-SAL DE AQUÍ PERRA!-me grita el vigilante del calabozo, como lo odio.
Ya pasaron tres años desde aquella que decidí hacerme la valiente sin tomar medidas.
A paso normal salgo de ese asqueroso lugar en el que estuve encerrada estos tres años, mi vista sube hasta los ojos del guardia que no dejan de verme con asco, pero no me puedo defender, porque en parte su mirada tiene razón.
Huelo horrible, mi cabello rubio está más largo, pero todo pegajoso por el mugre, si alguien me viera lo ultimo que pasaría por su cabeza es que soy rubia. Mi cuerpo está más delgado, mis uñas ya ni siquiera las puedo ver bien, por qué mis dedos están todos negros, mi cara que antes era blanca está muy sucia del mugre y mis pies con callos, solo hay una palabra para describirme en estos momentos. Asco.
-NO ME MIRES PERRA ASQUEROSA!- grito
Rápidamente bajo mi vista de él hacia al suelo mostrando humillación.
-eres libre, ya has cumplido tu condena para que te sirva de lección- me toma la muñeca bruscamente para ponerme la manilla amarilla para que me dejen salir.
-AHORA LARGO!-me vuelve a gritar, ya estoy acostumbrada a estos tratos así que no siento nada al respecto, ya me parece normal.
Rápidamente salgo, los guardias no disimulan hacer una mueca al verme pasar buscando la salida, tal ves sea por mi mal olor.
Cuando veo una puerta gigante de guardia entrando y saliendo no pienso ni un solo segundo y me dirijo hacia ella
Al pasar la puerta me nubla la luz, causando que mis ojos ardan,
No había visto el cielo en tres años,
Todas las personas se me quedaron viendo con una mueca, todas esas personas están de clase alta ya que el calabozo estaba situado allí.
Busque rápidamente un rumbo conocido hacia mi casa. La calle empezaba hacer de barro es una esquina, me fui directamente hacia ahí.
Camine por horas, los pies ya me dolían y mi boca estaba seca, cuando pude ver un pequeño pueblecito alejado, ese era mi hogar.
Corrí, no me importaba nada más, aleje el dolor de mi mente y me fijé en mi casa, no había cambiado nada, aunque mis padres ya no estaban mi abuela se quedó con la casa y conmigo también.
Toque varias veces pero nadie abría, así que le empece a gritar a mi Abuela para que me abriera.
-YA VOY , YA VOY-grito con su peculiar voz de enojada, tal ves la desperté de su sueño.
Cuando la puerta se abrió, mi abuela aparecía , no había cambiado nada su peinado era el mismo todo lucia igual , pero sus ojos parecían más cansados.
Sin esperar a que me reconociera me lancé hacia ella llorando, todo lo que no pude hacer en el calabozo ya que ni eso me dejaban hacer.
La sentí tiesa al principio pero después se fue relajando y me miró
-DIOS PENSÉ QUE QUE NUNCA TE VOLVERÍA A VER- dijo ella también llorando,
me jalo hacia dentro y el calor de mi casa me acogió en seguida.
Al fin me pude sentir libre verdaderamente.
Los muebles, los cuadros , la mesa, todo está en su mismo lugar, el color beis de las paredes sigue intacto como sino hubiesen pasado tres años.
Mi abuela rápidamente toma sabanas a lo que me la quedo viendo confundida
-¿para que es eso?-preguntó
-Es por tu propio bien- no la entendí hasta uso una de las sabanas para tapar un espejo
"¿Tan mal me veo?"
Y sin esperarse más, me jalo hacia el baño, donde me ayudo a quitar rápidamente la ropa sucia y me empujo hacia la regadera que ya estaba abierta.
Me sobresalte al sentir el agua en mi piel era refrescante... cálida, mi vista se dirigió al suelo, donde de mi bajaba toda la suciedad, como si también el agua pudiera borrarme la memoria de todo lo que había pasado en ese lugar, pero esos recuerdos me perseguirían.
-Toma esto te servirá-me dijo mi abuela atreves de la cortina que nos separaba. Era una esponja para restregar el cuerpo y un jabón casero, sin pensarlo lo tome.
-Gracias-
-me dices cuando acabes para lavarte bien el cabello y cortarlo-
- está bien- quería decirle que yo sola lo podría hacer, pero ella estaba ayudándome y no la quería hacer sentir mal ya que es lo único que me queda.
Dos horas después ya estaba vestida, con el cabello arreglado, mi cuerpo limpio pero aún sin verme.
Mi abuela al ver que ya estaba lista quito la sabana del único espejo que había en la casa.
-ven acércate y mírate-me dijo con voz suave
Hice lo que me dijo y me quede paralizada.
Mis ojos verdes estaban con más color que hace tres años, aunque tenía bolsas bajo los ojos, mi piel más pálida de lo normal, mi cabello se había oscurecido un poco, pero sin dejar de ser rubio, mi cuerpo estaba casi esquelético mis piernas y brazos con hematomas.
No me di cuenta cuando sentí mojadas mis mejillas, mis lagrimas no paraban de salir,
vi a la misma chica de hace tres años con miedo, tristeza y dolor en su mirada.
Quiero ser fuerte, quiero poder ser capa de olvidarme de todo lo que pase, pero por mas que lo intento, mas me estanco en mis miedos
Mi abuela al percatarse de mis lagrimas me abraza y yo me dejo, quiero sentirme otra ves protegida.