Parte 2 “Memorias sin retorno”
Pensar que la reducida procesión de 15 personas era toda la resistencia que se sostenía en la segunda franja era casi patético, más aún si se notaba el cansancio y agotamiento en la mayoría de los rostros quienes se esforzaban en no arrastrar los pies entre un paso y el siguiente. Aquella lenta y relativamente sigilosa marcha dejaba detrás la ciudad que había servido de escenario a nuestra última batalla que había sido dirigida por el único comandante que había quedado en el grupo y por mí.
Hacía cuatro días los comunicados volaron por todas partes anunciando que la base de operaciones de los exiliados que ayudaban al arte de la guerra había sido descubierta y se había ordenado la aniquilación total e inmediata de todos aquellos que estuvieran relacionados. Fue arrojar gasolina al fuego cuando alguien descubrió que una chica aeroquinética se encontraba en aquel grupo. Las fuerzas élite de la armada marcharon hacía la tercera franja con prisa, todos deseosos de obtener la alta recompensa a cambio de el primer aeroquinético capturado. Si bien el Bleedom no existía la moneda los beneficios de toda índole eran un trofeo codiciado.
La urgencia de la situación llevó a tomar una decisión drástica: El grupo se dividiría en dos, 15 irían a socorrer a la tercera franja y los 15 restantes se quedarían a prevenir el daño y captura de los aeroquinéticos que aún pudieran seguir ocultos en la segunda franja. Yo había sido el primero en ofrecerme a pertenecer al grupo que iría a la tercera franja pero mi solicitud fue denegada, y con buenos motivos. Un aeroquinético había desatado aquel frenesí de caza, si se sabía que habría dos la pelea sería más brutal y con menos posibilidades de ganar.
Me obligué a que la última charla con Lycaios no sonara a despedida, nos sentamos en una semi-destruida cúpula y hablamos acerca de lo que haríamos cuando las cruzadas terminaran, nuestras apuestas a lo que sucedería con el arte de la guerra o el gobierno de Bleedom. Mi padre se nos había unido esa noche y aunque no hablamos directamente nuestras miradas se comunicaron en nuestro lugar, expresivas.
Cinco generales, incluyendo a él, y Lycaios estaban en el grupo ofensivo que marcharía a la tercera franja, cuando el grupo debió partir con el alba todos se vieron sorprendidos al encontrarse con la escena en que el comandante del frente detenía todo para ir hacia su único hijo y retenerlo en un fuerte abrazo.
— Estoy orgulloso de ti y ella también lo está. No necesitas que yo ni nadie crean en ti para ganar esta guerra. Lleva a estos hombres y mujeres de vuelta a casa. Vuelve tú a casa.
El nudo en mi garganta fue impresionante mientras devolvía el abrazo al hombre delante de mí, asimilando que no me había dedicado un gesto así desde hacía nueve años, desde que mi madre vivía. El grupo que permanecimos en la segunda franja les vimos partir con rumbo al norte y yo aún esperaba verlos volver.
— Yo tengo una pregunta, si es que nuestros “distinguidos” comandantes me permiten hablar. — No había peor forma de sacarme de mis pensamientos que escuchar la voz de Aiden.
— Ya estás hablando, así que da igual. — Respondo sin girarme para verlo pero provocando una media sonrisa en el comandante a mi lado y un chasqueo en la lengua del ojiazul.
— En ese caso, ¿Me podrías explicar qué sentido tiene seguir en esta estúpida lucha?
— Que nuestra flamante princesa no te clave la aguja de su tacón en el cuello. Cierra la boca y camina. — El paso de Aiden acelera pero no lo imito. Si quería hacerme frente, adelante, no dudaría en reñir ahora.
— Sé lo sarcástico que quieras, igual no respondes mi pregunta. Esta lucha dejó de tener sentido hace mucho, no veo la utilidad de proteger a personas que no quieren ser protegidas. Tú y yo deberíamos preocuparnos por nosotros y la gente que nos importa, si es que tu amigo y tu padre siguen vivos. — El veneno destilado por la lengua de serpiente de Aiden consigue tocar la herida correcta, haciendo que mis pasos se detengan y con ello gradualmente el resto también se detenga.
—He sido muy tolerante contigo, Aiden, y creo que ya te he advertido que ese tema está prohibido para tu boca. Si vuelves a mencionarlo voy a callarte a golpes.
— ¿Y si los golpes no funcionan qué harás? ¿Invocar a la luna azul? — Nadie parece comprender las palabras del peli plata mientras me doy la vuelta para verlo de frente, encontrándome con una mueca burlona de superioridad que para mi está fuera de lugar —. No creas que lo pasé por alto, la primera noche, durante la carrera a la base del arte de la guerra, me superaste en el aire haciendo una invocación. “Caelestia”, ¿Eso gritaste, o no? Lo pensé mucho tiempo y solo tengo una conclusión: Tú no eres inmune, tú eres un enviado de la luna maldita que cubrió a la diosa.
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Editado: 14.01.2019