No se encontraba en sano juicio, estaba viciada a esos ojos, esas caricias, a todo eso que en las noches imaginaba que pasaría. Se encontraba bajo el efecto de su cocaína, él era más peligroso que cualquier droga o cualquier asesino, la tenía como su marioneta, no la usaba, solo la controlaba.
Ella brillaba cada noche, incluso en la madrugada, brillaba cual luciérnaga y más cuando en él pensaba, la traía mal, la traía loca, la traía enferma. A los dos les gustaba, no eran el títere y el titiritero, eran dos marionetas que entre sí se controlaban, pero más importante, que entre sí se amaban.