Martes, 7 de Abril de 2015.
Mañana.
Eran las siete de la mañana y Anna recién se preparaba pacientemente su café. Hoy no le apetecía demasiado sentarse junto a la ventana como usualmente hacía.
La vieja cafetera le anunció que su café estaba listo con una sacudida, lo sirvió, tapó su vaso térmico, se colgó la mochila al hombro y salió por la puerta en silencio.
Al otro lado de la calle, Daniel se había cansado de esperar así que, resignado, salió por la puerta en dirección a las escaleras. Se preguntó qué le habría pasado a ella, y estaba tan ensimismado que no se percató de la presencia de Anna a la hora de salir a la calle.
Anna simplemente pensaba en que esta vez iba muy tarde, aunque tampoco le removía mucho la consciencia. Al salir afuera se percató de la presencia de un chico del otro lado de la calle, pero enseguida tomó un sorbo de su café y siguió caminando, ignorándolo. Luego de varias cuadras en silencio, Daniel seguía sin percatarse de la presencia de Anna, incluso aunque estuviese pensando en ella, era un poco distraído, pero justo en ese momento a lo lejos Anna divisó a un grupo de chicos un poco más grandes que ella tambaleándose y riéndose. Se asustó, miró a su alrededor y vio a aquél chico cruzando la calle, parecía inofensivo con sus jeans gastados y su cara de sueño, así que no lo pensó, se cruzó de vereda y comenzó a caminar a su lado como si fueran juntos. A pesar de amar el país en el que recientemente vivía, seguía siendo peligroso. Caminó al lado del chico en silencio, tomando su café.
De repente Daniel se percató de la presencia de alguien a su lado, se giró con curiosidad. Casi le da un paro al corazón. Era ella. ¿Cuándo había llegado? ¿Cómo? ¿Dónde? Sin embargo, simplemente la observó sorprendido sin dejar de caminar de forma automática. Anna lo notó.
— ¿Buen día? — Se limitó a decirle, dubitativa.
Era la primera vez que Daniel oía su voz.
•--·--•
— Es inaceptable que lleguen a la hora que quieran, pero esta vez fue demasiado. El colegio tiene horarios por una razón, y deben respetarse. El horario de entrada es a las siete de la mañana, ¡Hoy llegaron ambos a las siete y media pasadas! Es normal llegar tarde alguna que otra vez, lo entendemos, ¡Pero es inaceptable que lleguen todas las mañanas con retraso y sin excusa! Nosotros tenemos vistos a quiénes llegan tarde por motivos especiales, ustedes no están en la lista. — La directora hablaba exasperada. Daniel la miraba cansado, Anna se limitaba a observar el escritorio. — A partir de mañana ambos llegarán a tiempo a las siete de la mañana, y si llegan tarde, no se les permitirá entrar al establecimiento.
Anna movió sus piernas de forma notoria, ansiosa. — ¿Eso es todo? ¿Puedo retirarme?
A Daniel le sorprendió su voz impaciente, algo nerviosa.
La directora enrojeció de furia.
— Daniel, podes retirarte. Anna, conversaremos otro rato. — Él no tuvo más remedio que agarrar su mochila del suelo y levantarse.
Antes de irse, la miró una última vez por encima de su hombro.
Ella se volteó a verlo.
Cerró la puerta detrás de sí y se encaminó a su clase.
Pensó en ella y en su voz toda la mañana.