Capítulo II
Santiago de Chile, Zona industrial
2 de agosto, 9:10 p.m. 2019. Dos días atrás
Las cosas raramente suceden como uno las planea. Lo experimentamos en la niñez, comenzamos a entenderlo en la adolescencia y nos acostumbramos cuando somos adultos; así es la vida, ¿no? Pensaba que debería ser diferente cuando se planea y ejecuta un operativo policial, pero me equivoqué.
—¿Dónde estás? ¿¡Por qué no me das una jodida señal!? —digo en voz alta, casi gritando.
El tiempo parece ir demasiado lento, los segundos me duran minutos y cada vez que pasa uno provoca que me recrimine por mis acciones, por no haber planeado mejor. Estoy enloqueciéndome sin poder hacer nada atada dentro de este auto, simplemente esperando. Aunque me hice detective para proteger a la gente, para cambiar las cosas que están mal y para demostrarle al misógino de mi padre que soy mejor que él, ahora soy responsable de haber metido a una persona a la cueva del lobo y exponerla a mucho peligro.
Organizamos este operativo con muy poco tiempo para no perder la oportunidad de darle un duro golpe a una organización criminal a la que le sigo el paso desde hace un buen tiempo y, porque presioné demasiado a mi jefe para que lo permitiese. No tenemos suficientes hombres para cubrir todo el perímetro de la fábrica abandonada en donde se lleva a cabo el evento criminal y nos faltan equipos para una mejor vigilancia, estamos prácticamente a ciegas. A Danilo, mi infiltrado dentro de la organización, le ordenaron asistir a esta reunión de importancia en la que iniciarían un nuevo negocio, uno grande y a nivel nacional. Sabemos que hay criminales de alta jerarquía dentro del lugar en este momento, Danilo alcanzó a darnos algunos nombres antes de perder la comunicación. Lo que hace todo muy extraño es que no hay muchos vehículos en los alrededores del sitio de la reunión, seis contando el de Danilo. No entiendo cómo llegaron y cómo se irán si son tantos. Algo no me cuadra.
Así va el primer operativo bajo mi mando. Si sale bien podríamos reducir a nada a esta organización criminal, sino será el inicio del fin de mi corta carrera en la fuerza especial y no habré cambiado nada.
—¡Maldita sea! —suelto con frustración y descargó contra el volante un par de manotazos.
Respiro profundo y me ordeno calmarme. Cierro los ojos en un intento de conseguirlo.
—No nos apresuremos, Mara. Podría haber desconectado o botado el micrófono para no exponerse. Equipo, estén listos para entrar en cualquier momento. Cambio —dice Ángel por la radio, mi compañero.
Por los nervios y tanto silencio había olvidado que tenía mi micrófono activado.
—Equipo Azul, en posición y listo. Cambio.
—Equipo Rojo, en posición y listo. Cambio.
Vamos, Mara, piensa con inteligencia y deja los impulsos. Abro los párpados y me veo en el espejo retrovisor. ¡Al diablo! No puedo continuar esperando, ya podría ser demasiado tarde. Aviso que entraré. Me apeo del auto y empiezo a caminar hacia el edificio abandonado.
—Mara, ¿¡qué estás haciendo!? —pregunta mi compañero por la radio—. ¡Me lleva! Equipos, entraremos de inmediato ¡Vamos, vamos!
—Ya pasó demasiado tiempo. Debemos entrar —digo—. Iré por la parte delantera. Equipo Azul conmigo, el resto con Ángel por la parte lateral.
Hace un frío del demonio que penetra hasta mis huesos y dificulta aún más mi respiración. Escucho la fuerte brisa silbar en mis oídos y puedo jurar que también el sonido que producen mis botas al pisar la grava. Desenfundo mi arma mientras observo los oscuros alrededores. La adrenalina comienza a fluir por mi cuerpo y por momentos siento algo de emoción, realmente está pasando.
Me detengo ante la cerca de ciclón que rodea las inmediaciones de la fábrica.
—No se ven amenazas, el camino está despejado. Solo podré cubrirlos hasta que entren, casi todas las ventanas están selladas con madera. No se ve ningún tipo movimiento como hace unos veinte minutos. Cambio —informa nuestro único francotirador.
Rápidamente los tres miembros del equipo azul me alcanzan y se colocan a mi lado. Están bien armados y al estar encapuchados, como debería estarlo yo, se ven aterradores. Uno de los hombres empieza a picar la cerca para abrirnos camino.
—Espero que no estés cometiendo un error, Mara —dice Ángel—. En posición, casi listos para entrar. ¿Modo de ataque? Cambio.
—Disparamos solo si es necesario…
—Siempre es necesario. Cambio —interrumpe Ángel y libera una corta carcajada.
Escucho al resto de los hombres también hacerlo, ¿todos estamos nerviosos o soy solo yo?
—Entraremos en silencio, les dañaremos la fiesta, haremos unos arrestos y volveremos a casa temprano —dice el líder del equipo azul entretanto me mira y asiente.
Me abre espacio por el corte de la cerca y tomo la delantera hacia las instalaciones. El edificio en ruinas es de tres pisos y muy amplio, debe tener al menos unos doscientos metros de ancho. Sin embargo, el segundo piso es en el único en el que se pueden apreciar luces encendidas, así que sabemos a dónde ir. Rodeamos el estacionamiento, tomando el camino más oscuro, haciéndonos parte de las sombras.
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Editado: 30.04.2023