Estaba oscuro, la única fuente de luz eran las lejanas estrellas, el boulevard se encontraba desolado, me senté en una banca a admirar el silencio, ese perpetuo y hermoso silencio. Me puse a pensar y encontré en lo más recóndito de mis recuerdos un pequeño momento, aquel en el que cambiaste, como cuando una pequeña oruga realiza la metamorfosis para convertirse en una hermosa mariposa.
Eras como mi mucama, siempre al tanto de lo que necesitaba, siempre pendiente de mi estado, tú, que sin ninguna obligación decidiste cuidar de este loco enfermo, tú, que en ese tiempo perseguías tus sueños que hoy ya se hacen realidad. Encontraste lo que buscabas y antes de irte tuvimos esa horrible despedida, en ese tiempo mejore y tu evolucionaste junto a mí, eres tan inteligente, me puse a llorar, en ese entonces y ahora, también ese día sentado en la banca del tormentoso boulevard, lloraba desconsolado y lo único que se me ocurrió fue escribirte esta carta, ya estoy viejo y pronto me iré;, pero no lo quiero hacer sin antes verte una última vez.
ATT: El viejo Martin.