Sus manos tecleaban una respuesta mientras caminaba por la cocina. La cafetera ebullía avisando de que el café que estaba preparando estaba listo. Desde su móvil sonaba Spotify con su lista de reproducción pop. Una canción hizo que sus ojos se entornaran con nostalgia, recordando a una persona que quería mantener en lo más profundo de su memoria. Desechó el recuerdo y sonrió a la pantalla. Apartó la cafetera de la vitrocerámica y rebuscó una taza entre sus vasos. Amaba el café con leche recién hecho, inspiró el aroma con los ojos cerrados sonriendo sutilmente.
Y la puerta sonó.
Caminó despacio hacia la puerta con la taza entre las manos disfrutando del calor que le transmitía. Al observar por la mirilla se cruzó con unos ojos azul intenso. Suspiró y abrió lentamente la puerta.
—¿Qué quieres? —Siseó con enfado.
—¿Es nuestra canción? —Dudó al escucharla, después cambió de tema—. Estás en línea y no me contestas —Hizo una pausa—. ¿Con quién coño hablas? —Su mano se estampó contra la taza para poder abrirse paso y entrar.
El café ardiente cayó sobre el pijama ancho de Mar, que miraba con la boca abierta al intruso. Eran las ocho de la mañana y tenía miedo que si alzaban la voz despertaría a algún vecino.
—Enzo, por favor, vete de mi casa —Enfatizó ella con toda la suavidad que pudo mientras caminaba hacia la cocina para poder limpiarse mientras sujetaba la camiseta lejos de su cuerpo.— Ya no estamos juntos.
—¿Y eso te da derecho a ignorarme? —Su voz era varios tonos más alta. Gruñó irritado y dio un golpe al marco de la puerta de la cocina.— Joder, Mar, estoy harto de esto...
Su mano presionó sus sien con impotencia mientras miraba al suelo y acortaba la distancia entre Mar y él. Su cuerpo corpulento estaba en tensión y se marcaba bajo su camiseta básica blanca y sus vaqueros ajustados. Mar se limpiaba con un trapo de la cocina con cuidado el pijama, mientras respiraba profundo para no estallar. Ignorando al moreno salió a su pequeño patio y sujetó la escoba y el recogedor para poder limpiar los pedazos de su taza esparcidos en el suelo de la entrada. Pero el brazo de Enzo se interpuso en su camino, bloqueando el paso.
—María —Su voz era ronca y seca.— No me obligues.
Los ojos azul cristalino de Mar se clavaron en el mar bravo de los de él, desafiándole. Suspiró cansada.
—Enzo, no me obligues a llamar a la policía.
—¿Y qué les dirás? ¿Qué fui yo? Lo hice por ti —Recriminó escudriñando los ojos.
—Lár-ga-te —Deletreó ella furiosa.
—Dime con quién hablabas a estas putas horas, María. Porque como lo descubra yo...
—Cómo lo descubras tú ¿Qué? —Le cortó ella.
—Te hundiré —Espetó.— Caerás conmigo.
La mano de Mar se posó en el antebrazo del chico para presionarlo hacia abajo, y siguió su camino sin darle una respuesta.
Su cabeza voló en los recuerdos de aquel día. Su respiración se hizo pesada y sintió que su corazón palpitaba con fuerza en su pecho. Los pasos de Enzo se acercaron hasta que chocó su hombro con Mar pasando de largo hasta la salida.
—Me perteneces, María. No lo olvides nunca —Y dio un portazo.
Mar siguió recogiendo los pedazos y volvió a recorrer todo el pasillo hasta la basura del patio, después cogió la fregona intentando mantener a raya su corazón pero la calma estaba al borde de la extinción. Un grito de frustración rompió el silencio y sus ojos desataron un diluvio lleno de rabia y de odio. Sus rodillas temblaron haciendo que descendiera poco a poco hasta volverse un ovillo en el suelo. Sus brazos se cruzaron por encima de sus rodillas y hundió su cabeza en ellos.
Mientras su móvil vibraba con una nueva notificación. La pantalla se iluminó desde la encimera de la cocina.
Ey, ahora eres tú la que no contesta
Entregado 08:17 am
Al otro lado de la conexión estaba Evans en su sofá, dudando de que la rubia hubiese dejado de contestar durante varios minutos sin avisar. Sus manos se deslizaron por los mensajes banales que habían tenido desde que había llegado a casa de su encuentro con Sarah. No quería pensar en ello, no quería darle vueltas a lo que era metáfora y lo que no. No quería pensar en accidentes. Y Mar había ayudado mucho a su distracción, y ahora que ella tardaba en contestar en su cabeza se asentaban los recuerdos volviendo a ese banco, esa conversación y a esos ojos verdes. Por un momento sintió que estaba mintiendo a Mar pero, a ver, él no le debía explicaciones. No tenía porqué contarle que después de besarla a ella otra chica le había besado a él ¿No?
Después de esperar varios minutos más viendo cómo la chica no contestaba decidió dejar el móvil sobre la mesa y acomodarse en el sofá con la cabeza en el cojín y las rodillas dobladas. De repente, se imaginó a Mar con ese café que le había dicho que se estaba preparando, con su pijama rosa en su sofá, en el mismo sofá donde se habían besado, con su pelo recogido en un moño mal hecho y sus gruesos labios posándose sobre una taza cualquiera. Como una jugarreta de su mente, los pensamientos se deslizaron hasta otro momento e imaginó a Sarah observando las estrellas, hipnotizada, creyendo en la belleza de los astros muertos.
Y se dio cuenta de que su cabeza sólo estaba enredando más todo lo que había en su pecho. Pareció que su corazón le dio un descanso cuando recordó las palabras de Sarah. En un par de horas se volverían a ver, y un calor ascendió desde los dedos de los pies hasta sus orejas. Se levantó de golpe, sonrojado, y se encaminó hacia la ducha.
‹Mamá, ¿Dónde mierda estarás ahora? Cuánto querría poder hablar contigo.› Pensó Evans.
Una brisa entró por el hueco de la ventana entornada, y por alguna razón Evans pensó que era ella.
De nuevo, más allá de la línea de su móvil en la mesa, el pelo rubio de Mar sintió la misma brisa que entraba traviesa hacia la cocina formando corriente. Y sus pensamientos fueron muy distintos.