— ¿Chico de la media noche, dices? —me preguntó Jess mientras amarraba su pelo y terminaba de ponerse la playera de deportes, mordí la manzana que papá me había medio obligado a llevar para la escuela.
—Es...raro, pero en el buen sentido —contesté.
—Guau, yo siempre he querido ser ese tipo de raro —balbuceó Jonathan unos segundos antes de caer al suelo por la basura que alguien random había tirado. Jessica y yo nos miramos unos segundos, con la cara seria, antes de soltarnos a reír al tiempo que Jonathan se levantaba del suelo como si nada. —Gente sucia...
Eso sólo me hizo reír más, aunque era cierto, la gente iba tirando basura por ahí como si el mundo fuera una clase de basurero, ¿saben cuál es la basura más asquerosa de ese "basurero"? La humanidad.
Cuando al fin paré la risa, terminé rápido mi manzana y la tiré a la basura orgánica más cercana desde lejos, como si de un partido de baloncesto se tratase, ¿lo peor? Que soy un pésimo deportista.
Jess levanto mi basura y la tiró en su lugar, sonreí.
—Gracias Jessy Jessy.
—No hay de qué, vamos tontos, la maestra Mikel nos quiere puntual en la cancha —Jonathan y yo asentimos, y la seguimos mientras ella caminaba al frente.
Me encontré sonriéndole a la nada, estaba feliz. Sí, cansado, pero feliz de igual forma; de todos modos no estaba tan cansado, había dormido la mayoría del turno...la mayoría del turno que no estuve intentando hablar con el chico de la media noche. Sus ojos tenían ese toque de misterio que era —sonará obvio— ¡Misterioso!
Ya, búrlense de mí.
No era un libro abierto a ser leído, pero lo iba a leer de igual forma, con el tiempo. Es un chico con secretos, y no iba a descansar hasta descubrir cada uno de ellos, e iba a disfrutar el proceso de ser su amigo.
Hasta ahora sabía que no era el tipo de chico que hablaba demasiado. No me molestaba ser el que hablaba más, estaba bien con eso, sólo que me hubiera gustado que fuera más fácil convivir con él, ya que era mi máxima compañía durante casi una hora, ¿tenía que llevarme bien con el cliente, no? Sí, eso es.
Y su sonrisa, definitivamente su sonrisa tiene algo que ver.
Diferente, esa es la pregunta, ¿será que es alguna clase de vampiro adicto al café? Pues nunca antes lo había visto en el día. Carajo, es tan raroooooo. No puedo con la curiosidad, necesito que el tiempo pase rápido para que ya sea media noche.
—Vamos a ir a la fiesta de esta noche, ¿cierto?
La voz de Jonathan inundó mis oídos, sonreí. En verdad quería acompañarlo, además de que amo las fiestas, me la pasaba bien con los chicos.
Da igual, sólo dos semanas, son solo dos semanas.
Como que él interpreto mi sonrisa como un: lo siento hermano.
Y eso era, en verdad lo sentía. No quería que el estar ausente me quitara de mis amigos. Odiaría eso. Me sonrió y paso su brazo sobre mi hombro, bien. Mis amigos siempre comprenden.
—Yo iré —dijo Jess, abriéndonos la puerta de la cancha —tengo que cuidar que Jonathan no nos haga tíos muy pronto.
Jonathan puso su mano en su pecho como gesto de indignación.
—Lo dudo mucho —se defendió, quizá estaba muy metido en mi mente que no distinguí el humor en sus palabras. Parecieron sólo eso; palabras.
Negué suavemente con la cabeza y nos juntamos con el grupo de estudiantes que ya estaban ahí.
Deportes era mi materia menos preferida. Quizá tenga que ver con que soy un amante de tirar flojera en mi sofá, en clases, en el trabajo, en la ducha en mi cama...bueno, ahora me siento mal.
Uno de mis propósitos de año nuevo: ser mejor en deportes.
Juro que lo decía muy en serio cuando hice la lista, pero vamos. Nadie le hace caso a sus listas de año nuevo, yo había puesto que sería novio de Mariana y justo ahora no logro recordar de donde la conozco. Debió de ser muy linda para que uno de mis propósitos fuera ser su novio.
Ahora se iba a acabar el 2023, y necesitaba comenzar a pensar en los propósitos que nunca iba a cumplir.
Tenía claros tres:
Ser bueno en deportes.
Aprender a abrochar las agujetas de mi tenis.
Y avanzar en el caso del chico de la media noche.
Sí, quizá no cumpla ninguna, pero la intención estuvo. Lo último que se pierde es la esperanza. Eso dijo un tipo muy sabio. Y también mi papá.
La maestra nos puso a correr diez vueltas alrededor de la cancha sin parar. A penas llevaba la tercera vuelta y sentí que iba a devolver la manzana que me acababa de saborear.
Mis piernas no son fuertes, de hecho llegué a pensar por mucho tiempo que tenía dos pies izquierdos...cosas de genios, no pretendo que lo entiendan.
Seguí corriendo a pesar de que comenzaba a ver doble las cosas y me empezaba a faltar el aire.
Se sentía como respirar tierra, y que toda esa tierra se acumulara en mis pulmones, las punzadas que sentía en mi cabeza eran leves, pero iban incrementando con forme seguía corriendo. Iba a vomitar. Frente a todos. Las chicas. Mierda.
Jessica corrió cerca de mí, me miraba, sin prestar atención al camino. También la miré por un momento, tenía la nariz arrugada y los ojos entre cerrados. En verdad, iba a avisarle que había una boya a la que nos aproximábamos, porque ella no prestaba atención a otra cosa, sólo a mi estado. Iba a decirle, pero no podía hablar por el nudo que crecía en mi garganta.
Cerré los ojos cuando escuché el golpe sordo de alguien cayendo al piso, y unas maldiciones de una mujer enojada.
Pobre Jess...
Algunas otras chicas no alcanzaron a frenar y cayeron sobre Jessica, que sólo maldecía más.
Me frené, para ayudarla.
Pero ahora la debilidad de mis piernas era mucha más.
Me temblaban, sentía los labios secos. Tenía que beber agua, eso seguro ayudaría. No estaba preocupado por mí, me pasaba seguido en clase de deportes.
Me pasa esto por hacer deportes e irónicamente también me pasa porque no los hago.
Mierda. Vaya círculo vicioso.