El chófer del señor Grey
Alice Wood
Un hombre vestido de traje de chaqueta sale del asiento del conductor y va hacia los asientos traseros para abrirnos la puerta. Becher me hace una señal para que entre y yo, tras suspirar, obedezco.
Él se sienta a mi lado y coloca la caja en el suelo frente a él. Yo me saco la mochila y la pongo entre mis piernas.
—Necesito que me des la tarjeta de memoria— dice delicadamente cuando nos ponemos en marcha. La ventana que conecta con el conductor está cerrada así que estamos solos, de todas formas sospecho que sería un Taylor como el de cincuenta sombras de Grey.
Saco la tarjeta SIM de mi bolsillo y la observo con nostalgia.
—No la destruyas— pido antes de dársela.
—Descuida— promete guardándosela.
—¿Me dejas tu teléfono?— me mira con una ceja elevada— Mi madre vive sola, si se entera de mi desaparición sin saber nada de mí… solo me tiene a mí, por favor.
Aprieta la mandíbula mientras me mira serio pero acaba por abrir el asiento que nos separa para descubrir un cajón lleno de teléfonos. Me da uno al azar y yo marco el número de mi madre.
Contesta al tercer tono.
—¿Diga? ¿Quién habla?— se me hace un nudo en la garganta.
—Hola, mamá. Soy yo, Alice— lucho por no llorar de nuevo. No quiero asustarla.
—¡Alice! ¿Y tu teléfono? ¿De quién es éste? ¿Estás bien?
—Tranquila, mamá. Estoy bien. Solo quería decirte que… que…
—No te estarás fugando ¿No? Alice, hija mía…
—Lo siento, mamá. No creo que vuelva— me seco una lágrima traicionera y me giro hacia la ventana para que Becher no me vea tan vulnerable.
Es un error mostrarse vulnerable ante tu enemigo.
—¿Es por un chico? No me hagas esto otra vez…
—Lo siento, mamá. No puedo decir más. Te quiero… adiós.
Cuelgo sin dejarla decir nada más y me quedo mirando el teléfono en mi mano por un momento antes de devolvérselo a Becher. Éste lo coge, abre la ventana y lo lanza hacia fuera antes de volver a cerrarla.
Lucho por no llorar, en vano y mi lucha se convierte en no sollozar pero entonces siento una mano en mi muslo y lo acaricia sin aparente deseo sexual. Como si quisiera tranquilizarme y solo puedo llorar más.
Trata de acercarme a él pero lo empujo y me abrazo a la mochila.
—Solo quiero ayudarte a calmarte— dice.
—¡Es tu culpa, déjame en paz!— rujo llena de ira y dolor.
Está un rato callado y el único ruido que se escucha es el de mis sollozos ahogados y mis hipos.
—Tengo que ver lo que traes en la caja, tu mochila y tu neceser— dice tan bajo y delicado que casi parece que lamente tener que hacerlo.
Le lanzo la mochila y comienza a ver el interior de mi equipaje improvisado.
En la caja hay muchos libros, la mayoría de sexo ya que no los puedo tener en casa. Mi madre se escandalizaría; también tengo un álbum de fotos en el que guardo los mayores recuerdos de mi vida: todas y cada una de mis mascotas desde la primera que tuve— mi madre la tuvo, yo era un bebé— hasta la última que fue hace dos años. No he sido capaz de tener ninguna otra mascota. Ella marcó la diferencia.
En la mochila lo que hay es una muda de ropa completa de invierno, otra de verano y tres mudas de ropa interior. Ya dije que soy paranoica, además necesitaba ropa para cuando pasaba la noche fuera de casa.
En el neceser tengo productos de higiene íntima como tampones y productos que necesito para ducharme tras las clases de gimnasia como desodorante, perfume y los jabones que uso para mi cuerpo y mi cabello.
Nada que él pueda sentir como una amenaza.
Palpo mi nariz y gruño por el dolor pero al final no está fracturada. La sangre y el dolor fueron por el golpe poro no hay daños mayores.
Becher se coloca su teléfono en la oreja.
—¿Ya venís de camino?
Escucha por un momento.
—Muy bien pues detengan el auto un momento y desháganse del que agredió a Alice. Es una orden— y tras eso cuelga la llamada.
Me lo quedo mirando como imbécil pero él me ignora y toca mi nariz sin hacerme demasiado daño.
—No tienes nada pero te dolerá por unos días.
—¿Vas a matar a un hombre por empujarme?— pregunto desconcertada. Asiente— No. Yo no quiero eso. Diles que no lo maten…
—Si dejo vivir al que te agredió, los demás no tomarán en serio tu seguridad y podrían lastimarte. Es un aviso para los demás.
—Pero…
—No puedes hacer nada. Ahora explícame qué hay en la tarjeta de memoria para que accedieras a venir conmigo por las buenas solo por tenerla.
Desvío la mirada sintiendo una punzada en mi corazón.