“La tromba o manga de agua es un embudo conteniendo un intenso vórtice o torbellino que ocurre sobre un cuerpo de agua. Puede tratarse de un tornado acuoso dependiente de nubosidad o bien formarse sin la presencia de nubes”
Parte 1 “Recuento de daños”
La luz de la mañana bañó las lozas rotas que alguna vez hicieron el hermoso camino entre las casas de fachadas estéticas que componían aquella ciudad de la segunda franja. Hacía tres semanas desde que el arte de la guerra había caído en la trampa orquestada por la armada y el frente rebelde se iba a pique.
Había batallas ganadas, la mayoría, pero las menguadas fuerzas y las mentes cada vez más cansadas rendían menos en el frente de lucha cada día que se debía dar persecución y muerte a aquellos escuadrones cercanos de la armada. 46 personas habíamos salido a horas de la tarde de la fortaleza divididos en dos escuadrones, para el final de la primera semana quedábamos 30.
Fue sorprendente como los roles se invirtieron con la rapidez y las misiones de caza y exterminio se dieron en nuestra contra. No había perseguidor y perseguido, las calles de la segunda franja se convirtieron en un choque de voluntades donde ninguno huía y ambos frentes dábamos todo para matar o morir.
La princesa reconocida por nadie había cambiado el orden de prioridades en su lista y emitía frecuentes comunicados exhortando a la golpeada población de Bleedom a denunciar la posición de cualquiera de los 46 pertenecientes al arte de la guerra, aún sobre el paradero de los escurridizos aeroquinéticos.
Los seis generales permanecían con vida pero tras el paso de las primeras batallas fueron quienes más resintieron el esfuerzo y agotamiento de la lucha, necesitando reposo obligado antes de volver a defender a los de menor experiencia o habilidad. La armada intercambiaba a sus fuerzas de batalla para dejar descansar a quienes lo necesitaban, nosotros no podíamos permitirnos tal lujo y ello estaba siendo nuestra condena.
La estrategia que más frutos había rendido era la designación de responsables hacia los que el resto podía responder, ya fuera que el responsable decidiera tomar una guardia nocturna, ser de la segunda fuerza de ataque o de la primera. Mi nombre fue de los primeros en ser designados y esta vez no había posibilidad de apelación para negarme como en mi anterior escuadrón. Las responsabilidades me alcanzaban y la caótica situación me hacía sentir sobre mis hombros el peso de cada vida que caminaba detrás de mí a cada batalla que me lanzaba al frente.
La primera tortura psicológica por la que habíamos pasado había sido el sitio dado a la fortaleza, el reconteo de muertes que aparecían en los boletines extra oficiales y la confirmación de que las fuerzas muertas manipuladas por necroquinéticos y las vivas eran de buen rango y más que numerosas, una asalto sería el equivalente a un suicidio y así daríamos fin al esfuerzo de meses.
Aquellos exiliados que no se encontraban en la fortaleza aquella tarde, o bien jamás residieron ahí prometieron mantener constante vigilancia y comunicación con el interior. De ese modo pudimos dar una nota de alivio al saber que las reservas de alimento darían para seis o siete semanas si se racionaba correctamente y que todos detrás de los muros se encontraban intentando idear un plan de escape que no acabara en tragedia.
Al principio la comunicación de primera mano a distancia, sabiendo que la armada poseía hechiceros tribales lo suficientemente capacitados para detectar la telepatía, nos resultó irreal e incluso cuestionamos la fidelidad de aquellos con quienes hablamos pero prontamente hubo una respuesta inesperada que justificara aquello: Una aeroquinética.
La chica había mantenido perfil bajo y no conseguí recordarla de ninguna parte pero el conocimiento que había otro nacido en Diciembre o Febrero luchando de nuestra parte me revitalizaba de una manera soberbia. De los once nombres dados hasta el momento conocía cuatro, incluyendo el mío, lo que en realidad era peligroso considerando que el primer aeroquinético capturado seguramente sería interrogado acerca del paradero del resto y solo la misma armada sabía que tan “convincentes” podían ser sus métodos.
Había altas y bajas, momentos de gloria y respiro que pronto eran cobrados por la desgracia y el luto que no podía durar más allá de un par de horas. Aún en la paz de algún hueco derruido donde considerábamos que no seríamos buscados las disputas volaban por el aire entre los comandantes y Aiden. El peli plata había sido nombrado responsable pero reunió a su séquito más fiel de seguidores entre los que nos encontrábamos en lucha y declaró que ninguno pelearía hasta que él fuera puesto a cargo como “comandante absoluto” y todas las decisiones fueran suyas.
Ningún comandante accedió, al parecer por fin tomando en serio mi relato acerca de la traición que había orquestado a espaldas del arte de la guerra en aquella reunión con el ahora difunto consejo de altos. Él y varios más, incluyendo a Farah, se quedaban a reserva mientras nosotros caíamos de rodillas, agotados por el esfuerzo posterior a la batalla.
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Editado: 14.01.2019