo estaba afectada por lo que Lilian sentiría en ese momento, sino en todo lo que sucedería con ellas a partir de ahora. En el momento en el que Jimena muriera, Elena dejaría de ser una sola persona y se convertiría en dos.
Desde que él la conoció, ella alegaba demasiadas veces que lo último que le gustaría hacer era traer hijos a este mundo a sufrir. Ella no se sentía con la capacidad adecuada de cuidar de un pequeño ser.
Su amiga, su compañera, estaba asustada de tener que enfrentar todo eso sola, además de que no tuvo ninguna clase de aviso; Lilian simplemente llegó a la puerta de su casa trayendo esa mala noticia.
—Elena, cariño. Respira ¿Sí? Te dije que estábamos los dos en esto, así que lo estaremos —afirmó Jessid con serenidad. Intentaba darle la paz que sabía, Elena necesitaba en ese momento.
—Es difícil, ¿Sabes? Estoy asustada —afirmaba en medio de sus sollozos.
—Shoganai —dijo en un susurro.
—¿Shoga qué cosa?
—Shoganai, significa que debemos aceptar lo que no podemos evitar, dejar que las cosas marchen a su propio ritmo, que fluyan, sin tener culpa de lo que ocurrió; que, al final de cuentas, no es algo que podamos controlar. —respondió acariciando la mejilla de su compañera, ella lo veía con detenimiento intentando comprender lo que decía. —Esto es algo que ninguno de nosotros pudo evitar, por lo que, depende de nosotros lo que haremos después de esto.
Elena no tenía nada para decir, su corazón estaba doliendo demasiado en ese momento, y se culpaba por no haber llegado antes de la vida de Jimena y su hijita, tal vez, si lo hubiera hecho, todo sería diferente ahora.