Cadenas de Sangre

3

 

Al día siguiente de aquella conversación que quedó inconclusa, Anael se encontraba dormido en su habitación, la noche anterior, durmió con tranquilidad hasta que, abrió los ojos lentamente al sentir qué en sus parpados entraba la luz del Sol. Vio con pesar su habitación iluminada por la luz del día y se giró hacia el otro lado para evitar la luz cegadora que entraba por la ventana, pues no le gustaba despertar antes de lo planeado. Al colocar todo su peso del otro lado de su cuerpo le dolió el hombro y soltó un grito.

— ¡Ah! ¡Demonios!

Cerró los ojos con fuerza por el dolor intenso que invadía su extremidad. Después los abrió de nuevo bruscamente y se percató que Minerva estaba dormida a su lado. Sonrió al verla dormida dándole la espalda, se impresionó que no se despertara con semejante grito. Iván, la llevaba en brazos a su habitación, pero, le comentó que la puerta del cuarto de la muchacha estaba cerrada con llave y no tenía tiempo de ponerse a buscar las llaves en un lugar, que no era su casa. Él, resignado, destendió toda la cama para hacerle espacio a su hija y tuvo que moverse más para quitarle los zapatos y arroparla en la cama, pues su amigo, salió disparado de la casa en cuanto se deshizo de Minerva. Debía despejar la mente por toda la información que había recibido esa noche. Se durmió al despejar todos los pensamientos de su cabeza y ahora estaba despierto pensando que hacer con su hija, que debía estar en ese momento en la escuela.

— Minerva. — Dijo en voz baja mientras la movió de un lado a otro con suavidad, teniendo la mano en el hombro de su hija, quién no despertaba. — Ya es tarde… despierta… — La chica rezongó y se giró sobre la cama. Un intento tras otro y la joven nunca despertó, por lo tanto, se dio por vencido y decidió levantarse. Se sentó sobre su lugar, buscó sus zapatos en el suelo, se los puso y anduvo hasta llegar al baño, que estaba al otro lado del pasillo, lavó su rostro y dientes y fue a la cocina a prepararse el almuerzo.

 

━⊰❖⊱━

 

— ¡Papá! — Escuchó que su hija gritó, mientras leía el periódico del día de ayer, a la vez, que le dio un bocado a los huevos revueltos que cocinó, no masticó bien, pues, el corazón le latió muy rápido alertándose del peligro que apenas iba a comenzar, por un lapso breve se había olvidado de lo sucedido la noche anterior. Miró a Minerva y observó su rostro sonrojado, estaba agitada y sorprendida. Pensó que lucia ese aspecto porqué había despertado en su habitación, ya que, hace años que Minerva dejó de dormir con él, las historias del coco ya no le afectaban tanto y ya podía dormir tranquilamente solo, esas situaciones de miedos nocturnos, su hija tuvo que lidiarlas sola.

— ¡Ya es tarde! — Gritó mientras observó el reloj qué estaba en la pared sobre el refrigerador. — ¿Por qué no me despertaste? — Amenazó.

— Lo intente, pero, no me hacías caso…— Reprochó.

Minerva puso un gesto de enfado; sin embargo, se dejó caer sobre la silla frente a su padre, no le afecta tanto no ir a la escuela, odiaba estudiar, así que por un día que se ausentara, no iba afectar su aprendizaje.

— Tenía que entregar la tarea…Un día del año que la he hecho… y no voy… — Anael la contempla sumamente sorprendido.

— Quieres decir qué ¿nunca cumples con tus obligaciones? — Preguntó con seriedad.

Ella negó con la cabeza apresuradamente.

— ¡No es lo qué piensas! — Dijo exaltada. —Es sólo qué…siempre la hago en el salón…— Anael comenzó a reír, su hija, lo veía y él conoce tanto las miradas de Minerva, que intuía, qué ella estaba a punto de comentarle algo muy inquietante. Espero qué rompiera el silencio con sus palabras, pues él, ya había dejado de reír al ver su mirada.

— Tuve un sueño…Algo inquietante.

— ¿Qué soñaste? — Preguntó con interés.

— Creo que soñé al tipo que estás buscando…

Anael se quedó inmóvil. Por muy inquietante que fuera el sueño para su hija, él estaba seguro que Minerva nunca conoció a June, pero, podía esperar el desenlace de la historia.

— No lo creo. — Susurró, dejando el periódico que tenía en la mano sobre la mesa.

— Recuerdo… —, comenzó a hablar nuevamente la joven. — Qué me tenían en brazos y sentía como él estaba corriendo tratando de escapar de alguien. Era de noche. Paso un tiempo y él dejo de correr…entonces se metió a un callejón y allí estaba una persona esperándonos.

Anael estuvo atento al relato, o eso aparentó, está tratando de encontrar una explicación a una visión en primera persona, porqué lo que está narrando Minerva, es su pasado. Él, se quedó atrapado en un callejón con un bebé en brazos, que estaba sin vida.

— Lo último que recuerdo… — Minerva bostezó. — Es que me dejaron en brazos de otra persona… — Anael observa a su hija. Sonríe de lado a lado, es un recuerdo.

— ¿Y cómo sabes que eras tú y no otra persona? — Preguntó con un tono de voz burlesco.

—Porqué…era como primera persona…y lo sentí muy real, de hecho, tengo muy presente…el aroma de esa persona. — Ella bosteza.

Anael se rascó detrás de la cabeza; no podía decirle que eso pasó de verdad, no en ese momento, tenía que cuestionarla un poco más.

— ¿Tú crees que sí le veo... huela así? — Preguntó algo confundida. — Pudiera ser, que esa persona ha cambiado de colonia después de tantos años, ¿no crees?

Anael sonrío melancólico ante su pregunta.

— Quizá…— Contestó seriamente.

— Sería interesante… — Respondió la joven con una sonrisa en el rostro.

Anael se levantó de la mesa, porqué por la ventana vio a Iván con un rostro de preocupación, al llegar hasta la puerta, su amigo le demostró una mirada de frustración.

— Malas noticias, debemos irnos de aquí ahora.

— Llegaste a tiempo para el desayuno. — Dijo Anael con sarcasmo volviendo hasta la cocina. Iván se fue tras él y se dio cuenta, porqué no pudo alterarse y no preguntó nada. — Está delicioso el desayuno y podrás volver a sonreír, Iván.



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En el texto hay: magia

Editado: 08.04.2021

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