Los nervios de Evans comenzaron a hacerse de notar a través de sus pulmones y su respiración agitada.
—Seguramente te llamaría sin querer —Su voz era dulce.
Sonaba a mentira como una catedral pero él no quiso insistir más.
—Estoy en tu puerta —Respondió incómodamente.
Unos segundos de silencio que parecían eternos se colaron por su altavoz. Sin quererlo, se imaginó a una Mar pensativa de su respuesta y sus pensamientos volaron a la desastrosa despedida en aquel mismo portal. Evans notó el calor apoderándose de sus mejillas.
—¿En serio? ¿Qué haces ahí? —Una risa se escapó de su boca.
—Me tenías preocupado —Titubeó rápidamente.
Una sonora carcajada de Mar lo hizo volver a soltar el aire que contenía en sus pulmones de forma inconsciente.
Suspiró.
El sonido de la puerta indicando que estaba abriéndose sorprendió a Evans, así que la empujó y a paso lento comenzó a subir las escaleras del portal. El entrar a una casa que no conocía lo estresaba un poco, desde la muerte de sus padres apenas salía ni quedaba con nadie. A su memoria vino el pasado, como una bofetada de aire frío en la cara, que le hizo temblar.
Volvía a tener 16 años, y estaba en su antigua casa en Escocia.
Era invierno, una noche de tormenta. Su madre había cogido un resfriado y ese día estaba especialmente grave. Su padre, temiendo que fuese una neumonía o algo peor, decidió ir a urgencias. Evans ya era mayor para quedarse en casa, su padre no quería que pasara toda la noche en el hospital. Así que cogieron el coche y le dijeron que lo llamarían si tenían que quedarse la noche allí. Evans esperó un par de horas hasta que cayó dormido en el sofá con la tele encendida. Una llamada lo hizo despertarse, pero al no reconocer el número no lo cogió y puso el móvil en silencio.
Cuando se despertó tenía nuevos mensajes del mismo número que lo había llamado:
'Evans, soy tu tía, contesta
Evans es urgente
¡Es sobre tus padres!
Han tenido un accidente'
Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Evans y como si tuviese un muelle, se levantó de golpe.
Sacudió la cabeza, intentando mantener esos horribles recuerdos alejados de él.
Una puerta en el primer piso se encontraba entornada, con la media cara de Mar asomada. Su rostro lucía tan incómodo como el de Evans, era una situación forzosa en toda regla. Cuando Evans estuvo a un par de pasos, la puerta se abrió completamente con una Mar vestida con un pijama rosa palo de algodón y los pies descalzos.
—Pasa —Le invitó ella con una sonrisa tímida.
Él sonrió de medio lado por unos segundos y entró un poco cohibido a la estancia.
Un recibidor moderno le daba la bienvenida, con dos fotos de niños pequeños. A la izquierda se encontraba una habitación con la puerta entornada, y Evans siguió a Mar a través del pasillo recto dejando atrás lo que parecía una habitación más, un baño, una despensa y una cocina hasta llegar al salón. Una amplia sala se extendió ante él, con muebles blancos frente a la puerta y un sofá a la derecha de color beige tostado acompañado de una mesita de té.
Mar se acomodó en el sofá con una pierna doblada debajo de la otra y le hizo un amago para que él se sentara. Por raro que pareciese, ese lugar le transmitía confort.Evans aceptó la sugerencia y se sentó a una distancia prudencial de Mar. Ella encendió la tele con la voz al mínimo y lo miró.
—¿Te ha comido la lengua el gato? —Se burló.
Y el silencio incómodo que habían mantenido abrió paso a una conversación agradable.
—No, sólo observaba tu casa... ¿Dejas entrar a cualquier extraño en ella? —Insinuó el chico con un tono informal.
—Hasta doy vales descuento por la segunda visita. Cena incluida si no vienes en plena madrugada.
—Espero que la llamada no fuese tu forma de atraer clientes, ¿y ahora qué? ¿Tienes un asesino escondido en la despensa de los horrores?
Los dos se echaron a reír.
—Mar… ¿Por qué me has llamado? No me malinterpretes, no me importa, solo estoy preocupado por ti... Aunque no nos conozcamos, me has dado un buen susto.
—Supongo que eras la primera persona que tenía a mano en el teléfono. A estas horas no sabía quién me lo iba a coger. Y mi padre está fuera del pueblo estos días.
Ella se encogió de hombros, y Evans dudó sobre si tenía permitido pedir más explicaciones. Decidió que la chica le caía bien, y que de momento, no quería cagarla.
—He visto salir a un chico de aquí, ¡Y qué casualidad! Es el mismo que casi me atropella el otro día. ¿Te lo puedes creer? —Intentó cambiar de tema.
Pero la cara de la chica se volvió pálida.
—Tranquila, he dicho casi —Restó importancia.
Ella rió sin ganas y Evans entendió que lo que le había hecho perder el color no era su anécdota, sino el chico.
—Mar, ¿Tienes novio?
Los ojos de la chica se abrieron de par en par, y al ver la incomodez de Evans se echó a reír.
—No. ¿Acaso tengo nuevo pretendiente? —Se burló ella.
Está vez fue él quien rió aliviado al ver que la chica no le había malinterpretado.
—Tuve uno, fue mi primer y último novio. Hará medio año que le dejé porque era una mala experiencia aunque ¿Sabes eso del orgullo masculino? Pues no se lo tomó muy bien. Primero intentó ponerme celosa con una chica, y no lo digo yo porque crea que fuera así, al parecer la chica se enteró poco después y discutieron, ahora somos amigas —Ella sonrió mientras divagaba entre sus pensamientos.— Después intentó convencerme una noche de borrachera plantándose en mi casa mientras lloraba y vomitaba al mismo tiempo —Mar hizo una mueca de asco.— Y finalmente, comenzó a acosarme, a mí, a mis amigas y a cualquier persona que se relacionarse conmigo.
Mientras Evans escuchaba la historia sentía compasión por Mar, no imaginaba como una chica tan radiante podía haber aguantado eso. Quiso preguntarle si era el mismo chico que había mencionado él o si seguía acosandola pero sin darse cuenta se perdió entre las palabras de Mar. Ella sin embargo, parecía un saltamontes entre sus recuerdos, le contó varias anécdotas y experiencias y al final Evans acabó haciendo lo mismo. En una de las pausas, Mar se levantó a por palomitas y minutos después, estaban sentados en el sofá viendo películas malas en Netflix mientras comían y se burlaban de los diálogos y las acciones. Y Evans volvió a sentir esa sensación de estar en una burbuja alejado de todo lo que normalmente le crea ansiedad. Dos películas después, comenzaron a ver el sol salir a través de la ventana del balcón a la derecha del sofá.