ALMA AI'VE
Caehal para mí fue el mayor hallazgo en la vida de los celestes. Nos denominaron como seres eternos y capaces de crear vida a donde sea que vayamos, pero a decir verdad solo somos portadores del verdadero poder, por eso nos denominan con ciertos aspectos empáticos como por ejemplo: el celeste de la paz. Cuando fuimos enviados a reavivar la energía perdida de Caehal, el nombre era distinto se llamaba Umgræt que significa “campo de batalla” porque era literalmente usado para eso; los otros seres del universo viajan distancias para resolver sus diferencias en el planeta y allí nos dimos cuenta de que Caehal absorbe energías negativas y positivas, sin importar qué.
La última batalla dejó a Haabal como dueño del planeta; pero fuimos enviados para desterrarlo y crear un cambio obvio en el planeta. La idea del nombre Caehal fui yo, pues Caehal en el idioma de la luz significa: “segunda oportunidad”. Como celeste primordial fui enviada a crear las estaciones y organizar el tiempo, nada sencillo a pesar de ser mi nombre.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió Alix, el celeste de la naturaleza—. Llevas ahí sentada más de quince horas, Alma. Debes cumplir con tu deber.
—Lo intento —mencioné—, pero no es divertido ni fácil crear una metodología de tiempo en un planeta cuando ni siquiera giraba alrededor de una estrella.
—Alma Ai've, celeste del tiempo, eres la única que puede hacerlo y mientras tanto yo no puedo actuar porque mi base es el tiempo —aseguró Alix y caminó hasta perderse en la niebla que comenzaba a descender extrañamente del cielo.
«Es un caos total», pensé.
No había nada en orden, las personas no envejecían y no sabían la edad que tenían sus vidas. El ambiente era pútrido y se podía sentir la ambición que nacía debajo de las rocas. Cerré mis ojos y entonces comencé en la búsqueda de líneas de tiempo para el planeta; tenía órdenes precisas desde arriba donde no podía involucrarlo en líneas temporales débiles porque al ser un planeta fuerte —en el ámbito mágico— e influyente, podría destruir la estabilidad de universos enteros.
Pero entonces, me equivoqué. Algo salió mal.
(...)
Treinta años después no había nada que detestara más que la religión enfocada en nuestra especie. Los caelanos no comprendían que seres mayores a nosotros fueron los que nos enviaron y a esos hay que darles el respeto; cada tanto descendía en mi forma humana a convivir con cada una de las personas, los miré en la extrema pobreza y la escasez de recursos; pero también los miré cuando todo sobraba, sin embargo, lo grandioso de todo fue que nunca bajaron la cabeza siempre sonreían y eran realmente felices.
En lo personal me gustaba que no me reconocieran como celeste, sino como una amiga más. Aunque era difícil por la religión a algunas personas se les hizo fácil tratarme de cercana; entre esas personas estaban Arlet y Mark, con ellos su familia. Cuando los conocí eran mejores amigos, intentaban siempre estar juntos en lo que sea que fuera; Arlet amaba el conocimiento y Mark amaba las emociones, contrapartes perfectamente unidas. Cada día visitaba los pueblos grandes y después iba con ellos a pasar semanas o meses, aprendí mucho sobre la vida humana y nació en mí algo llamado la empatía pues antes era simpatía.
—¿Te enamoraste de Mark? —curioseé mientras Arlet arrancaba una cizaña de su pequeño sembrado de trigo—. Harían una excelente pareja.
—Hablas como una adolescente, Alma —bufó y se sentó al lado mío, mantuvo una mirada nostálgica—. No podemos estar juntos, sus padres me lo dejaron claro.
Me extrañé. Los padres de Mark siempre fueron estrictos en todo lo que su hijo hacía, a pesar de que él tenía apenas veintitrés años de edad y ya podía tomar decisiones claras sobre su vida, pero mientras viviera bajo el techo de sus padres las decisiones las tomaban ellos. Ese día consolé a Arlet por su amor fallido y volví al Akar donde fui regañada por el tiempo que estuve ahí abajo, me prohibieron ir en los próximos tres meses.
Pero entonces sucedió algo que cambiaría el rumbo de la vida de todos, la tan conocida guerra de Ceelhal. Muchos murieron pero gracias a la decisión de nuestros amos, le cedimos parte de nuestro poder a todas las personas y se crearon las clases, Mark fue denominado para la clase lubdir porque su padre hirió con una espada a Haabal y murió en eso, entonces el sucesor y tomó el cargo de la clase lubdir pero por otro lado Arlet se convirtió en omega y por ende más ese amor que había nacido se apagó porque las clases los dividían.
Cuando volví a tocar el césped del planeta con mis pies desnudos, me sorprendí al ver tal cambio. Las personas ya no mostraban ese fulgor de antes, ahora parecían detestar a las clases contrarias a ellas. «¿Antes no había amor mutuo?», pensé y me dirigí hacia los aposentos de Mark quien me recibió con un gran abrazo, casi no lo reconozco, se veía más adulto que antes; había pasado más de dos milenios desde la última vez que nos habíamos visto. Pero ese día fue distinto porque mi corazón latió más fuerte de lo normal y supe que su corazón también brincó; fuimos infantiles en aquel momento, pero después de unas semanas de que regresé al Akar supe que algo andaba mal en mí; tuve un tiempo en el que no quería saber en lo absoluto y lloraba por cosas insignificantes; entonces me di cuenta de que mi vientre comenzó a crecer.
Le di la excusa a mi líder que tenía que terminar unas cosas del tiempo en Caehal, y fui al palacio de Mark que estaba ubicado en Icora. Accedí con facilidad porque me conocían pero igual fui registrada, cuando me topé con el nuevo emperador su sonrisa se apagó al ver mi vientre.
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Editado: 08.05.2024