Busqueda De Identidad

Parte 1

Corrí hacia la casa, buscando desesperadamente a mi tía. Necesitaba explicaciones, aclaraciones, confirmar la cruel verdad.

Al abrir la puerta, me la encontré abrazando a su hija con lágrimas desbordando de sus ojos.

—¿Qué sucedió? ¿Es cierto? —pregunté, la desesperación resonando en mis palabras.

—Sí, lo es. Está muerta —respondió ella, su voz quebrada por el peso de la tragedia.

Los segundos se estiraban como si fueran horas, mientras permanecía paralizada, sintiendo un torrente helado recorrer mi espina dorsal. Cada músculo parecía congelado, y el aire se volvía escaso en mis pulmones. Mis ojos, empañados por lágrimas, luchaban por descifrar las palabras de mi tía. Me apoyé contra la pared, sumida en un mar de confusión y desorientación. El abrazo firme de mi prima Ana transmitía el dolor directo a mi pecho, como si el sufrimiento se hubiera convertido en una carga física que compartíamos.

—Ese desgraciado la mató, lo sé, estoy segura.

—¿Dónde está él? —me levanté, acercándome.

—No lo saben, escapó.

—¿Y la niña?

—Se la llevó.

La desesperación me envolvía, y subí rapidamente las manos por mi cabello, rasgando mi nuca sin tregua. Sentía mis uñas hundiéndose en mi cráneo, como si quisieran liberar la tormenta de emociones atrapadas dentro de mí. Cada tirón era un intento desesperado por encontrar una salida tangible al caos que se apoderaba de mi mente.

—¿Están seguros de que fue él? ¿Por qué lo dejaron escapar? —Increpé, dando un salto hacia adelante, incapaz de contener la urgencia en mis movimientos. Mi tía, temerosa, no merecía mi juicio en ese momento de angustia desbordante.

—Hay testigos, los vecinos escucharon toda la pelea.

—¿Por qué no llamaron a la policía? —exclamé, girando con brusquedad hacia la mesa y lanzando un florero con mis manos. El sonido de cristal rompiéndose se mezcló con la tensión en el aire, reflejo de mi frustración desbordante ante la falta de acción que podría haber salvado a mi prima.

—Creyeron que era una pelea común. Horas después, lo vieron subir a su auto con la niña en brazos. Un vecino llamó a Lia pero al no obtener respuesta decidieron entrar. Fue cuando..., llamaron a la policía. Fue anoche.

—¿Por qué me lo dices hasta ahora? ¡Es Lia!

Las lágrimas corrían por mi rostro y la voz entrecortada por la angustia resonaba en la habitación, mientras la realidad se apoderaba de mi ser con una intensidad abrumadora.

—No está confirmado que haya sido él, pero es evidente que la asesinó. Cualquiera lo sabe.

Seguí llorando, liberando todo el dolor, la frustración, el enojo, la impotencia. Mi prima, mi amiga de toda la vida, asesinada. ¿Por qué tuvo que hacerlo? La madre de su hija, una injusticia que le robó la oportunidad de estar con ella. Cada lágrima era un eco de la tragedia, un lamento por la vida arrebatada y una madre ausente.

Quería enfrentarlo, cara a cara, para obtener respuestas, desentrañar la razón detrás de su acto cruel y egoísta. La sed de justicia ardía en mí, una llama que no podía ser apagada hasta que se hiciera responsable por la oscuridad que había dejado en nuestras vidas.


 


 



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En el texto hay: misterio, asesinato, familia

Editado: 10.06.2024

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