Tranquilos-solos ¿Serán sinónimos?
Alice Wood
El hall es amplio y nada más entrar, una chica con ropa de sirvienta aparece y sonríe a Becher antes de mirarme y abrir la boca asombrada.
—¿Es…?— pregunta ella.
—Sí, lo es— responde él.
La chica se abalanza sobre mí pero antes de llegar, Becher la detiene.
—Pretendía enseñarle el lugar. Ya tendrás tiempo después. Alice, sígueme— y comienza a andar por la estancia.
Yo lo sigo dejando que la chica de antes cargue con mis cosas. Un hombre vestido de mayordomo aparece y sonríe educadamente antes de coger la caja de las manos de Becher. Entonces él me mira por un segundo antes de agarrar mi muñeca cortésmente y caminar conmigo detrás.
—Te haré una ruta guiada de los lugares simples— me mira y sonríe—, el resto quedará para que lo investigues— guiña un ojo.
«Si no fuera porque me ha secuestrado me lo comería a besos. Es muy lindo… demasiado»
—¿Puedo hacerte una pregunta?— no presto mucha atención al lugar. Mi mente no para de martillearme a teorías que acaban siempre en una. Algo que me aterra.
—Claro, las que quieras. Es lo mínimo que puedo hacer— se detiene y me sonríe.
—¿Era realmente necesario secuestrar a alguien para que se casara contigo?— esa pregunta parece tomarlo por sorpresa y elimina su sonrisa.
—¿Alguna otra pregunta?
—¿Qué quieres conseguir una vez nos casemos?
—¿Alguna otra?— desvía la mirada.
—¿No ibas a responder mis preguntas?— pregunto ofendida.
—Y voy a responderlas, pero no ahora ¿Tienes alguna otra pregunta?
—¿Cómo has averiguado todas mis inseguridades?— tengo que preguntarlo, me muero de curiosidad.
Sonríe.
—Eres un libro abierto y estudié un año de psicología antes de que tuviera que dejarlo— eso me sorprende.
—¿Por qué dejarías de estudiar?
—No todos tenemos una vida perfecta— se encoje de hombros sin entrar en detalles y yo abro la boca para soltar una queja por su comentario pero me mal interpreta y me corta tomándome de ambas manos y mirándome a los ojos con intensidad. Se me pone la piel de gallina— ¿Qué te parece si me haces todas esas preguntas cuando estemos más tranquilos?
—¿Qué es para ti estar tranquilo?— pregunto con voz aguda.
«Tranquilos… al menos no dijo ‘solos’, me hubiese dado algo»
Me ignora y comienza a caminar para salir del hall. Llegamos a una sala parecida al salón de baile de castillo de película. No hay ventanas y sospecho que es porque las paredes no dan al exterior y mis sospechas son acertadas cuando recorremos la sala y llegamos a una puerta que hay en frente, tras ellas hay un gran pasillo en línea recta y un pasillo más a cada lado, el de la derecha es igual de grande pero el de la izquierda es más estrecho.
—A la izquierda está la cocina de eventos y a la derecha el comedor de eventos.
Continuamos en línea recta hasta llegar a una puerta de entrada, de esas que separan el exterior con el interior.
—¿Por qué hay…?
—Es porque lo que hemos visto hasta ahora es para los eventos, detrás de esta puerta es mi hogar. En él solo entran los del servicio y mi gente cercana… bueno, y tú.
Abre la puerta y entramos.
Entonces todo me resulta acogedor: suelo de madera, paredes color perla, buena iluminación… y es solo el hall.
Siento a Becher entrelazar mis dedos con los suyos y quiero apartarme pero se está portando muy bien y no quiero enfadarlo. Dios sabe qué me haría si lo cabreo.
Caminamos de la mano hasta que llegamos a un salón amplio, cercano y acogedor. Parece mentira que el dueño sea un narcotraficante que acaba de secuestrar a una adolescente pero aquí estamos.
«Esto sí que es como esos libros que leo»
El suelo es de madera oscura, las alfombras turquesas y los muebles blancos o por el estilo aunque los detalles son también turquesas, negros o grises como los cojines del sofá que son de esos tres colores.
Hay una gran ventana tras uno de los sofás y puedo ver dos cactus en la misma.
No me da tiempo ver más porque Becher sigue andando y no me queda de otra que seguirlo.
Me acaba enseñando la cocina, el comedor y el baño de la planta baja antes de subir por unas escaleras de madera para llegar a un pasillo larguísimo lleno de puertas exactamente iguales por el que caminamos hasta la última puerta. La abre y se aparta para que pase.
Lo hago acabando en una habitación masculina pero no por nada sino porque es muy sosa y siempre asocié el decorado soso con los chicos, no sé por qué. No contiene nada personal: una cama con una mesilla de noche a cada lado, un escritorio, una terraza, un ventanal, una estantería llena de libros de los que nunca oí hablar y dos puertas que supongo son el baño y el vestidor.