Todo se trata de confiar y dejarse amar
“Fluimos porque destapamos nuestros arroyos,
ahora solo nos centramos en armonizar”.
Costumbre, vivir con la idea de la soledad se ha vuelto parte de mi existencia. Sin embargo, en estos tiempos de verano la simple imagen de ella se me hace vaga, gracias a que, irónicamente él me dijo: “No estarás sola, me tienes a mí”.
Si la gente supiera que el decirle eso a alguien solitario puede llegar a conmover sus muros de formas inexplicables no habría lágrimas, ni callejones con imaginaciones vacías. Más allá de una palabra, de una
frase, la acción que ejerce sobre lo dicho se convierte en solidez dentro de mi corazón.
Porque sí, el tiempo te dice cosas, te educa, te motiva, eres un experimento de sus manecillas. El dejarse amar se me ha vuelto complicado y, es que, amarte es una avenida llena de desconocidos, un continente inexplorado. Por eso, enséñame; enséñame a quererte y agradecerte por hacerme enemiga de la soledad. Aunque te crea
mentiroso mi yo racional y el miedo se haga presente por los recuerdos. Pese a que esté exhausta. Entiendo que la racionalidad no va acompañada del espíritu, ni la mente de los sentimientos. Porque sí, quiero demostrarle a las matemáticas de mi cerebro que sus cálculos han fallado, que equivocarse es parte de la ecuación. Aun
cuando el futuro diga en forma de eco que somos dos equivocados, no me detendré, porque aún no terminas tu clase, maestro, aún quiero pasar la transición de sólido, líquido y gaseoso contigo.
Ya que, mi querido gato, todo se trata de confiar y dejarse amar. Dime si tú quieres ser el problema sin solución, el tren sin carril y el océano sin agua conmigo.