Cien versos olvidados
son tirados al olvido,
un bardo melancólico
escribiendo de lo perdido.
Sueña lo prohibido,
bostezando rimas ignotas,
vive imaginando sin parar.
Se pregunta:
¿Por qué escribo tanto?
No hay quien lo lea.
Una copa de vino
se convierte en inspirador
de alguna poesía más
hecha por el trovador.
Cartas sin destinatario
y noches sin horario.
Ojeras por tanto pensar y leer
en aquel idilio que no pudo ser.
No tiene alguna meta,
ni razón para escribir.
Es un triste poeta
que no quiere vivir.