“Haces de mi cuerpo una sinfonía y de mis latidos un arrebol”.
Siempre he pensado que la lavanda es el aroma perfecto. En mis memorias más alegres, su peculiar fragancia llenó los espacios vacíos.
Durante mi niñez no tuvo gran significado, más que la pequeña aportación de agregar un toque cálido a las sonrisas. Todos mis juegos en solitario y charlas con mis amigos imaginarios eran representados por ella.
Hace poco comprendí que es una flor solitaria, llena de tantas virtudes, pero al fin y al cabo... sola.
Un par de años atrás, conocí la compañía del fresco olor a menta.
Desde ese instante sentí que refrescó mis mañanas y corazón.
Cuando conocí la menta, la lavanda ya no me pareció tan sola.
Incluso creo que el morado y el verde combinan bien.
Me alegra saber que puedo crear una nueva fragancia con la combinación de ambas plantas.
La calidez y compañía después de todo se complementan bien.