Parte 2 “El primer corazón roto”
Las cuatro albinas contemplan aquel remolino energético formado en torno al cuerpo de Aiden mientras este da un grito sordo, dejándonos a todos solo ver la gesticulación de su rostro, aunque aquello me sonaba más a uno de sus habituales tintes dramáticos dado que ni siquiera había peleado y de entre los presentes era el único que podía conservar su energía intacta.
Sus manos se mueven al frente, formando una cruz con ambos brazos y despidiendo así la rápida energía en cientos de giros de corte, todos enfocados al grupo más grande de albinas; El grupo delante de mí.
Mis brazos terminan por cubrir mi rostro cuando el rugido del viento se hace escuchar, arrasando con todo lo que hasta hace segundos estaba delante de mí y dejando una nubecilla verdosa mientras desaparecía. Aiden sonrió con suficiencia mientras la imagen volvía a aclararse, mostrando el mármol destrozado, los cuerpos inconscientes apilados varios metros más allá de donde habían estado y las siluetas femeninas inmóviles, con el cabello blanco ondeándoles de forma perezosa en torno a la espalda.
— No es tu momento de actuar, retírate — Dictó la mujer de cabello largo y liso, quien estaba postrada delante de la pelinegra gobernante.
— ¿Quiénes son para darme ordenes? No creo que sean enviadas de la Luna, ¡Yo soy el enviado de la luna, el aeroquinético definitivo! — La voz de Aiden fue creciendo hasta sonar como un grito descolocado.
— En efecto, eres un enviado de la luna. Pero no como nosotras, tú fuiste el espíritu lunar que empujó este mundo al precipicio corrupto donde debía elegir salvarse o conddenarse al vacío. Tu trabajo está hecho, te daremos fin en breve — Las palabras crudas de Caelestia no tuvieron otra respuesta que no fuera las fuertes respiraciones de Aiden.
El chico gritó de forma desafinada, denotando su furia ante aquel comentario, pero en realidad nadie hace mucho por ponerle atención. Quienes conservaban la consciencia miraban la escena de forma atónita, decidiendo que estar ahí era una coincidencia de mala suerte que no debieron haber tenido, por otra parte estábamos los cuatro quienes encarábamos a las albinas, sin poder mover un músculo y congelados ante las imágenes de las personas que jamás habíamos visto, a saber si todos habían conocido a aquellas que se hacían llamar espíritus lunares.
— Si también soy un espíritu puedo pelear con ustedes y vencer, ¡No son mejores que yo!
— Lo somos, siempre lo hemos sido. No eres más que el resultado de un alma corrupta y la ambición por el acaparamiento de todo lo que crees como digno — La chica delante de Seth habló esta vez, mirando de arriba abajo a su interlocutor —. Nunca has merecido llamarte espíritu.
Hasta ese momento caigo en las enormes similitudes entre las mujeres y Aiden. El color de su cabello, lo llamativo de sus ojos, su piel cetrina y de un color demasiado pálido. Definitivamente las palabras de ellas eran verdaderas, y aunque podían resultar crudas empleadas con los términos dichos no eran más que la verdad, evidenciando el trastorno compulsivo por alcanzar reconocimiento que siempre había exhibido.
El silencio se prolonga el tiempo necesario como para que las cuatro mujeres vuelvan su atención a nosotros, haciéndome correr un escalofrío por la espalda cuando los ojos de Caelestia vuelven a clavarse en mi, ahora estaba prefiriendo el no poder verla pero si sentirla. El espejo de mi imagen cansada y casi asustada reflejado en sus orbes no me abandonaría en un buen tiempo.
Las cuatro dan un paso al mismo tiempo y en respuesta todos retrocedemos uno, dos o más pasos, sintiendo la temperatura descender en aquel lugar a medida que el peso de aquellas presencias aumentaba. Toda la atención está centrada en las mujeres y cualquier movimiento que pudieran ejecutar, es por ello que nadie ve venir lo que se forma a continuación.
Para cuando mis ojos se despegan de Caelestia el cielo iluminado con fuerza por la luna hace translucir los cientos de pequeños proyectiles formados a orden muda de Aiden. Su energía verdosa reunía el aire necesario en el cielo para crear aquellas formaciones con semejanza a puntas de lanza. El chico sencillamente no se daría por vencido, lucharía por llevarse la corona de héroe de todo aquello, sin darse cuenta de la verdadera gravedad del asunto y de lo que podía arrastrar detrás una mala decisión.
Mi mirada sirve de delate para hacer girar la de Caelestia y con ello le siguen las de las otras tres albinas que ven como aquella lluvia de objetos cae sobre ellas, creando un espectáculo luminoso que es perfectamente apreciable gracias a la entera oscuridad.
Las mujeres solo hacen destellar los ojos, cubriendo su cuerpo con un halo verdoso que es defiende a manera de escudo. Conocía la técnica, era trabajo aeroquinético, lo cual revelaba las aptitudes de batalla de aquellas contra quienes nos enfrentábamos, abriendo los huecos a encontrar una debilidad y, por desgracia, Aiden es el primero en explotar aquello.
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Editado: 14.01.2019